miércoles, 16 de octubre de 2013

Rosas en el exilio

Por el Tte Crnel (R) Horacio E. Morales

DESPUÉS DE CASEROS, Y ALEJADO DEL CAMPO DE batalla, Rosas tuvo el último gesto de un gobernante que fue respetuoso de su investidura: renunciar. En una hoja de papel, utilizando un lápiz y apoyado sobre su rodilla, sin otra protección que la sombra
de un ombú, redactó y elevó formalmente a la Legislatura, su renuncia como Gobernador de Buenos Aires. Entregó el documento a Lorenzo López para que lo llevara a la ciudad, y se acostó en el suelo para descansar, después de tres días sin dormir y casi sin comer. Caída la tarde resolvió entrar en la ciudad, y envuelto en el poncho de su secretario, al galope sin detenerse, y por la calle Santa Rosa (hoy
Bolívar) se dirigió a la Legislación inglesa ubicada en la actual calle Defensa.
El Ministro inglés Gore no se encontraba en su casa, y el empleado que le abrió la puerta no lo reconoció, pero tampoco se animó a impedirle el ingreso a ese hombre que entró y se dispuso a acostarse a dormir en la cama del Ministro. Cuando regresó éste de una reunión destinada a asegurar la protección de las vidas y bienes de
los residentes ingleses, se encuentra con el Restaurador.
En su informe, Gore expresa que "…Rosas se hallaba reposando en mi lecho, muy exhausto por la fatiga y una herida que tenía en la mano, cubierto con el humo y el polvo de la batalla y sufriendo hambre, más, por otra parte, calmo y dueño de si mismo. Me habló con tanta calma como si estuviera tranquilamente en Palermo..."
El Ministro Gore lo dejó instalado en la Legación, y concurrió a Palermo, junto a otros diplomáticos, a reunirse con Urquiza. Lo esperaron hasta las diez de la noche, pero como éste no apareció, cada uno regresó a su Legación. El Ministro, seriamente preocupado por las consecuencias que podría tener el asilo que brindaba al Restaurador, y ante la afirmación de Rosas de que deseaba permanecer en Buenos Aires, resuelve consultar esa misma noche con el Almirante Henderson.
El Ministro inglés expresa que el Almirante le aconsejó "... que Rosas debía dejar mi casa porque su presencia podía ser dañosa para los intereses británicos..." Asimismo, le ofreció asilarlo en el "Locust", navio integrante de su escuadra que se
encontraba en la rada del puerto, luego un trasbordo al "Centaur", un velero que podría alcanzar al vapor de pasajeros "Esk" que navegaba rumbo a Europa y que se suponía en Montevideo. Se procuraba su exilio. El Ministro Gore rápidamente se dirigió a reunirse con Manuelita, quien trasladándose a la Legación, convenció a su padre de la conveniencia de embarcarse esa misma noche. De madrugada, el 04 de febrero de 1852, el Restaurador y sus hijos, Manuelita y Juan ascendieron al vapor "Locust" que inmediatamente soltó amarras. Detrás quedaba Buenos Aires, sacudida por los graves informes que se recibían de Santos Lugares, por los actos de venganza y crueldad ejecutados después de la batalla. Los asesinatos de Santa Coloma y el Doctor Cuenca, los fusilamientos de los soldados del Regimiento de Aquino, el martirio de Martiniano Chilavert, cuyo único delito fue el de haber combatido bien en Caseros. A pesar del esfuerzo, el "Centaur" no logró dar alcance al "Esk", debiendo permanecer cinco días en la rada
de Montevideo. Durante esa espera, Rosas recibió a amigos y familiares, Echague, Gerónimo Costa, el Coronel Febre, su fiel Sargento Machado, la señora de su hijo Juan, Mercedes Fuentes Arguibel. El 9 de febrero zarpó el "Centaur", realizando al día siguiente el trasbordo de los pasajeros al "Conflict" que tomó rumbo a Inglaterra, arribando a Plymouth el 25 de abril.
En el referido puerto, las autoridades inglesas recibieron con honor el arribo de tan ilustre viajero, siendo saludado con salvas de artillería y recibido con notables muestras de consideración.
Poco después Rosas rindió homenaje a la Reina Victoria, solicitando el correspondiente permiso "... para alquilar una casita... en la campaña de este feliz Reyno, donde pueda acomodarme y pasar durante el tiempo que me sea posible...", solicitud que fué acordada rápidamente sin ninguna limitación. Sin sus amigos, sin conocer el idioma y escaso de recursos, tuvo que enfrentar una de las etapas más difíciles de su agitada vida, el saberse pobre, extranjero y sólo. Su hijo Juan, rápidamente regresó a Buenos Aires con su familia, y su amada Manuelita, contrajo matrimonio el 23 de octubre de ese año con Máximo Terrero. En Buenos Aires, la venganza de sus adversarios se había desatado contra sus bienes y su persona. Confiscaron sus establecimientos de campo, sus haciendas y sus propiedades. Sólo Urquiza, quien al día siguiente de Caseros comenzó su enfrentamiento con los hombres de Buenos Aires, pudo lograr que se vendiera la estancia "San Martín" y transferir los importes a Inglaterra. Recibido el producido de la venta, lo destinó a arrendar la pequeña chacra "Burguess Farm" para dedicarse a las tareas rurales. Notable ejemplo de Rosas, que en su situación, expresaba "...que he de hacer todos los esfuerzos que me sean posibles para trabajar en algo de campo, pués la vida sedentaria es, como será siempre mi sepulcro".
Así pasará el Restaurador los últimos años de su vida. Cuando disponía de medios, participaba de reuniones sociales y cabalgatas, y cuando escaseaban, se encerraba en su chacra llevando una vida metódica de trabajo y meditación. Todos los días, luego de las tareas rurales, se dedicaba a la correspondencia que lo mantuvo unido a sus
amigos, a la vez que informado, y hasta con las nuevas autoridades de la Confederación. Tenía pasión por revisar y leer los documentos y papeles que había llevado consigo y que consideraba "... mil veces más valiosos que bienes..." Conservaba su archivo en maletas y armarios y pasaba las jornadas acotando documentos, completando reseñas, ordenando detalladamente
fecha por fecha toda la correspondencia oficial de su gobierno. No era afecto a recibir muchas visitas. Sólo Lord Palmerston, su amigo en el exilio, a quien había designado su albacea testamentario, lo visitaba periódicamente. También solía participar de esas sencillas tertulias, su médico personal, el Dr Wibblin. Gustaba conceder entrevistas a compatriotas y americanos que aprovechaban sus viajes para saludarlo y conocer sus impresiones de aspectos relacionados con los acontecimientos en su patria y en América. Mientras, en Buenos Aires la política cambiaba y Urquiza en lucha con Buenos Aires gestionaba una rehabilitación de Rosas tendiente a obtener la adhesión de los viejos federales. Sustentado en ésta política escribió a Rosas intentando la posibilidad de su regreso incluyendo el deseo "... que usted sea restituido a su rango, a sus goces y a su Patria..."
A pesar de todo Rosas no se dejó tentar por las proposiciones, argumentando en forma clara que su carrera pública había concluido definitivamente y que su nombre no
podría ser utilizado jamás de bandera para una revolución contra las autoridades
de su país. Pero lentamente su vida se va apagando, a pesar de mantener una perfecta
lucidez interesándose vivamente sobre todos los sucesos políticos de su Patria y de Europa sobre los que escribe y comenta. Pero se siente cansado y abatido y sólo espera la visita de Manuelita y sus nietos que es lo único que lo reconforta. Principios de marzo de 1877, trabajando a la intemperie recibió un enfriamiento que a los pocos días se fue agravando hasta hacer una neumonía. El Dr Wibblin preocupado, llamó con urgencia a Manuelita, quien rápidamente se presentó en "Burguess Farm". Su amado padre estaba ya en agonía. A la madrugada de ese día, 14 de marzo de 1877, Manuelita lo besa "... tantas veces como lo hacía siempre y al besarle la mano la sentí fria. Le pregunté, como te va Tatita/". Su contestación fue "No sé niña, y murió". Décadas después de su muerte, viajeros argentinos que visitaron su chacra afirmaron la impresión que les produjo ese paisaje donde había quedado el sello de su fuerte personalidad. Aún flotaba en ese ambiente el recuerdo del "General", quien expresaba ya muy cerca de su muerte "...no estoy encorvado. Estoy más derecho y ágil que cuando me fuí de Buenos Aires. No me cambio por el hombre más fuerte para el trabajo y hago aquí sobre el caballo y en otras tareas de campo lo que no pueden hacer ni aún los mozos. Tiro el lazo y las bolas como cuando hice la campaña a los desiertos del Sur...".

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