miércoles, 30 de noviembre de 2022

Sarmiento y sus mujeres.

 Por el Prof. Julio R. Otaño

Nacido el 14 de febrero de 1811 en San Juan, aunque anotado al día siguiente, lo que convierte al 15 como la fecha oficial, vio el mundo como Faustino Valentín, por el día de su nacimiento. Sarmiento escribió “No creo en la duración del amor, que se apaga con la posesión. Yo definiría esta pasión así: un deseo por satisfacerse. Parta usted del principio de que no se amarán por siempre. Cuida de cultivar el aprecio de su mujer y apreciarla por sus buenas cualidades. Oiga usted esto, su felicidad depende de la observancia de este precepto: no abuse de los goces del amor; no traspase los límites de la decencia; no haga a su esposa perder el pudor a fuerza de hacerla prestarse a todo género de locuras. Cada nuevo goce es una ilusión perdida para siempre; cada favor nuevo de las mujeres es un pedazo que se arranca del amor. Yo he agotado algunos amores y he concluido con mirar con repugnancia a mujeres apreciables que no tenían a mis ojos más defectos que haberme complacido demasiado. Los amores ilegítimos tienen eso de sabroso: que siendo la mujer más independiente aguijonea nuestros deseos con la resistencia”-
El papel de la mujer en la vida de Domingo Faustino Sarmiento ocupó un espacio vital y trascendental. Desde su nacimiento recibe las fuertes influencias de su madre, Paula Albarracín de Sarmiento, y de sus cuatro hermanas: Paula, Vicenta Bienvenida, María del Rosario y Procesa.
La primera relación seria, 1831, la mantuvo con María Jesús del Canto, una joven de veinte años, nacida en Valparaíso, Chile, con quien tuvo a su primera hija Ana Faustina. dejada al cuidado de su abuela y tías y volver, al poco tiempo, a Chile.   Ya, hacia 1845, Sarmiento inicia el viaje por Europa, Asia y Estados Unidos por encargo del gobierno chileno tardando tres años en regresar. En 1848, conoce a Julio Belín, un hombre joven francés, que se enamora de su hija, Ana Faustina con quien se casa. Antes de iniciar el gran viaje, en 1845, Sarmiento conoció a Doña Benita Martínez Pastoriza, argentina, casada con Don Domingo Castro y Calvo, unión de la que nació Domingo Fidel. Por el nombre del niño podemos inferir que el romance entre ambos ya se había iniciado. De esta manera, el año 1848 fue para Sarmiento, un año de doble casamiento: el de su hija Ana Faustina con Julio Belín y el suyo con Doña Benita quien había enviudado hacía poco tiempo. La debilidad de Domingo Faustino Sarmiento por su hijo, Domingo Fidel, no conoció límites, le dio su apellido y, años más tarde, escribirá un libro en su memoria, Vida de Dominguito, luego de su muerte el 22 de septiembre de 1866 en Curupaytí, durante el desarrollo de la Guerra de la Triple Alianza. No tuvo un feliz matrimonio con Benita. A tal punto que en su testamento aclaró que “estuve separado de mutuo consentimiento desde el año 60”. Es que la relación se rompería por otro romance que tendría su esposo.
En 1853, hizo nacer un nuevo amor por Aurelia Vélez Sarsfield. La hija de un viejo amigo, el doctor Dalmacio Vélez Sarsfield. “La Petisa”, de una vasta formación cultural y que supo hacerse de un lugar en un mundo dominado por los hombres, a tal punto que estaba separada de su marido, que era además su primo. A Aurelia la había conocido en 1840 en Montevideo siendo ella una niña de nueve años pero en 1850, la niña ya era una mujer culta, inteligente y de gran interés por la política. ¡Era la mujer ideal, la siempre soñada! Ella tenía 19 y él 44, y comenzaron un romance intenso, aunque oculto. Sin embargo, no podían disimular esa atracción innata. En 1857, la esposa de Sarmiento, Benita Martínez Pastoriza, descubrió el amorío a partir de unas cartas que había encontrado de ambos. Fue una de las polémicas más resonadas de ese año, la cual terminó con la separación del matrimonio. No obstante, la unión entre Aurelia y Domingo Faustino jamás se quebró.
En Estados Unidos, se enamora de Ida Wickersham, casada con un médico. El romance con Ida duró bastante tiempo y tan profundo era el sentimiento de ella que al llegar Domingo Faustino Sarmiento a la presidencia de la nación en 1868, le escribió una carta en la que le relataba sobre su divorcio y le solicitaba formar parte del grupo de maestras norteamericanas que se preparaba para venir al país. El pedido fue rechazado.    El amor por Aurelia era mucho más profundo pero la diferencia de años y la férrea negativa del padre de Aurelia- el renombrado Dalmacio Vélez Sarfield, eran obstáculos insalvables.
Poco y nada le preocupaba al Presidente lo que dijeran sus enemigos. Pero debía cuidar las formas porque, además de los opositores, rondaba Benita Agustina Martínez Pastoriza, su ex mujer, quien aún reclamaba privilegios conyugales. De hecho, se quedó con doscientos pesos de cada sueldo del mandatario. Sarmiento la calificaba de insaciable y de ser “un veneno corrosivo” que destruía hasta el recipiente que lo contenía. El papel de primera dama lo asumió Rosario Sarmiento, la hermana soltera del cuyano, quien vivía en la casa del Presidente, junto a la hija del prócer Ana Faustina —viuda— y los seis nietos.
Lo cierto es que a Mandinga Vélez Sarsfield la responsabilidad del ministerio le pesaba mucho. Por empezar, Dalmacio fue el ministro del Interior durante uno de los mayores atentados de la historia argentina: el asesinato de Justo José de Urquiza y de dos de sus hijos. También ocupaba esa compleja cartera cuando la fiebre amarilla causó tan fatales consecuencias en Buenos Aires y alrededores. Los Vélez debieron abandonar la ciudad y se instalaron en sus campos de la magnífica localidad de Arrecifes, a ciento ochenta kilómetros de Buenos Aires. Sarmiento, por su parte, se ubicó en la ciudad bonaerense de Mercedes, a ciento veinticinco kilómetros de la Casa Rosada y de la peste.
Las visitas de Sarmiento a la casa de Aurelia eran tan habituales, que fue objeto de un plan criminal. Dos inmigrantes italianos contratados en Montevideo se aprestaron a matar al Presidente en la noche del sábado 23 de agosto de 1873. Cargaron la pistola con suficiente pólvora, bañaron dos puñales en veneno y se apostaron en el trayecto, a la espera de la clásica visita de Sarmiento a los Vélez.
El sanjuanino vivía entonces en Maipú al 600, entre Tucumán y Viamonte. La casa de Aurelia estaba en la actual Perón y Maipú, es decir, se hallaba a cinco cuadras. Tres marinos italianos de 21 años, Luis Casimir y Francisco y Pedro Guerri (que no eran hermanos como suele decirse), aguardaron al coche presidencial y, antes de que cruzara Corrientes, a mitad de camino, dispararon. Con tan mala suerte —para ellos— que el arma explotó en la mano de Francisco Guerri (le voló el pulgar) y la bala no llegó a destino, lo que nos permite afirmar que una bala perdida frustró un magnicidio.
Sarmiento, que ya estaba bastante sordo, ni se enteró de lo que había ocurrido. Fue advertido recién al descender en la casa de su amante. Los magnicidas fueron detenidos, acusados de intentar matar al Presidente.
En cuanto culminó su mandato, Manuel Ocampo, secretario de Sarmiento (quien sería abuelo de Victoria), le entregó veintiocho mil pesos de su salario que había ahorrado en una cuenta bancaria. Con ese dinero, Domingo se compró una casa en la céntrica calle Cuyo número 53 —hoy calle Sarmiento y Libertad—, a seis cuadras de la de su amiguita Aurelia.
La ex del sanjuanino puso el grito en el cielo: le inició un juicio por alimentos, alegando que desde que terminó la presidencia, dejó de enviarle los doscientos pesos mensuales. El ataque de Benita se basaba en que Sarmiento, cuando se casaron en mayo de 1848, no tenía un peso. Y que gracias a la fortuna que había heredado ella por la muerte de su primer marido Castro y Calvo, su segundo marido había podido llevar adelante su carrera, sus negocios en el campo periodístico y la publicación de libros. La relación con Aurelia continuó, con menos pasión, pero con más libertad que en otros tiempos. Con edad suficiente para no andar preocupados por las murmuraciones, viajaron juntos a Montevideo en 1883. Ella lo acompañó en una charla que dio en la Escuela Normal. Aurelia visitó Europa en dos oportunidades (no viajó con Sarmiento), durante los años 1885 y 1888. Del último paseo regresó en agosto y encontró una carta de su eterno amante, quien la invitaba a Asunción. Domingo Faustino se había construido una casa donde solía pasar el invierno, por cuestiones de salud. “Venga, juntemos nuestros desencantos”, le rogaba el cuyano.  Domingo y Aurelia se despidieron. Ella regresó a Buenos Aires. Dos semanas más tarde recibió el telegrama que le anunció la muerte del hombre al que amó con locura.
Ella se quedó sola y en libertad (en Libertad 1277, entre Arenales y Juncal, a un costado del Colegio Nacional Sarmiento) hasta el 6 de diciembre de 1924.

bibliografía

Belucci, Mabel (1997), “Sarmiento y los feminismos de su época”

Bellotta Aracelli Aurelia Vélez la mujer que amo a Sarmiento

De Paoli Pedro “Sarmiento su gravitación en el desarrollo Nacional”

Fernández, Javier (1997), “Viajando con Sarmiento”, Todo es Historia,

Galvez Manuel “Vida de Sarmiento”

García Hamilton Ignacio “Cuyano Alborotador”