viernes, 29 de octubre de 2021

Visita Guiada con Manuelita Rosas

El Instituto a través de los Directivos Vicepresidente Tte Cnel Horacio Morales, Secretario Dr. Julio R. Otaño recorrió nuestro hermoso Museo Municipal donde fuimos recibidos por la hija del Restaurador: doña Manuelita Ortìz de Rozas y Ezcurra con quien charlamos amigablemente; al mismo tiempo la guia de la Instituciòn Profesora Romina Vazquez explicaba a los visitantes los gloriosos acontecimientos ocurridos en esta comandancia. 









viernes, 22 de octubre de 2021

Juan Bautista Bustos (1779-1830)

Por el Profesor Jbismarck
Juan Bautista Bustos nació en Punilla, provincia de Córdoba, el 29 de agosto de 1779.   Llegó a Buenos Aires en clase de capitán de milicias, del contingente tercio de Arribeños, con el que contribuyó su provincia natal para rechazar la invasión inglesa de 1806.

A.jpg En 1809, el general Francisco Ortiz de Ocampo lo asciende a teniente coronel efectivo y entre los argumentos de tal mención hace referencia a lo actuado por Bustos en la campaña de reconquista de Buenos Aires y rechazo de la segunda invasión de 1807. Como ejemplo de su valor, Ortiz de Ocampo describe un enfrentamiento producido el 5 de julio de 1807 en el cual Bustos, al mando de 30 hombres del cuerpo de arribeños, enfrenta una columna inglesa de 240 efectivos a la que con valor y pericia logra rendirla y tomar prisioneros a 214 soldados y 13 oficiales.
Los historiadores le asignan haber participado en un discreto segundo plano en las jornadas revolucionarias de 1810. Se sabe que en las posteriores disputas internas de la Primera Junta estuvo al lado de Saavedra y que fue uno de los oficiales que se movilizó en aquella suerte de pueblada a favor del saavedrismo ocurrida durante las jornadas del 5 y el 6 de abril de 1811. Cuando Saavedra cayó en desgracia, él corrió su suerte, pero para 1815 lo vemos integrando -en su condición de coronel- el Ejército del Norte. En realidad, el Director Supremo, Ignacio Álvarez Thomas fue quien le otorgó ese destino.
En 1815, partió de Buenos Aires al mando de mil hombres para integrarse al Ejército del Norte que venía de sufrir la derrota de Sipe-Sipe. Rondeau fue reemplazado por Belgrano, quien restableció la disciplina en Tucumán donde contó con el invalorable apoyo de Bustos, que mandaba el cuerpo de soldados del 2 de Infantería Patricios.
Por orden de éste precisamente, se dirigió a Santiago del Estero con un destacamento de las tres armas, con la misión de sofocar la insurrección del teniente coronel Juan Francisco Borges en rebeldía contra la Junta de Buenos Aires.  En realidad no llegó a actuar, pues una vanguardia adelantada por Belgrano a las órdenes de Gregorio Aráoz de Lamadrid lo apresó y fusiló sin juicio previo, en diciembre de 1816.
 

Reintegrado al Ejército del Norte ocupó el cargo de Jefe de Estado Mayor siendo el tercero en el mando después de los generales Belgrano y Fernández de la Cruz.  En Arequito el 8 de Enero de 1820 sublevó los restos del Ejército del Alto Perú, conjuntamente con el coronel Alejandro Heredia y el comandante José María Paz.  Declaró entonces: “que no seguiría haciendo la guerra civil…”. 

Marchó hacia Córdoba, donde el 21 de marzo de 1820 será elegido gobernador. Se reconcilia con López y culmina el enfrentamiento con los santafesinos y se alinean ambos con Buenos Aires.
Sostuvo el cargo de gobernador de Córdoba por 9 años y se puede afirmar que su gobierno fue fecundo, sin exagerar, el mejor gobernador de Córdoba de todo el siglo XIX: organizó la política y la Justicia. Se ocupó del progreso de la educación; renovó los planes de estudios universitarios y de la instrucción pública en general, creó la Junta Protectora de Escuelas; desarrolló la imprenta y la libertad de prensa. El 20 de febrero de 1821 promulgó la primera Constitución cordobesa, adelantándose al resto del país. Propendió, en lo económico, a la libertad de comercio interior, pero protegiendo las industrias nacionales. Estableció un plan de administración de correos; fijó impuestos y tasas de Aduana; construyó obras de defensa y desagüe sobre el río Primero;
En el ámbito nacional en destacada participación cultivó la amistad y el afecto de San Martín y de Güemes, a los que apoyó con hombres, armas, caballada y dinero. Incluso, trató de interceder ante Buenos Aires para que le procuren al Libertador apoyo económico para su magna empresa. Pero su empeño naufragó ante el pérfido Rivadavia, dueño de la situación porteña. Bustos fue un acendrado defensor del federalismo y de la religión católica: su reconciliación con Estanislao López fue muy productiva, cuando éste pacifica la relación con Buenos Aires mediante el Pacto de Benegas, Bustos ofreció la garantía política del acuerdo proponiendo llamar a Congreso General Constituyente en nuestra provincia, cosa que se suscribe.

Este plan naufraga por imperio de la mano negra de Rivadavia quien posteriormente citará en Buenos Aires a firmar el Tratado del Cuadrilátero con las provincias del Litoral, acción que devendrá en la frustrada Constitución unitaria de 1826 que fue rechazada por todo el Interior. Para colmo, el sector rivadaviano aprovechó la contingencia y sancionó la ley presidencial, su "portaestandarte" volvía de Europa de recibir las instrucciones de sus mandantes y lo entronizaron en el sillón de Rivadavia, que desde ese momento será mal llamado "Primer presidente".
El despropósito incoado por Rivadavia de firmar la paz a cualquier costo con Brasil (para proteger el comercio de ultramar con Gran Bretaña) luego que hubimos derrotado a los ejércitos imperiales en las gloriosas batallas de Ituzaingó y Juncal, provocaron el motín unitario del 1º de diciembre de 1828, cuyas funestas consecuencias fueron el inexplicable fusilamiento de Dorrego y el avance de Paz sobre Córdoba, que el 22 de abril de 1829 bate a Bustos en la batalla de San Roque, derrocando el gobierno federal y entronizándose de facto en dicho cargo.
Bustos y el resto de sus hombres se sumaron a las tropas de Quiroga y lo acompañaron en su derrota de La Tablada. Según se dice, allí peleó con valentía y arrojo y recibió heridas que un año después habrían de provocarle la muerte. Facundo Quiroga acude a apoyar al gobernador depuesto, pero ambos son derrotados por el eximio estratega militar que fue José María Paz, en las batallas de La Tablada y en Oncativo.
Luego de las derrotas sufridas, y con varias heridas, trata de alejarse camino a Santa Fe en busca de refugio. Lo sorprendió la noche cerca del río Primero. Próximo al Molino de las Huérfanas, lo avista y persigue una patrulla enemiga que le intima la rendición, trató de resistirse pero su brazo herido no pudo blandir su espada. Para colmo, era una zona en que la barranca del río se alza a bastante altura, cortándose casi verticalmente. Pero ese valeroso criollo no se entrega, vuelve grupas, le cubre a su caballo los ojos con un poncho, clavó espuelas, lanzando el animal a la carrera, y saltó desde el abrupto barranco hasta el lecho del río.
El animal terminó horriblemente fracturado por el golpe y Bustos también sufrió graves consecuencias ante el impacto de su pecho contra la cabeza del equino. A pesar de sus heridas, Bustos gana la orilla y se refugia en una de las quintas de la costa donde atenuaron sus dolores. Luego marchó a pie y hasta en carretilla hacia su destino final, Santa Fe, adonde arribó el 10 de julio siendo recibido por López, su otrora adversario, con el rango que Bustos merecía y dándole asilo como a toda su familia, que llegó después, desterrada por el insensible Paz que los persiguió y sumió en la pobreza confiscándoles todos sus bienes.
Poco después, el 18 de setiembre de 1830, muere a los 51 años de edad a consecuencia de las considerables heridas sufridas. Sus restos fueron inhumados en predios del convento de Santo Domingo.

La Batalla de la Dignidad

 por José Luis Muñoz Azpiri (h)

El principal episodio bélico de la intervención anglo-francesa de 1845 fue la batalla de la Vuelta de Obligado, empeñado en el Paraná el 20 de noviembre de 1845, a los pocos meses de haberse roto las hostilidades. La victoria favoreció a los invasores. Los cañones atacantes eran de mayor alcance que las baterías patriotas y transformaron el combate, durante algún tiempo, en una carnicería impune. Los primeros defensores murieron en las barrancas cantando el Himno Nacional; los últimos, faltos ya de municiones, tras ocho horas de combate, cayeron contraatacando a las tropas de desembarco. Fue el episodio más heroico y más dramático de la historia argentina. José de San Martín, telamón de la patria, escribió a Rosas desde Europa, al conocer el denuedo de la jornada: “Los interventores habrán visto que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca…. Es contienda es en mi opinión, de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de España”.

       Florencio Varela y otros iniciadores de la tradición autolesionista que aún nos aflige, saludaron como un triunfo de la civilización la derrota y el luto de Obligado. Sin embargo, debieron confesar que nunca, desde la paz napoleónica, la “Grande Paix”, como se decía entonces, los ingleses y franceses habían hallado tal resistencia ante un ataque armado. En nombre de los argentinos expatriados en el Uruguay, Varela había viajado precisamente a Europa para solicitar la intervención armada contra sus compatriotas, ofreciendo en pago la creación de un Estado mesopotámico libre que mantendría vínculos comerciales directos con Londres, a través de los ríos liberados.

       El 28 de septiembre de 1845 los almirantes de las escuadras interventoras Inglefield y Lainé bloquearon los puertos y costas de la provincia de Buenos Aires y se dispusieron a abrir a cañonazos la navegación del Paraná, para llevar auxilios a Corrientes, aliada de Montevideo, y en guerra, a la sazón, contra Buenos Aires. Era deseo de éstos franquear por la fuerza una vía libre hacia el lejano Paraguay, especie de Eldorado para la imaginación europea de aquel entonces. Las naves extranjeras recorrían ya a título de soberanas las aguas del río Uruguay y habían conseguido ocupar con mercenarios italianos la isla de Martín García, llave de los ríos, además de asaltar e incendiar a Gualeguaychú – repugnaba a los ingleses saquear en persona a sus connacionales que eran dueños del comercio -, cosechando un botín de decenas de miles de libras.
“Who by murder earn their bread and by robbery
British lads so sharp and keen
Gringos too, so base and mean
To count the money yet unseen and shame defy”
(¿Quiénes mediante el crimen y el robo ganan su pan con el escándalo y la vergüenza?
Pues jóvenes británicos, ladinos y ansiosos, junto con gringos tan bajos y ruines como para contar las monedas de un botín que todavía no ha caído en sus manos).
Esta letrilla apareció publicada en el “British Packet” del 14 de febrero de 1846.
       Rosas se propuso detener o entorpecer el avance de las fuerzas navales aliadas a través del Paraná y con tal propósito, ordeno emplazar una treintena de cañones, en baterías improvisadas, en la Vuelta de Obligado, punto del distrito bonaerense de San Pedro donde el río tiene una anchura de unos ochocientos metros y forma un codo acentuado, en dirección norte, muy difícil de remontar con la navegación a vela. Dispuso, a la vez, tender de costa a costa una cadena sostenida por veinte lanchones, botes y chatas, no tanto con el propósito de que sirvieran de obstáculo al paso de los barcos enemigos cuanto para demostrar simbólicamente que la llave de los ríos era argentina y sólo podría manejarla el extranjero mediante el uso de la violencia.

       La escuadra invasora, fuerte de diez barcos, cuatro de ellos vapores, armada con cien cañones y proyectiles novísimos, como el obús “Paixhan”, protegía un convoy de noventa naves, organizado en Montevideo para transportar artículos comerciales y pertrechos y armas a Corrientes y el Paraguay. El río debía abrirse por la fuerza, conforme a órdenes recibidas por el capitán Charles Hothman, jefe, en la ocasión, de las fuerza inglesas, y R. Tréhouart, de las de Francia. En la antevíspera del encuentro, el general Lucio Mansilla, héroe de la independencia y hermano político de Rosas que comandaba la defensa del paso, redactó una arenga de tono encendido y contenido preciso, en la recordaba que “los insignificantes restos de salvajes unitarios que han podido salvar de la persecución de los victoriosos ejércitos de la Confederación y Orientales Libres en las memorables batallas de Arroyo Grande, India Muerta, y otras… han procedido infame y brutalmente y son el origen de la intervención armada con que los marinos de Francia e Inglaterra vienen navegando las aguas del Gran Paraná, sobre cuyas costas estamos para privar la navegación bajo de otra bandera que no sea la nacional”.
       La locución señalaba con exactitud el origen de la intervención, la doctrina de los ríos y el deber del patriotismo nacional.

       Se repetía la historia de Trafalgar, donde las naves españolas eran cazadas y hundidas a distancia por bocas de fuego de mayor alcance. Después de ocho horas de rudo cañoneo, cuando las granadas aliadas habían producido una horrorosa mortandad y no quedaban ya proyectiles a la defensa, ésta última cedió y la marinería inglesa desembarcó en la costa. Los atacados, con su jefe a la cabeza cumplieron entonces “un último y desesperado esfuerzo”, según el corresponsal de guerra de “El Nacional” de Montevideo que fue testigo del encuentro. El general Mansilla, resuelto evidentemente a no sobrevivir al desastre, encabezó un ataque a la bayoneta y cayó herido en el vientre, por una granada, antes de poder superar la barrera de proyectiles. Prácticamente todos los defensores de las baterías murieron en sus puestos, inclusive varias mujeres cantineras que se negaron a abandonar a sus esposos, hijos o hermanos al iniciarse el bombardeo. El río, la costa, el talud, la barranca, el monte, se transformaron virtualmente en un cementerio de cadáveres insepultos.
       El parte del almirante aliado rindió involuntariamente testimonio del heroísmo de los defensores al declarar: “Siento vivamente que esta gallarda proeza se haya logrado a costa de tal pérdida de vidas – se refería a las bajas del atacante -; pero, considerada la fuerte posición del enemigo y la obstinación con que fue defendida, debemos agradecer a la Providencia que no haya sido mayor”.

       Por la mañana se efectuó un nuevo desembarco con participación de la infantería de marina francesa, la cual conquistó algunas banderolas que se alzaban al frente de las tiendas y fueron exhibidas hasta no hace mucho, como trofeo de guerra, junto al sepulcro de Napoleón, en París, y llevó prisioneros a un sargento semimoribundo y varias mujeres heridas. Un cuadro dantesco se descubrió ante uno de los oficiales que pisó tierra: “Nuestros hombres vieron más de quinientos cadáveres; el sitio estaba completamente cubierto de muertos, gran número de los cuales yacía hecho trizas por efecto de las bombas”, el mismo testigo calculó que el número de heridos superaba el millar.
       La escuadra prosiguió su avance hacia el Norte. Al llegar a San Nicolás, en el paso del Tonelero, fue cañoneada nuevamente, esta vez con éxito, y el bombardeo se repitió en san Lorenzo, frente al campo de batalla de San Martín. Toda la ribera, hasta el río Paraguay, se mostró hostil a los invasores; día a día resonaba la metralla entre el juncal y los talas. La operación comercial resultó un “fiasco” clamoroso en Corrientes y Asunción, donde Hotham y sus intérpretes se esforzaron en demostrar inútilmente que los ríos quedaban abiertos a la navegación; pero, ¿quién habría de arriesgarse a mantener y solventar un tráfico que necesitaba, para sostenerse, del apoyo de toda una flota de cien cañones?
       Al fracaso comercial se unió, posteriormente, el militar. Al pasar la armada de vuelta, por Quebracho, la fuerza de Mansilla le disparó mil cuatrocientos cañonazos y más de veinte mil tiros de fusil, consiguiendo desorganizar el convoy e incendiar siete barcos, con las únicas bajas de un muerto y cuatro heridos. Para entonces Urquiza derrotaba en Laguna Limpia a la vanguardia correntina del general Paz, director de la guerra contra Rosas, que había firmado un convenio secreto con el Paraguay, mediante el cual se comprometía a despojar a Corrientes de parte de su territorio a cambio de diez mil soldados.
La escuadra encontróse de retorno en Montevideo, al año de la partida, diezmada por el hambre, el fuego, el escorbuto y el desaliento producido por el fracaso de la operación comercial. A partir de entonces, ni una sola barca se atrevió a remontar los ríos.
       La consecuencia más importante de la batalla de Obligado y encuentros conexos, según asegura un estudioso norteamericano, fue exaltar el patriotismo del pueblo argentino hasta un grado sin precedentes, pues, como dijo San Martín, “todas las facciones se unieron para oponerse a los extranjeros que trataban de desmembrar el país.”
       La batalla se libró en 1845, el mismo año de la aparición del “Facundo” y la instalación del primer molino de harina y primer alambrado. Las fuerzas nacionales defendieron el principio de la soberanía de los ríos, actualmente reconocido por el derecho internacional y aplicado en la jurisdicción del territorio bajo su dominio. Fue un combate librado contra un enemigo externo, que hizo declarar al Libertador su estupor, al no poder concebir “que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria… Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”, a las órdenes de un guerrero de la Independencia, que comandaba tropas del ejército y la armada y de los partidos del norte de la provincia. La batalla no resultó un triunfo, pero si la guerra de la cual Obligado fue el episodio culminante: Mansilla y San Pedro ganaron, en realidad, la Guerra del Paraná. En tal modo debemos festejar esta guerra como una victoria argentina ¿No se celebran acaso como fastos nacionales la campaña paraguaya de Belgrano y el triunfo de Mitre sobre López, al recordar las gloriosas derrotas de Tacuarí y Curupaytí?

       La guerra de 1845 terminó, en efecto, con las victoriosas convenciones Arana-Southern y Arana-Lepredour, por las cuales el invasor reconocía los derechos argentinos y se comprometía respetarlos en lo sucesivo, saludando con 21 añonazos la bandera adversaria. Los triunfos argentinos en los combates de San Lorenzo, Quebracho y Costa Brava, a más de la gran victoria moral de Obligado y la inteligente guerra diplomática empeñada por el canciller Arana, decidieron ese resultado.
       Al igual que en Malvinas, esperemos que ese grito de “O juremos con gloria a morir”; que aún sobrevive en esas voces acalladas por la metralla injusta y cuyo eco decidiera la guerra de Obligado y Malvinas, concite el sentimiento patriótico argentino en este nuevo aniversario de la batalla y borre con el oportuno desagravio el trazado de la infausta política del “realismo periférico” que no hace mucho ha injuriado los sepulcros y la memoria de nuestros muertos.

 

viernes, 8 de octubre de 2021

PROFESOR JAIME TRISTAN GONZALEZ POLERO. PRIMER DIRECTOR DEL MUSEO REGIONAL BRIGADIER GRAL. DON JUAN MANUEL DE ROSAS DE GRAL. SAN MARTIN.-

Por el Doctor Carlos de Santis

PROFESOR JAIME TRISTAN GONZALEZ POLERO. PRIMER DIRECTOR DEL
MUSEO REGIONAL BRIGADIER GRAL. DON JUAN MANUEL DE ROSAS DE
GRAL. SAN MARTIN.-
Nació el 11 de septiembre de l929, fue uno de esos camaradas que ganan contundentemente el cielo en la tierra, y como él era un trozo vigoroso de la patria, un ensueño en acción, muchos prefieren creer que no ha muerto. Y a fuerza de ese empecinamiento criollo, Gonzalez Polero, que no vivió para recuerdos de lata, lo hizo para la lealtad gloriosa de la acción.-
El Prof. Gonzalez Polero escritor hubiera dado quizá frutos altamente trascendentes. Pero se consumió en el combate de barricada, en la lucha personal del día a día y en todos los terrenos.  Era de estatura media de cuerpo delgado y de voluntad incansable. Tenía un andar enérgico. En sus rasgos regulares se visualizaba un rostro alargado de tez clara, con amplia frente y pocos cabellos desde temprana edad.- Pero una mirada firme y profunda que emanaba de sus ojos.-
Tenía una cara llena de luchas, teñida de cierta melancolía. Ese mismo rostro que se enardecía en las conversaciones debates o discursos sobre la patria y sus próceres venerados como Juan Manuel de Rosas.
Su capacidad, su inteligencia, su talento lo puso, siempre a disposición de los demás, generando los proyectos más audaces y emprendedores.-
Perteneció a una juventud brillante, llena de ideas nacionales.-
Fundo en 1947, junto con otros amigos y camaradas el Instituto de Investigaciones Históricas Brig. Gral. Juan Manuel de Rosas de Gral. San Martín. Edita revistas y periódicos. Crece en el conocimiento y sabiduría. Comparte tertulias, mesas de debate y opinión con los más importantes hombres del revisionismo histórico, siempre investigando y difundiendo la obra y el pensamiento de Don Juan Manuel de Rosas. (José Maria Rosa, Alberto Contreras, Julio Irazusta, Julio c. Corvalan Mendilaharzu, José Luis Muñoz Azpiri, Ramón Doll, Pablo Oliver, Federico Ibarguren, Alfredo Ortiz de Rozas, R.P. Leonardo Castellani, entre otros)
Compartió más de 70 años de la vida del Partido de Gral. San Martín, Provincia de Bs. Aires.

Asesoró varias instituciones, impartió cursos de formación histórico gremial, compartió gobiernos, y escribió discursos a muchos que desde el palco público se lucían personalmente como si fueran dueños de esas palabras, cuando en realidad le pertenecían a nuestro profesor y amigo.- .
También tuvo tiempo para formar una familia, tener hijos y conocer a sus nietos.-
Coronó su vida en la Municipalidad de Gral. San Martin, como asesor primero y luego como PRIMER DIRECTOR DEL MUSEO HISTORICO REGIONAL DE GRAL SAN MARTIN, BRIG GRAL JUAN MANUEL DE ROSAS.
Asimismo, en la década del 90, escribió una nueva historia del Partido de Gral. San Martín, y que es materia de consulta permanente por los estudiantes y estudiosos del pueblo. Fue el ariete fundamental para que los funcionarios públicos adquirieran la “Casa de Rosas” integrante de la Comandancia en Jefe de la Confederación durante el Gobierno del Brig. General y actual “Museo Regional”, como testimonio para las generaciones futuras.
Tenía la piel curtida de muchas batallas en la cual la imperfección humana era su dolor, la piel llena de gratitudes e ingratitudes.
El dolor de su cesantía a su cargo como Director del Museo, en el pico de su vida, donde los colores políticos y la incomprensión humana, lo llevaron al límite de la humillación, no hizo huella en su alma de luchador.-
Nuevas páginas se escribirán en la historia en poco tiempo y recordaran a los injustos e ingratos, con recepción en carne propia de la debida condena pública.-
Tuve la suerte de compartir muchos momentos de su vida, pero fundamentalmente esta última e ingrata etapa Creo que fuí y soy su amigo, y él mi maestro, porque como dice el sabio: “No es amigo el que rie con mi risa, sino el que llora con mis lágrimas”
En el año 2000 recibió el Premio “Cuna de la Tradición” del Partido de Gral. San Martín.- Construyó un puente entre las personas. No le bastaba mirar por encima del hombre o de las personas rumbo a un panorama lejano que lo incluía todo. El luchador en cambio eligió estar allá abajo, cara a cara con lo hombres, compartiendo la lucha por las migajas de pan y el pensamiento. Se necesita una conciencia desarrollada para humanizar los actos. Fue un hombre tierno respecto de la inocencia de mente y con carácter firme ante la brutalidad, la injusticia y el engaño.-
Su cabeza era como un teatro de la memoria.-
Huyó de la pedantería y entregó el discurso total del hombre.-
Hace ya mucho tiempo quienes conocieron de cerca al Prof. Jaime Gonzalez Polero, no podían dejar de preguntarse como sería su ausencia.- Mientras tanto él se mantenía más firme que nunca, escribiendo en Gral. San Martín, “Los Santos Lugares de Rosas” (como el se refería a dicho lugar histórico y épico), en un apartamento modesto y alquilado de la calle Sarmiento 86 de la mencionada localidad.-
Confieso con total honestidad que fue mi maestro, profesor y amigo.-
Nunca lo vi en la cama, y siempre dispuesto a continuar organizando: primero la Dirección del Museo Regional Brig. Juan Manuel de Rosas de Gral. San Martín y luego el Instituto de Investigaciones Históricas J.M. de Rosas de Gral. San Martín
Fui testigo de su dolor, su operación de la cuerdas bucales, la dificultad en hablar y luego su imposibilidad de hablar. Su ultima comunicación fue atreves de notas escritas que todavía guardo entre mis libros.-
En una oportunidad lo vi sentado en un costado de su habitación, frente al retrato de Rosas y un Crucifico; pensé que el viejo luchador estaba contemplando la vida desde la otra orilla.-
En los últimos tiempos en esta tierra, su apariencia estaba algo transfiguraba, como aquel Edipo y en sus hijas ocupándose de su bienestar en el bosquesillo de colono, su imagen era la de aquel vetusto rey que había llegado al sitio donde sabía que moriría.-en el caso el Profesor- maestro , no retornó a San Martín para morir, sino para confirmar su lucha
El destino decidió lo contrario.-“El niño que vive dentro de nosotros, confía que en alguna parte existan hombres sabios que posean la verdad y luchen por ella” y para sus amigos encarnaba uno de esos hombres.-
Sus frases se recuerdan a menudo, incluso cuando se trata más de agudeza que de sabiduría.-
Desarrolló a lo largo de su vida una feroz convicción de su pensamiento nacional.- convocó permanentemente a combatir la muerte y la nada: fue un incansable mensajero que va acorriendo…y llama a voces y grita los años del más allá.-
Con la ausencia del Prof. Gonzalez Polero, el mundo ha perdido a un increíble testigo de esta inmemorial creencia en el poder sanador de la religión, el orden y el pensamiento nacional.-
Creyó en el hombre y sufrió sus traiciones y olvidos, aún en sus último momentos.Por eso hoy nuestra obstinación por recordarlo, en nuestro soberano valor inherente de lo que elegimos recordar.-
“Lo pronunciado se fortalece, lo impronunciado tiende a la inexistencia” (Issa).
En los últimos tiempos, al recordarlo y verlo en mi pensamiento, por momentos victima de las mentiras, el engaño, el desamparo de algunos amigos; pero siempre con el ojo fijo en el muro arrasador de la vida y de su fuerza espiritual.-
Se permitió todo salvo la queja.- Muchas veces al pestañar, cuando recorro las instalaciones del Museo, lo veo entre sus paredes, siempre con toda su magnitud humana y repito sus palabras en forma de rito personal: “Mi descanso es seguir”.- Luego imagino que está sentado en la mesa de nuestro Brigadier y llegará el momento fue sentado en su carreta de fuego volverá a buscar a los traidores y abrazar a sus amigos.-

Bajo la advocación permanente de nuestro Brig. General Don Juan M de Rosas, convoco a todos hombres de buena fe, a bregar del pozo de esperanza, sabiduría y sentimiento nacional de nuestros patriotas, amigos y maestros como el Prof. Jaime Gonzalez Polero.-

Dr. Carlos Alberto De Santis.- (Desde mi corazón)
Presidente del Instituto de I.H.J.M. de Rosas de Gral. San Martín