Por Ricardo Geraci Del Campo Ríos
Tema: Acta de Rancagua Por el Profesor Alberto Bertozzi
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Por Ricardo Geraci Del Campo Ríos
Tema: Acta de Rancagua Por el Profesor Alberto Bertozzi
Por Claudia Alejandra Heredia.
“En ese año del casamiento Juan Manuel se
disgustó con sus padres, se quitó el poncho y la chaqueta que le había regalado
la madre y se fue. Dejó el campo y no quiso recibir sueldo ni recompensa por su
trabajo de muchos meses. Juntóse con sus amigos Luis Dorrego y Juan Nepomuceno
Terrero y se dedicó a la salazón de carnes. Es el fundador de esta importante
industria: el estableció a los veintidós años de edad, el primer saladero
argentino. Ganó mucho, y así pudo, poco tiempo
después asociado con Terrero, comprar el campo en donde fundó “Los Cerrillos”.
Más tarde comenzó a administrar estancias de sus parientes los Anchorena sin
cobrarles. Pasaba en la ciudad breves temporadas con alguna frecuencia, pues
Encarnación, durante el invierno, se quedaba allí.”
“Vida de Juan Manuel de
Rosas”, Manuel Gálvez, Editorial Tor, 1940.
Pero para quienes hacemos de la historia una
realidad cotidiana, éste no es un sitio más. Allí dentro se percibe un
sentimiento común de emoción al tocar las paredes, al mirar por las ventanas,
al recorrer cada una de las cinco habitaciones donde vivió DON JUAN MANUEL
DE ROSAS, EL CÉSAR DE LAS PAMPAS, EL MÁXIMO DEFENSOR DE NUESTRA SOBERANÍA, EL PARA MUCHOS, PADRE DE NUESTRA PATRIA.
Corría el año 1817 cuando el joven Juan Manuel
asociado, con Luis Dorrego, hermano de Manuel y Juan Nepomuceno Terrero, quien
sería su socio y amigo de toda la vida, adquirieron la Estancia Los Cerrillos
en la Guardia del Monte, zona de frontera con los indios. En el medio de la
estancia, protegido por fosos, se destacaba el rancho, pintado de color rosa
como las típicas construcciones de la época, con paredes de adobe, techo de
paja tejido a mano por nativos pampas trenzando pasto y cañas de tacuara,
cubierto por paja prensada en el exterior.
CRÓNICA DE UN TRASLADO INÉDITO, ÚNICO EN SUDAMÉRICA Luego de que fuera declarado patrimonio histórico en el año 1987, el propietario de la estancia Otto Bemberg, decide afrontar el costo de 70.000 dólares para su traslado, simplemente por motivos de privacidad ya que no podía negar el acceso al público a visitar el rancho. Hasta el momento la casa había sido utilizada por la familia pero respetándola como un bien histórico. Fueron 2 meses de intensa labor en la que trabajaron 60 personas entre arquitectos, ingenieros, técnicos, y operarios. El peso a transportar era de alrededor de 100/120 toneladas para lo cual se construyeron 3 vigas de concreto de 25 centímetros de largo y 8 cruzadas para usar como base. Se procedió a excavar alrededor para levantar el rancho entero y colocarlo sobre dicha base, que a su vez se colocó sobre un carretón con 120 ruedas. Así fue trasladada la histórica vivienda a su ubicación actual, debiendo recorrer una distancia de 60 km. 25 por un camino rural de tierra y 45 por ruta 41 a una velocidad de 5 km/h, casi a paso de hombre. Fue un hecho sin precedentes. Así fue como el 31 de diciembre del año 1987 fue emplazado en pleno casco histórico en la intersección de las calles Juan Manuel de Rosas y Belgrano, en el corazón de la ciudad.
Se conserva intacto excepto el piso ya que
originalmente era de tierra. El Rancho destila aires de simpleza, como su
propietario... consta de 5 habitaciones en chorizo cada una con su entrada
independiente, sin cocina y sin baño, porque así se acostumbraba por aquellos
tiempos. Así como también se acostumbraba la utilización de puertas bajas,
aleros que permitían ver de afuera hacia adentro pero no viceversa, todas
medidas de defensa contra los malones de los indios que acostumbraban entrar a
las viviendas con caballo y todo.
La quinta y última sala utilizada para los
quehaceres domésticos alberga un busto de Rosas, pinturas y un mapa de la
provincia de Buenos Aires detallando los fortines de principios de Siglo XIX.
Simple y austero, luminoso por dentro, es difícil imaginar la vida allí, en crudos inviernos, en la lejanía y la soledad de la pampa. Encarnación y los niños lo habitaban solo en época estival. Era duro, pero ése era su mundo. Don Juan Manuel habitó el Rancho intercalando estadías en Buenos Aires hasta el año 1835. Nos vamos felices de haber conocido una auténtica reliquia histórica. Desandando el camino, ya saliendo al exterior, una última mirada nos enfrenta con su rostro y su mensaje a la posteridad. Palabras que, particularmente, nunca dejan de conmoverme
“Durante el tiempo que presidí el Gobierno de Buenos Aires, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina con la suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia. Soy el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como malos, de mis errores y mis aciertos”
GLORIA ETERNA AL RESTAURADOR
DEFENSOR DE NUESTRA SOBERANIA
Y DE LA SANTA CAUSA DEL FEDERALISMO.