jueves, 19 de julio de 2012

Coronel D. Eugenio Del Busto

Por el Dr. Raúl Carlos Chiviló
Una vida consagrada a la patria
EN 1826 EL CORONEL FEDERICO RAUCH -militar de origen prusiano al servicio del gobierno de Buenos Aires- realizó una expedición a la zona de las Sierras
de la Ventana con el objeto de someter a una partida de indios "alzados" (o
"ladrones" como los denominaba D.Juan Manuel de Rosas), que asolaban el sud-oeste bonaerense más allá de las costas del Río Salado. En ésa ocasión logró rescatar a numerosos cautivos, entre los cuales se encontraba un joven de quince años que hablaba a la perfección varias lenguas de los aborígenes de la región pampeana: D. Eugenio del Busto; y fue necesario valerse de un intérprete para interrogarlo y conocer su historia, pues había olvidado completamente su idioma materno. A través
de sus declaraciones, el coronel Rauch logró conocer la ubicación de varias tolderías de indios "infieles", a los cuales atacó con éxito, apoderándose
de prisioneros y ganado.
Luego de ése episodio -y a pedido del mismo Coronel Rauch- el joven Eugenio intervino como "baqueano" y "lenguaraz" en expediciones punitivas, de reconocimiento y de exploración llevadas a cabo en territorio bonaerense, dado su alto grado de conocimiento del territorio que se debía recorrer, y de los hábitos y costumbres de los primitivos habitantes de la zona. Su desempeño eficaz en las tareas que le fueron encomendadas,como así también sus cualidades personales, le valieron el reconocimiento de sus superiores quienes le confirieron el alta inmediata como soldado en el Regimiento de Húsares del Plata nº 5 bajo las ordenes de su antiguo comandante. Eugenio del Busto había nacido en 1811 en la Ciudad de Montevideo(por entonces capital de la Banda Oriental del Uruguay), y poco tiempo después se trasladó junto con su familia a la Ciudad de Buenos Aires, para radicarse por último en la Guardia de Luján (hoy Ciudad de Mercedes). Contaba nuestro ilustre personaje con seis años de edad, cuando en ése lugar fue capturado por un malón de indios pampas, y llevado a unas tolderías del sur de la Provincia de Buenos Aires como cautivo hasta el momento de su rescate. Luego de haber ingresado al mencionado Regimiento de Húsares en 1827, fue designado "lenguaraz y baqueano mayor" con la jerarquía y sueldo de ayudante mayor. Al año siguiente fue con su regimiento a poblar el fortín "Federación" (hoy Ciudad de Junín), y participó -con éxito- de varios combates contra los indios "rebeldes", en uno de los cuales luchó "cuerpo a cuerpo" con el llamado "Comandante Zúñiga" (jefe de la indiada y cristiano renegado), a quien hirió en forma mortal. Como consecuencia de la Revolución del 1º de diciembre de 1828 -mediante la cual el general Juan Galo de Lavalle derrocó al gobernador legítimo de la Provincia de Buenos Aires coronel D.Manuel Dorrego- el Regimiento de Húsares que apoyaba al militar sublevado, se enfrentó con fuerzas federales partidarias del entonces comandante general de campaña D. Juan Manuel de Rosas. En ése combate que se llevó a cabo en 1829 en el paraje denominado "Las Vizcacheras", D. Eugenio del Busto fue herido y tomado prisionero, en tanto que su comandante el coronel Rauch, resultó muerto; luego recuperó su libertad. Habiendo accedido al poder mediante elecciones libres y democráticas como gobernador de la Provincia de Buenos Aires, D. Juan Manuel de Rosas le otorgó a D. Eugenio del Busto la jerarquía de capitán, y le confirió la misión de parlamentar con los indios voroganos a fin de apartarlos de los hermanos Pincheiras (ex-jefes de los ejércitos realistas que luego de las derrotas sufridas por la acción de las fuerzas patriotas en Chile, invadieron el territorio argentino para saquear, matar, tomar cautivos y robar ganado). Ésa gestión fue plenamente exitosa, pues D. Eugenio del Busto logró la ruptura entre esos antiguos aliados, y obtuvo una paz -que fue casi permanente- con dichos aborígenes. En el año 1833 D. Eugenio del Busto fue ascendido al grado de sargento mayor y participó de la expedición al desierto como "lenguaraz" y ayudante de campo del general Juan Manuel de Rosas. Durante ésa campaña llegó hasta la "Fortaleza Protectora Argentina" (hoy Ciudad de Bahía Blanca) para proteger a los indios voroganos (que para entonces eran aliados del gobierno) de los continuos ataquesa que eran sometidos por parte del cacique general Juan Calfucurá, a quien luego de su derrota obligó a escapar hacia la cordillera. Posteriormente, y estando al mando de escuadrones de soldados veteranos e indios amigos (entre 1835 y 1836) persiguió, atacó y venció a los ranqueles y a otras tribus de la zona pampeana, logrando tomar prisioneros y rescatar cautivos. Desde 1840 hasta 1844 permaneció en la zona de Tapalqué con propósitos defensivos, y luego se dirigió hacia el oeste bonaerense para fundar en 1846 -a requerimiento del jefe de la Confederación Argentina D. Juan Manuel de Rosas- un cantón militar en el lugar denominado "Bragado" junto a la laguna del mismo nombre. Ésa fortificación tenía piezas y cuadras para la tropa construidas de adobe, con ranchos para las familias, y un mangrullo, todo rodeado por un parapeto de barro cocido y una zanja o foso. Poco después, marchó con sus tropas hacia Junín y Rojas para reprimir a las distintas tribus que se habían aliado entre sí para atacar y saquear ésas nuevas poblaciones; y cuando regresó a Bragado en 1850, conformó con ésa guarnición y sus alrededores, un pueblo floreciente, en el que permaneció hasta 1851. Durante ése mismo año fue ascendido a teniente coronel, y con ésa jerarquía participó en la Batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, luchando en las filas del ejército de la Confederación Argentina -que comandaba el brigadier general D. Juan Manuel de Rosas- al frente de una división de caballería que causó estragos en el Ejército Grande, y que posteriormente fue casi diezmada por la artillería enemiga.
Luego de la derrota de las fuerzas del Restaurador en ésa batalla, D. Eugenio del Busto fue incorporado al Estado Mayor del Ejército, y ascendido al grado de coronel a pesar de sus antecedentes rosistas. Poco tiempo después,se lo designó comandante general de campaña de la zona centro de la Provincia de Buenos Aires, y se le
encomendó la tarea de creación de dos regimientos de frontera: el de "Blandengues" y el de Caballería de la Guardia Nacional, proyectos que no pudo concretar por razones diversas. En 1877, el entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires Adolfo
Alsina, lo nombró jefe del Cuerpo de Inválidos. Es posible afirmar -con seguridad- que sus ascensos en la jerarquía militar, y sus designaciones para desempeñar cargos públicos, fueron la consecuencia del reconocimiento por parte de las autoridades nacionales y provinciales de la época, de su honorable conducta, de su hombría de bien, y de su valentía y arrojo que puso de manifiesto en la lucha contra el indio y la defensa de la frontera interior de nuestra Patria. Cabe destacar que durante su larga y notable trayectoria
como militar, recibió numerosas condecoraciones, que él solía lucir en público
conjuntamente con su viejo uniforme en los últimos años de su vida. Es necesario señalar también, que los exclusivos y profundos conocimientos geográficos que poseía D. Eugenio del Busto acerca de una gran parte de nuestro territorio, fueron debidamente valorados y utilizados por el Departamento Topográfico Nacional y por el coronel Álvaro Barros (primer gobernador de la patagonia argentina), para confeccionar planos, cartas, y mapas referidos a toda la región pampeana. La vida de D. Eugenio del Busto -llena de privaciones y sacrificios- se extinguió en la Ciudad de Buenos Aires el 22 de junio de 1899, y sus restos fueron inhumados en el cementerio de la Recoleta. En la plaza principal de la Ciudad de Bragado existe un monumento que lo recuerda como su ilustre fundador. Recientemente y con fecha 30 de agosto de éste año, la urna que guarda los restos de D. Eugenio del Busto, fue trasladada a requerimiento de sus descendientes directos desde el Cementerio de la Recoleta hasta Bragado, para ser depositada al pie del mástil de la plaza principal de ésa ciudad mediante la realización de una emotiva ceremonia oficial.

viernes, 13 de julio de 2012

Guillermo Brown

Por el Contador Daniel Hugo Jerez

William Brown nació el 22 de junio de 1877 en Irlanda, pero siendo muy chico sus padres emigraron a Estados Unidos, donde quedo huérfano de adolescente. Se embarco como grumete y fue progresando en la carrera náutica, donde se destacaba por su pericia, coraje y sangre fría. Fue prisionero de los franceses y los ingleses. Obtuvo la matrícula de capitán y llego a Montevideo en 1809, pensando dedicarse al comercio fluvial y marítimo. No obstante Dios quiso otra cosa, y le destinó tres grandes campañas navales en las que se cubrió de gloria. Poco después de iniciado el gobierno patrio en 1810, William (cuyo nombre ya comenzó a cambiarse por el Guillermo con el que lo conoce la historia), simpatizó con la causa patriota y comenzó a transportar armas y víveres a los insurrectos de la Banda Oriental. El Director Posadas lo nombra teniente coronel y con una pequeña escuadra, formada principalmente por buques capturados a los realistas, los vence en varias batallas, entre la que se destaca la que derrotó a la escuadra española situada frente a Montevideo, permitiendo que Artigas tomara la ciudad, en mayo de 1814. Retirado en Buenos Aires y dedicado al comercio, su patria adoptiva lo vuelve a convocar nuevamente en 1826 para la defensa de la Banda Oriental,esta vez ocupada por el imperio del Brasil, cuya flota bloqueaba Buenos Aires, designándolo Coronel Mayor. En esta campaña desplegó al máximo sus cualidades como organizador y comandante, logrando victorias admirables contra la flota imperial ampliamente superior, entre las que se destacó la llamada batalla de los Pozos. Varios jóvenes marinos criollos mostraron sus grandes cualidades de jefes heroicos entre ellos Espora y Rosales, que fueron llamados "los mellizos de la gloria". Los brasileños fueron ampliamente derrotados en el mar, así como en la tierra. Lamentablemente, en una de las batallas navales, murió el joven marino escocés Francis Drummond quien era prometido de la hija de Brown, Elizabeth. Al enterarse de la noticia, la joven se arrojó al río, ahogándose en él. Este hecho amargó profundamente al gran marino, cuyo carácter se tornó hosco e inaccesible. Siendo ya mayor, el Gobernador de Buenos Aires Brigadier General Juan Manuel de Rosas, lo vuelve a convocar en 1841 para defender la patria contra la agresión francesa, aliada con los unitarios y los colorados orientales. Nuevamente obtiene sonadas victorias contra los enemigos. En una de ellas derrota una fuerza dirigida por el corsario ligur, aliado a los invasores: Giuseppe Garibaldi, quien logra huir a tierra. Cuando sus hombres se disponen a perseguirlo, Brown se los impide, con grandeza sublime diciéndoles: "Déjenlo escapar que ese gringo es un valiente". Brown pasó sus últimos años retirado en su quinta de Barracas, y cuando un marino británico, ex rival suyo en la guerra del Brasil, lo visitó y le comentó que consideraba que la Argentina no había sido lo suficientemente agradecida con él, el viejo marino le respondió: "Señor, no me pesa haber sido útil a la patria de mis hijos; considero superfluos los honores y las riquezas cuando bastan seis pies de tierra para descansar de tantas fatigas y dolores". El 3 de marzo de 1857, próximo a cumplir 80 años fallece este gran hombre de mar, argentino por propia decisión, que no vaciló en tres oportunidades en dejar la comodidad de su hogar para arriesgar la vida por su patria adoptiva.

jueves, 12 de julio de 2012

El niño Modelo (Domingo F. Sarmiento)

Por Arturo Jauretche
EL NIÑO MODELO
Esta no es una zoncera vernácula, pero es madre de otras que lo son. Fue importada de los Estados Unidos como la "coca-cola", pero con menos aceptación por los párvulos.
Mark Twain nos ha divertido con sus historias del niño bueno y el niño malo, ridiculizando una educación que porque Benjamín Franklin estudiaba de noche y con vela, espera del estudio nocturno y con vela que cada niño invente el pararrayos.
El niño modelo de los norteamericanos es el niñito Benjamín Franklin: el nuestro, el niñito Domingo Faustino Sarmiento. Los norteamericanos propusieron a Franklin porque el otro candidato, Abraham Lincoln, tenía un físico más bien para niño malo. Aquí no se tuvo en cuenta la belleza física, como se comprueba con sólo mirar los innumerables Sarmiento, que en mármol, bronce, yeso o en reproducción fotográfica acechan a los niños en todos los rincones escolares. Tal vez el haber llegado a Presidente de la República en un país donde se educa para ciudadano y no para argentino, haya sido factor decisivo, desde que ser Presidente es la legítima aspiración de todo niño modelo que se respete.
En la práctica se trata de un error; lo que conviene es ingresar en el Colegio Militar aunque no se sea cadete modelo. Pero las zonceras —como se ve y se verá— son siempre teóricas y rechazan la experiencia.
Para compensar las lógicas resistencias maternales a que sus tiernas criaturas se parezcan físicamente al modelo, se distribuye una imagen de niño malo, la de Facundo, ocultando sus rasgos bajo una pelambre aterrorizadora, y se enseña a las criaturas lo que el niño modelo cuenta sobre la niñez del niño malo, que si no mató al padre fue porque estaba ocupado en sacarle los ojos a las gallinas. De quién era el feo —entre el niño malo y el bueno- tenemos un testimonio. Juan Bautista Alberdi, de vuelta de algunas de sus zonceras, de las que terminó siendo víctima, dice en "Palabras de un ausente": "Perdido entre los miembros del Instituto de Francia, cualquiera por la forma de la cabeza hubiera tomado a Facundo Quiroga como rival de Arago, el astrónomo; yo he visto bien a los dos". "Sarmiento, al contrario, ha sido equivocado con un aborigen de la pampa por las primeras gentes del gobierno de Washington, según lo he oído a un testigo ocular".
El niño modelo, según el patrón norteamericano, lleva un diario de su vida que se interrumpe por muerte prematura. El nuestro tiene que vivir para llegar a Presidente y para escribir su biografía ya crecidito. En este caso, la biografía se llama Recuerdos de Provincia. (Es curioso que todas las autobiografías sean de niños modelos. Habría que averiguar por qué no las escriben los niños malos).
Vamos a ver ahora algunas zonceras del niño modelo que son utilizadas en la educación de nuestros párvulos.

I) El niño que no faltó nunca a la escuela
La imagen del niñito Domingo Faustino Sarmiento que usted lleva metida adentro, es la de una especie de Pulgarcito con cara de hombre, calzado con grandes botas y cubierto con un enorme paraguas, marchando cargado de libros bajo una lluvia torrencial. (Los niños sanjuaninos son los únicos a quienes esta imagen no impresiona, pues saben que jamás llueve en San Juan durante "el período lectivo" como dice la prestigiosa "docente" doña Italia Migliavacca. Más bien a San Juan le da por los temblores y los terremotos).
¿A quién no le han machacado en la edad escolar cuando uno prefería quedarse en la cocina junto a las tortas y al maíz frito en los días lluviosos, conque Sarmiento nunca faltó a clase así lloviera, nevara o se desataran huracanes?
Lo dice el mismo niño modelo en Recuerdos de Provincia.
"Desde 1816, fecha en que ingresé en la escuela de primeras letras, la Escuela de la Patria, a la edad de cinco años, asistí a ella durante nueve regularmente, sin una falta". Esta es una de las virtudes del niño modelo que más ha torturado a la infancia argentina hasta la aparición de la nueva ola de niños malos (“revisionistas”). “¡Nueve años sin una falta a la escuela de primeras letras”, comentan estos malvados. Y agregan ante el contrito magisterio: "¡Flor de burro el tal niño modelo para pasarse nueve años aprendiendo las primeras letras! ¡Y después lo critican a uno si repite el grado!".
Conviene poner las cosas en su lugar.
El mismo niño modelo nos dice que en 1821, a los seis años de su ingreso en la escuela de primeras letras fue llevado al Seminario de Loreto de Córdoba, con lo que los nueve años de asistencia perfecta que nos cuenta quedaría reducidos a seis.
¿Volvió el niñito modelo a la escuela primaria por tres años después del rechazo en el Seminario?
Es indiscutible que una asistencia escolar perfecta de seis años a la escuela de primeras letras es una dosis excesiva hasta para un niñito un poco tarado. Mucho más si se trata de nueve. Y Sarmiento era un niño precoz. También lo dice en Recuerdos de Provincia cuando relata que ingresó a la escuela a los cinco años "sabiendo leer de corrido, en voz alta, con las entonaciones que sólo la completa inteligencia del asunto puede dar".
Con esto se derrumba la leyenda de los nueve años de asistencia perfecta, pero también la pretensión vengativa de los niños malos (revisionistas) que sostienen que era un burro. Ni un burro ni asistencia perfecta. Un niño cualunque; pero más bien aventajado, pues siempre fue el primero de la clase.
Don Leonardo Castellani, que es fraile y conoce mucho a los chicos, dice que "el chico que nunca se hizo la rabona es sospechoso". En general todos los chicos afirman, como Dominguito, que nunca "se la hicieron", pero conviene desconfiar.

II) El buen compañerito
El artículo 49 del Reglamento del Niño Modelo establece que éste es un buen compañerito. Sarmiento lo sabía y sugiere que era un buen compañerito desde que se pintó como caudillo infantil, que nos cuenta en Recuerdos de Provincia cuando describe las guerrillas a pedradas en las que era jefe de su bando. Este relato es de mano maestra, sólo que resulta un poco contradictorio con lo que se sabe de los niños modelos en general, que nunca tiran piedras ni pelean. Más bien son incomprendidos, lo que los obliga a pasarse los recreos junto a las niñas o al lado de la maestra. (Para caudillo en una de cascotazos el que me gusta es más bien el "niño" Facundo).
¿Era el niño Domingo Faustino Sarmiento un buen compañerito?
En Recuerdos de Provincia, nos cuenta lo siguiente: "Estaba establecido el sistema seguido en Escocia de ganar asientos. Proponíase una cuestión de aritmética y los que no sabían bien me miraban. Se habían de perder en la votación los que se paraban, yo fingía pararme para precipitarlos. Si, por el contrario, convenía pararse, yo me repantigaba en el asiento y me paraba repentinamente para soplarle el lugar a los que me habían estado atisbando."
Cuando le leí esto a mi sobrinito (niño malo revisionista) hizo un comentario irreproducible, agregando enseguida: —"¡Vaya y pase que no soplara! ¡Pero encima enterraba a sus compañeros!".
Así, de las propias palabras del niño modelo resulta que, por un lado era el compañerito que exige el reglamento, y por otro, el "falluto" que dice mi sobrinito con otras cosas más.
Es una lástima que el autor de Recuerdos de Provincia no nos cuente qué le pasaba a la salida de la escuela al niñito modelo que había "enterrado" a sus compañeritos.
Recuerdo que tuve en cuarto grado un compañerito así: la maestra tuvo que ponerlo primero en la fila a la salida de la escuela para que "se las picara" a tiempo; y también estaba obligado a entrar mucho antes de que sonara la campana y a prescindir de "malas juntas" en los recreos.Además, Sarmiento nos cuenta lo siguiente: "No supe nunca bailar un trompo, rebotar la pelota, encumbrar un cometa ni uno solo de los juegos infantiles a que no tomé afición en mi niñez".
Esto sí se concilia con la calidad del niño modelo, pero de ninguna manera con la de caudillo de los compañeritos: es como si lo nombraran capitán al más patadura del equipo.
En función de estas contradicciones y la falsedad de aquello de los nueve años de asistencia perfecta es que los niños malos (revisionistas) empiezan a insinuar que el niñito modelo Domingo Faustino Sarmiento era un poco mentirosito.

III) El niño que no mintió jamás
¿Era mentiroso el niñito Domingo Faustino Sarmiento?
También en Recuerdos de Provincia nos dice don Domingo Faustino Sarmiento: "En la escuela me distinguí siempre por una veracidad ejemplar, a tal punto que los maestros la recompensaban proponiéndola de modelo a los alumnos y citándola con encomio y ratificándome más y más en mi propósito de ser siempre veraz, propósito que ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de que dan testimonio todos los actos de mi vida".
Esta veracidad es tanto más meritoria por lo que dice enseguida: "La familia de los Sarmiento tiene en San Juan una no disputada reputación, que han heredado de padres a hijos, direle con mucha mortificación mía, de embusteros. Nadie les ha negado esa cualidad, y yo les he visto dar tan relevantes pruebas de esta innata y adorable disposición que no me queda duda que es alguna calidad de familia".
Hagamos pues el debido mérito a esta veracidad inquebrantable que el niño practicó con el tenaz apoyo de su madre, doña Paula, oponiéndose al "don de la familia".
Dice a este propósito, también en Recuerdos de Provincia: "Mi madre, empero se había prevenido para no dejar entrar, con mi padre, aquella polilla en su casa y nosotros fuimos criados en un santo horror por la mentira".
¿Pero ese "santo horror" sólo duró mientras su madre consiguió impedir que en su casa entrara esa "polilla"? Parece que fue así según resulta de las Mentiras de Sarmiento que escribió Ramón Doll, y que afortunadamente no llega a manos escolares, pues los niños malos aprovecharían la copiosa recopilación de Doll para su labor destructiva del modelo. Sólo basta recordar lo que Sarmiento dice defendiéndose de las inexactitudes de su Facundo: "Cuando hay que mentir se miente", lo que ratifica en la carta a Rafael García del 28 de octubre de 1868: "Si miento, lo hago como don de familia, con la naturalidad y la sencillez de la veracidad".
Como se ve, ya crecidito, al niño Sarmiento —57 años para la fecha de la carta— poco le queda de aquel "propósito que ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de que dan testimonio todos los actos de mi vida". A esa edad Sarmiento confiesa —¿será verdad?— que en materia de veracidad sigue vivito y coleando el "don de familia" y que la veracidad de que "dan testimonio todos los actos de mi vida" está completamente penetrada por la polilla que habría combatido inútil¬mente doña Paula.