miércoles, 31 de marzo de 2021

El saladero de Rosas-....

por José Luis Mignelli*

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En 1815, Juan Manuel de Rosas, quien por entonces  contaba  veintidós años de edad, se asoció con su primer amigo Juan Nepomuceno Terrero y con Luis Dorrego, bajo la razón social Rosas &  Terrero.  Esta tuvo por objeto comercial la explotación ganadera y el acopio de frutos del país, así como también la salazón de carnes y pescados. Dice Ibarguren (1) que esta última actividad fue desarrollada en un lugar denominado Las Higueritas,  cerca de la reducción de los Quilmes.
Otros historiadores, revisionistas o no, aportan en sus escritos semejante información, coincidiendo en que el primigenio establecimiento industrial  encontrábase  ubicado en el entonces vasto partido de Quilmes. (2)   Por tradición familiar y en razón de que mi bisabuelo materno poseyó hornos de ladrillos en Monte Chingolo, siempre supe que la industria de la  familia se encontraba ubicada en las inmediaciones de lo que había sido el saladero de Rosas.

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Pese a indicios y certezas, su ubicación no fue por todos  conocida, sino cuestión de iniciados. Así, Teófilo Hirox Funes, en su Ensayo Histórico sobre la Fundación de Lanús, alude al tema incidentalmente calificándolo como suficientemente documentado, al señalar que: “Alguien dice que don Juan Manuel de Rosas (siempre su nombre presente en esta rememoración lanusense!) fundó mucho más allá, y mucho tiempo antes, un saladero de activa vida industrial. La referencia parece cierta y documentada pero conviene situarla al margen de esta enumeración, ya que su ubicación precisa debió estar en las cercanías de Monte Chingolo…” (3)
En un trabajo publicado en 1989 por la Sociedad de Arquitectos de Lanús, puede leerse respecto a Las Higueritas que: “Junto al camino principal de acceso habían hallado restos de piletones de ladrillo vasco de 1.20 m de profundidad. En ese lugar no crecía nada debido al salitre que afloraba. Este hecho alimentó la idea de que allí había funcionado un saladero. En la década del treinta llegó una comisión buscando un sauce, un paraíso y un ombú que presumiblemente rodeaban una construcción en la que, a partir de 1815, funcionó un saladero perteneciente a la sociedad integrada por Dorrego, Rosas y Terrero…” (4).
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Faena en el saladero
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Por intermedio de mi madre, supe que una de las socias del Círculo de Docentes Jubilados de Lanús que ella preside, es la actual  propietaria de la casa del saladero, habitando en parte de la misma. Sus padres habían comprado la propiedad en 1922, ocupándola previamente en calidad de puesteros.    Debo a la gentileza de esta señora la oportunidad de visitarla, en vísperas de cumplirse  el 25 de Noviembre de 1991, el  176º Aniversario de la fundación de aquella industria. La casa habría sido construida en 1778 por el padre del General Wenceslao Paunero y consta de tres cuerpos contiguos de distintas alturas. Las paredes están asentadas en barro y conchilla. La fachada principal orientada hacia el Río de la Plata (SE) se encuentra hoy encerrada en el interior de la manzana y es pared de 0.90 m de espesor, asegurada con zunchos de hierro forjado consistentes en dobles eses (S), unidas por pernos que traban el conjunto.
Techos
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Razones de habitación y cambio en la explotación económica, hicieron que el edificio sufriera con el tiempo numerosas modificaciones en parte de su exterior e interior, conservándose la estructura general felizmente intacta. En el amplio salón donde presumiblemente funcionó la industria, todavía puede verse el techo de ladrillos con tirantería y alfarjías de madera (artesonado), vestigio de cegadas arquerías y ventanas coloniales con rejas de hierro forjado. Las azoteas, embaldosadas en rojo, ostentan la marca Pierre Sacomann *) de Marsella. La construcción necesariamente evocada en  frecuentes  páginas de historia, se yergue aún allí, en el número 940 de la calle Magdalena de Lanús Este, a una cuadra de la transitada Centenario Uruguayo y a 100 m. de las inactivadas vías del ex Ferrocarril Provincial. En su actual frente, placas oscurecidas por el tiempo recuerdan la importancia de aquel asentamiento industrial. Las más antiguas datan de 1938 y 1940 y dicen así:  “Homenaje al primer establecimiento industrial argentino de carnes, creado en el país por el Brigadier General Juan Manuel de Rosas. 25 noviembre 1815 – El Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas – 25 noviembre 1938”.
 “Al primer establecimiento industrial argentino de carnes creado en el país en 125º aniversario de su fundación. El Centro Comercial de Lanús. 1815 – 25 de noviembre – 1940”.

Placas conmemorativas en el frente actual
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Si consideramos la escasa atención que se ha dispensado en el pasado a la conservación de zonas y lugares históricos de nuestro país, puede concluirse que constituye un privilegio y motivo de  legítimo  orgullo para los bonaerenses de Lanús,  la permanencia de este edificio, con seguridad el más antiguo del partido. Cabe preguntarse al respecto si el Estado permanecerá  impasible,  o si por el contrario, dispondrá medidas tendientes a su restauración y conservación, apoyando económicamente en esta tarea a su propietaria (5), quien lo habita orgullosamente.  La casa del saladero merece y acredita razones valederas para ser preservada, por estar vinculada a la historia económica de la Provincia de Buenos Aires. Así lo exigen el respeto por la memoria de los que en el trabajo nos precedieron con visión, emprendimiento y esfuerzo, y el reclamo todavía inaudible de las generaciones que nos sucedan.
                                                                                                 Lanús, Noviembre de 1991
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*) Nota: Baldosas de esta marca “con sus características anclas en los extremos”, fueron también halladas en las excavaciones del Caserón de Rosas en Palermo, así como otras de reemplazo de la marca Dubosc de la ciudad francesa de Le Havre. (Ver Daniel Schávelzon y Jorge Ramos. Excavación Arqueológica en el Caserón de Rosas en Palermo. Informe de la segunda temporada de excavación (1988). Revista del instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Nro.26  correspondiente  a  Octubre  -  Diciembre de 1991).
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Referencias:
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1)      Carlos Ibarguren. "Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama su tiempo". Página 43 Editorial Theoría. Buenos Aires, 1972.
2)      Ernesto H. Celesia. "Rosas. Aportes para su historia". Páginas 37/38. Ediciones Peuser. Buenos Aires, 1954 y Juan A. Pradère. "Juan Manuel de Rosas. Su Iconografía". Tomo 1, Página 21.  Editorial Oriente. Buenos Aires, 1970.
3)      Teófilo Hirox Funes. "Ensayo Histórico sobre la Fundación de Lanús". Página 6. Lanús, 1963.
4)      Diana Borejko, Gloria Espinosa y C. Leonor Yañez.  "Lanús: De Rural a Urbano". Página 11. SAL. Sociedad de Arquitectos de Lanús. Sub-comisión de Preservación. Patrimonio Rural. Buenos Aires, 1989 (del testimonio de Doña Cleofé Oliva Faustina Rossetti de Roagna).
5)      Doña Leticia Roagna de Cristiano.

sábado, 27 de marzo de 2021

Manuelita y el "Viejo Bruno"

 Año 1842. A bordo del bergantín General Belgrano, buque insignia de la escuadra de la Confederación, se hacen grandes preparativos. No se trata felizmente de aprestos bélicos sino de un acontecimiento social: la señorita hija del gobernador ha anunciado su visita a los barcos de la flota el dia 11 de mayo Si el tiempo lo permite. Al anuncio, hecho días atrás, se agregaron bultos de ropa para renovar los gastados equipos de los marineros y doscientas llamantes banderas destinadas al adorno de los navios. La noticia causó muchos sinsabores a los responsables de la recepción. ¿Vendría Rosas?, ¿qué viento soplará? ¿qué lugar será más tranquilo para embarcar a señoras poco acostumbradas a la navegación? por fin se decidió que el traslado se realizaría en tres balleneras comandadas por el ayudante Alsogaray —que obsequió un cajón del mejor champagne para la fiesta— y por un marino muy galante y experto en acompañar damas. Al venerable almirante Brown correspondía hacer los honores de la flota.

Una brillante comitiva seguía a Manuela Rosas cuando ésta subió la escala de honor del buque insignia, engalanado con todos sus empavesados y gallardetes: estaba su prima Corina, sus amigas Arana. Beláustegui, Madero y Frank, sus tíos, el general Mansilla y Prudencio Rosas, la lnfaltable tía Agustina que no perdía ninguna diversión, el gobernador de Salta y varios personajes más. Apenas llegada a bordo, la Joven besó y abrazó al anciano almirante diciéndole:

“Antes que todo deseo conocer el camarote en que mi segundo padre reposa las fatigas de la guerra”.

Brown le contestó conmovido:

“Señorita —admito con placer su alusión.— Estas aguas devoraron a mi pobre Elisa no terminada aún la campaña del Brasil y contemplaré en la persona de Ud. el espíritu de la hija perdida, cual si ella me visitara hoy” “La amable curiosa, dice El Nacional, que era la estatua animada de la ternura, bajó la vista visiblemente emocionada”. Un pequeño incidente estuvo a punto de aguar la reunión: al recorrer la comitiva la cámara del almirante, el general Mansilla vio una cómoda butaca y aprovechó para repantigarse en ella, sin saber que era el asiento favorito del dueño de casa. Este, con las manías propias de su edad, prohibía que nadie se sentara allí y precipitándose sobre el inocente Mansilla lo tomó del brazo exclamando: “En esta silla no se sienta nadie sino yo, yo, yo..

Manuela, perspicazmente, comprendió el cariz que podía tomar el entredicho e interponiéndose abrazó a Brown diciendo:

“Hace bien mi viejo en no permitir que se invadan sus dominios”.


Se almorzó bajo un toldo dispuesto en la cubierta y el buen humor fue general. Los larguísimos brindis resultaron una ocasión más de beber a la salud de todos. Manuela lo hizo por su padre y por el que consideraba su segundo padre, el almirante. Algunos fanáticos federales enturbiaron la simpática sobremesa y nuevamente Brown se enojó; el famoso mazorquero Juan Pablo Alegre brindó “Por la importante vida de nuestro Restaurador de las Leyes y porque la sangre inmunda de los salvajes asquerosos unitarios corra como las aguas de nuestros ríos”.

Indignado, el almirante derramó su copa sobre el mantel: “Yo no quiero sangre a bordo, señor mayor, aquí estamos en una fiesta y no en un combate para recordar lo que sólo es de aquellos casos”.

Al despedirse, Manuelita solicitó permiso para arengar a los tripulantes del Belgrano y lo hizo demostrando gran aplomo en una joven de su edad. Con voz sonora y elocuente manifestó que hablaba en su calidad de hija del gobernador de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina. La breve arenga fue aclamada entusiastamente y veintiún cañonazos saludaron a los visitantes. Sólo fue de lamentar que la concurrencia, extraordinariamente alegre, se sintiera imposibilitada de continuar inspeccionando los demás barcos. Se había tomado demasiado. Hasta el anciano general, que era bastante mal bebedor, pese a su sangre irlandesa, confesó que a la tercera copa le flaquearon las piernas. El champagne de Alsogaray rindió pues sus frutos en esta agradable jornada marinera.

(Revista Historia W 30).

domingo, 14 de marzo de 2021

FALLECIÓ EL DR. CARLOS MANUEL TORREIRA

 Hoy 14 de Marzo de 2021 falleció nuestro compañero y amigo el Dr. Carlos Manuel Torreira.  Fue uno de los fundadores del Instituto Rosas de Gral San Martín y en la actualidad era Presidente Honorario de la Cooperadora del Museo Rosas.   Médico Psiquiatra de prestigio, historiador y poeta, pero por sobre todo, militante comprometido con la sagrada causa de nuestro Pueblo, compartimos con él encuentros de largas horas, donde su fuente inagotable de experiencias y saberes, nos deleitaban y enriquecían. Fue funcionario Municipal en General San Martín durante las gestiones justicialistas de 1990.... Nacionalista y rosista convencido luchó siempre por la reivindicación del Restaurador.  Hace unos años presento en la Feria del Libro su "Romancero de Juan Manuel".  Una pérdida irreparable. Descansa en paz compañero y mucha fuerza a la familia



miércoles, 3 de marzo de 2021

Origen de los nombres de los paises latinoamericanos.

por el Prof. Jbismarck
Uno de los elementos esenciales de la identidad nacional, consistió en la denominación de los países latinoamericanos y, por ende, de los habitantes de dichos territorios.   El nombre de Brasil estuvo ligado a la comercialización portuguesa del llamado “palo de brasil”, siendo los brasileiros los comerciantes de dicha planta y, posteriormente, los habitantes del país, aunque la oligarquía brasileña trató de eliminar el estigma del nombre Brasil-madera, y vincularlo al de la mítica isla de Brasil, enfatizando las riquezas naturales como señal de identidad para presentar al país como un edén mítico y una tierra del futuro.      En el caso de Chile, cuyo nombre viene de la palabra aymara ch’iwi, que significa “región helada”.  El nombre de Argentina fue una moda culta y poética para llamar a la región del Río de la Plata, que proviene del latín argentum (plata), por la creencia de que dicho río llevaba a la mítica “Sierra de la Plata”. Esta denominación estuvo ligada estrechamente a la ciudad de Buenos Aires, y su uso representó como en ningún otro lado las tensiones políticas entre la capital y las provincias. Si bien el término Argentina se fue imponiendo en los documentos oficiales y diplomáticos, constitucionalmente coexistieron los nombres de “Provincias Unidas del Río de la Plata”, “República Argentina” y “Confederación Argentina”, de forma que el debate sobre el nombre se tradujo en un debate sobre la forma de gobierno.  El Uruguay, que toma su nombre del río homónimo, que significa en guaraní “río de los pájaros”, también fue escenario de la rivalidad política centro-periferia. En este territorio la lucha por el nombre se libró entre los partidarios del Estado Oriental, de raigambre regionalista, frente a los defensores del Uruguay de tendencias centralistas. El río Paraguay, palabra también de origen guaraní que significa “río de los Payaguas” o “río de las Coronas”, dio su nombre a una provincia rioplatense que generó una fuerte identidad autonomista e independentista, transformándose rápidamente en una identidad republicana que fue el sello característico de la nación. La república de Bolívar, en honor al Libertador, se transformó en el neologismo “Bolivia”, según la fórmula “Si de Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia”, desplazando a las denominaciones coloniales Charcas y Alto Perú. Así, la gestación de Bolivia se caracterizó por la idea de un Estado- Nación con nombre inédito y por la lenta adopción del gentilicio boliviano entre sus habitantes.   Un caso parecido ocurrió en Colombia, adaptación de Francisco de Miranda del término “Columbia” utilizado para nombrar al continente y a las Trece Colonias al independizarse de Inglaterra. Así, Colombia o “tierra de Cristóbal Colón” sustituyó al nombre colonial Virreinato del Nuevo Reino de Granada, y su utilización fue producto de un lento proceso de imposición cultural por un sector de la elite criolla, tanto hacia el interior como al exterior del país. Los orígenes del nombre de Venezuela remiten a los viajes de Américo Vespuccio y a la homologación que el navegante hizo del territorio con la ciudad italiana de Venecia, dándole el nombre a la región de Venezziola o Venezuela (Pequeña Venecia). Las oscilaciones nominativas contemporáneas entre República de Venezuela o República Bolivariana de Venezuela, indican que el acto de nombrar y renombrar a este país es esencialmente una lucha ideológica por la identidad nacional. 
 
El nombre de Perú proviene de la corrupción lingüística de Birú o Virú, cacique de los territorios al sur de Panamá, que sirvió para denominar al Virreinato del Perú y más tarde a la nación independiente. El Estado-Nación peruano no nacionalizó los nombres prehispánicos por el temor de las elites hacia la acción de las masas indígenas, manteniéndose el nombre de Perú debido a que no hacía referencia a ningún grupo étnico concreto y al hecho de ser políticamente “neutro”. En el caso de Ecuador, su nombre proviene del latín aequare (igualar), debido a su ubicación geográfica en el plano que corta la superficie del planeta en dos partes iguales. Esta característica geográfica fue utilizada políticamente al definir al Ecuador como la república “situada en la línea de la igualdad”.  Además, el nombre de Ecuador aglutinó las rivalidades regionales entre Quito, Guayaquil y Cuenca. La región de Centroamérica se problematiza como un concepto histórico- político, aunque los países que la conforman no cuentan en esta obra con un estudio específico sobre su nombre. Guatemala proviene del náhuatl Cuauhtemallan (territorio muy arbolado o país de muchos bosques); Honduras significa literalmente “profundidades”, en alusión a la famosa frase atribuida a Cristóbal Colón: “gracias a Dios que hemos salido de estas profundidades”, cuando sus embarcaciones casi naufragan en las costas de dicho territorio. Nicaragua es la castellanización del náhuatl Nicanahuac, que significa “hasta aquí llega el Anáhuac”. El Salvador es un término religioso que refiere a la figura central del catolicismo, mientras que el nombre de Costa Rica se produjo debido a las joyas que lucían los nativos en la época de la conquista, lo que hizo creer a los españoles que se trataba de una costa rica en minerales. Esos fueron los países que conformaron las antiguas provincias del Reino de Guatemala, y que durante la época de la independencia trataron de consolidar la República Federal de Centro América o Federación Centroamericana. Si bien este proyecto no pudo consolidarse, permaneció como un ideal de solidaridad y unidad regional, que ha tenido su importancia en la conformación de las identidades nacionales. El nombre de México proviene del náhuatl Mexihco y significa “lugar donde vive Mexitli o Mextli”, “el centro o el ombligo de la luna”, aunque más allá de las etimologías, México era la capital de la Nueva España y mexicanos eran los indígenas que hablaban la lengua náhuatl o mexicana. Si bien los insurgentes preferían llamarse americanos, las elites liberales después de la independencia reivindicaron el pasado indígena, particularmente el del Imperio Mexica, para construir la identidad nacional alejada del pasado colonial hispano con el que ser quería romper. Pasando a la región del Caribe, Cuba es una palabra siboney usada antes de la conquista que significa “país” o “tierra” y este vocablo estuvo asociado a la idea criolla de patria durante la colonia, siendo el antecedente directo de la idea cubana de nación y por tanto del nombre del país. Haití toma su nombre del vocablo aborigen taíno hayiti, que significa “tierra de Hayti” o “tierra montañosa”. Este nombre nativo fue adoptado durante la lucha independentista como bandera contra la esclavitud y para marcar la ruptura con Francia y el nombre colonial Saint-Domingue. Por su parte, la mitad española de esa misma isla Española, bautizada Santo Domingo en honor al fundador de los dominicos, adoptó a mediados del siglo XIX el nombre de República Dominicana y centró su definición histórica y cultural en franca oposición a Haití, siendo dicha rivalidad el objeto central de su nacionalismo. Por último, el nombre de Puerto Rico, la nación sin Estado, alude a las riquezas que partían del puerto de San Juan. La identidad puertorriqueña se basó, desde la concepción de la elite criolla hispana, en la fusión armoniosa de tres razas: la taína, la española y la africana, que dotaba a los habitantes europeos de las cualidades morales del buen salvaje. Puerto Rico fue entonces un nombre hispano para un pueblo hispano, aunque con la invasión estadounidense de 1898, en los documentos oficiales la isla comenzó a nombrarse Porto Rico para expresar gráficamente su condición colonial.