miércoles, 26 de febrero de 2014

Rivadavia....

A Rivadavia muchos lo conocen como el “Padre de las luces”, aunque nadie explica donde las guardaba.
Maríano Moreno fue uno de sus primeros críticos; dijo de Rivadavia que “sostiene un estudio abierto sin ser abogado; ya usurpa el aire de los sabios, sin haber frecuentado sus aulas; unas veces aparece de regidor que ha de durar pocos momentos; otras veces se presenta como un comerciante acaudalado, de vastas negociaciones, que no entiende ni tiene fondos suficiente para sostener; y todos estos papeles son triste efecto de la tenacidad con que afecta ser grande en todas las carreras, cuando en ninguna de ellas ha dado hasta ahora el primer paso”
Es conocida la mala relación de Rivadavia y San Martín, a quien aquel boicoteó de todos modos por envidia y celos, haciéndole una guerra de zapa en las campañas del libertador. El propio San Martín se queja en cartas a O´ Higings, a Martiniano Chilavert y Tomás Guido, entre otros, del constante complot de Rivadavia y hasta de la violación de correspondencia que le hacían “Rivadavia y sus satélites”. Cuando el Libertador se entera de la renuncia de Rivadavia a su ridícula presidencia unitaria de 1826, comenta: “…yo he despreciado tanto sus groseras imposturas como su innoble persona…”
El historiador canadiense H.S.Ferns dice que “Rivadavia era incapaz de lealtad, honestidad o siquiera buenas maneras en sus relaciones con los hombres que lo rodeaban con quienes estaba obligado a llevar los negocios de la comunidad. Odiaba a los hombres que eran más notables o tenían más éxito que él. No encontraba nada demasiado maligno que decir sobre San Martín y Bolívar.” (H.S.Ferns. Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX.p.178)
Otras personalidades que lo conocieron, también recibieron una impresión ridícula de este personaje:
El canónigo Mastai Ferrari –futuro Pío IX- que como integrante de una misión pontificia lo trató en Buenos Aires en 1823, se asombró de lo que llamó su “nauseabunda soberana prosopeya”.
Por su parte George Canning, que conoció a Rivadavia durante su estadía en Londres en 1824 y 1825, le dijo al cónsul en Buenos Aires Parish, que “le advirtiera discretamente al gobernador Las Heras, lo inconveniente que resulta para el prestigio de ese gobierno poner sus asuntos en manos de una persona semejante.”
Lord Ponsonby, en cambio, lo tomó por el lado humorístico, refiriéndose a Rivadav
ia en 1827: “este presidente sudamericano que tiene figura de Sancho Panza, pero ni la mitad del juicio de nuestro viejo amigo Pancho”
El historiador José María Rosa, dice que “Rivadavia llegó a ser la figura representativa de la clase vecinal porteña. Además de una energía avasalladora, cuyo solo parangón puede encontrarse en Moreno y Rosas, tenía el prestigio de un talento enciclopédico que le valió el renombre de “Padre de las Luces” entre sus contemporáneos, aunque nunca escribió un libro, dictó una cátedra ni redactó un artículo de periódico; y sus discursos, cartas particulares y decretos de gobierno, rebelan un hinchazón de estilo y desorden de conocimientos generales. Pero era hombre de gran vanidad que se trasuntaba en sus menores gestos, ademanes y palabras y atinó a imponer a sus contemporáneos su altísimo concepto de si mismo.”(R.A.W.p.27)

viernes, 21 de febrero de 2014

Manuel Dorrego

Por el Contador Daniel Hugo Jerez
Nació el 11 de junio de 1787 en Buenos Aires, siendo bautizado con los nombres de Manuel Críspulo Bernabé. Era hijo del comerciante portugués José Antonio Do Rego y de la porteña María de las Ascensión Salas. En 1810 se traslado a Santiago de Chile para estudiar leyes en la Universidad de San Felipe, donde pronto tomó partido por la causa de la independencia, abandonando sus estudios para participar en los primeros escuadrones revolucionarios, donde fue designado capitán. Decidió volver a Buenos Aires en 1811, y de inmediato se incorporó al ejercito que se dirigió al Alto Perú, donde fue ayudante del Cnel. Díaz Velez, siendo herido de gravedad en el cuello. Dorrego participó en el ejército del Norte al mando de Belgrano, y tuvo destacada actuación en la batalla de Salta. No obstante dado su carácter indisciplinado e inclinado a la polémica, (tuvo altercados con el jefe alemán Holmberg y con el español Arenales), poco después de la batalla, Belgrano lo
suspendió temporariamente del ejercito, confinándolo en Jujuy. Por ello no participó en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Se comentó que en Vilcapugio, Belgrano dijo que si hubiera estado Dorrego la batalla se ganaba. Regresó a Buenos Aires y participó en el ejercito de Alvear contra Artigas y en 1815 fue derrotado por Fructuoso Rivera en Gauyabos. Al poco tiempo de regresar Manuel se casa con la
joven porteña Angela Baudrix, con quien tiene dos hijas. Bajo el Directorio de Pueyrredon, Dorrego fue opositor formando en Buenos Aires una corriente de opinión llamada “populares”, que era abiertamente contraria a los portugueses, y a toda
monarquía extranjera en la que comenzaron a militar además Soler, Manuel Moreno, French, y otros, la cual fue la base del futuro partido federal. Por sus críticas mordaces en un diario, se decretó el “extrañamiento perpetuo” de Dorrego, y colocado en un buque que iba con destino a Cuba, pero luego de un viaje accidentado llegó al puerto de Baltimore en los Estados Unidos. Poco se sabe de las actividades que desarrolló en los Estados Unidos pero algunos historiadores opinan que le produjo admiración el sistema federal y republicano, de esa incipiente potencia, que en esa época era único en el mundo. Regresa en el año 1820, en un momento de total anarquía, y, siendo designado gobernador interino, combate contra Estanislao López, a quien derrota y persigue dentro de su provincia, lo que fue desaconsejado por del joven estanciero Juan Manuel de Rosas, dado que no conocían los campos de esa provincia. Tal como preveía Rosas, Dorrego fue completamente derrotado por López en Gamonal, y vuelve a Buenos Aires. En 1824, en Buenos Aires, se llama a elecciones para diputados para un congreso que había de establecer la constitución. Ganan los oficialistas, que forman el partido denominado “ministerial”, afín a Rivadavia, que sería más tarde el partido unitario. Dorrego y Manuel Moreno lideran el partido “popular”, que se convertiría luego en el partido federal. Poco después Manuel viaja a Potosí y se entrevista con el Libertador de Colombia Gral. Simón Bolívar, queda bien impresionado y le solicita su intervención para frenar al dominante imperio del Brasil. No obstante algunos historiadores le criticaron la excesiva admiración por Bolívar, contrapuesta, como es de esperar, al centralismo porteño de Rivadavia.
La provincia de Santiago del Estero lo designa diputado, y comienza a utilizar el término “federal” para referirse a la forma de gobierno con autonomías provinciales que propicia, tomando como modelo el sistema que rige en los Estados Unidos. Por
otra parte, los parciales de Rivadavia, como favorecen el sistema centralizado de unidad de gobierno, son llamados “unitarios”. Fue un acérrimo opositor a Rivadavia, y
criticó la paz indigna que se hizo con el Imperio del Brasil.. En el diario El
Tribuno, Dorrego, saca a la luz negociados efectuada por Rivadavia con capitales
ingleses para explotar las minas del Famatima, los cuales fueron durante mucho tiempo ocultados por los historiadores liberales. No pudiendo sostenerse Rivadavia presentó su renuncia al Congreso, que es aceptada por este el 3 de julio de 1827.
El 12 de agosto de 1827 Dorrego es elegido gobernador, teniendo a su cargo “todo lo concerniente a la guerra y relaciones exteriores” y además el envío de delegaciones a las provincias “para reunir en cuerpo a la nación”. Sin embargo, el círculo de unitarios cercano a Rivadavia, lo odia y sigue trabajando en secreto para lograr su caída. Está integrado por Juan Segundo de Agüero, Salvador Del Carril, Juan Cruz
Varela y los hermanos Gregorio y Valentín Gómez, entre otros. Intenta continuar la guerra del Brasil y recuperar la Banda Oriental, pero debe ceder ante la presión británica que quería y logró un “estado tapón”. Por último solicita a Estanislao López que ocupe las Misiones Orientales (las cuales en la actualidad están en territorio brasileño), pero se había anticipado Rivera, personaje cuya lealtad era de dudar.
Comentario de Pepe Rosa
José María Rosa, en su libro de historia argentina,
sin dejar de admirar la persona de Dorrego por su valor y bondad naturales, le critica su ingenuidad e inacción ante la inminente rebelión. Opina que debió haber tomado medidas, que a los ojos actuales serían odiosas, pero que eran comunes en aquella época. Cita por ejemplo, que debió haber morigerado la prensa pues los diarios unitarios vertían insultos e infamias contra los federales, haber hecho vigilar a los jefes unitarios y obtener información de sus movimientos, reforzar las tropas leales, hacer levas de jóvenes unitarios, canjeables por “personeros”, nacionalizado el Banco, en fin, todas medidas que después habría de adoptar el Restaurador. Concluye que Dorrego parecía actuar como si estuviera en los Estados Unidos y no en Buenos Aires. Era un secreto a voces que los oficiales que regresaban de la guerra del Brasil se sublevarían. El día 30 de noviembre de 1828 Rosas aconseja a Dorrego retirar todas las armas de la ciudad y resistir desde la campaña, pero Dorrego, continúa en el fuerte, esperando adhesiones que no llegan; envía emisarios a Lavalle, que ya estaba preparando las tropas, comentando ingenuamente: “Lavalle es un bravo a quien han podido marear sugestiones dañinas, pero dentro de dos horas será mi mejor amigo”. Al amanecer del 1° de diciembre observó que estaba el fuerte rodeado por tropas insurrectas y escapó a duras penas para unirse con Rosas en Cañuelas. A todo esto en una parodia de elección, montada por Agüero, Lavalle es designado Gobernador de Buenos Aires, y de inmediato parte en persecución de Dorrego, con sus granaderos, dejando el gobierno en manos de Brown. Rosas le aconseja no enfrentar con la milicia de campaña a las veteranas tropas de Lavalle, sino huir hacia Santa Fe, para conseguir el apoyo de López. Dorrego decide dar batalla con la vana esperanza de algunos que se pasarían a sus filas, pero esto no ocurre y los granaderos destruyen rápidamente sus improvisadas fuerzas. Dorrrego consigue escapar y Rosas vuelve a insistirle que vaya a Santa Fe; Manuel, como ya es habitual, desoye el consejo del “gaucho pícaro” por última vez. Se dirige a San Nicolás, donde cree que encontrará tropas que le serán leales, pero antes, llega a un puesto de húsares, donde cree que le darán amparo,
pero sus jefes el comandante Escribano y el mayor Mariano Acha, de inmediato lo detienen para remitírselo a los unitarios. Lavalle conocía y había favorecido a Acha, por lo que, según la tradición le dijo, “Compadre, no esperaba esto de usted”. Como comentario al margen, se sabe que en gran parte por la indignación que causó en los federales esta actitud, en 1841 al ser derrotado en San Juan, Acha fue fusilado y su cabeza puesta en una pica. Dorrego es llevado a la ciudad, donde Brown acepta, previo pago de una fianza, deportarlo nuevamente a los Estados Unidos, estando de acuerdo con él la mayoría de los jefes militares unitarios. Pero el círculo de rivadavianos encabezados por Agüero, desean fervientemente su muerte y de inmediato Del Carril y Juan Cruz Varela escriben a Lavalle, las infames cartas que la historia recogió, donde le insinúan la necesidad patriótica de ejecutar a Dorrego, es de hacer notar que, Varela le pide que rompa la carta después de leída y que Del Carril no la firma. Brown remite a Manuel nuevamente a Navarro, donde se encuentra Lavalle. Este encarga su custodia al prusiano Rauch, que odiaba a Dorrego, por lo que éste presintió que su destino sería fatal. Llega el fin para nuestro héroe. Según cuenta Lamadrid en sus memorias, intentó interceder ante Lavalle para que, al menos accediera a hablar con Manuel, pero se negó rotundamente. Sin juicio de ninguna especie ni explicar los fundamentos de tal medida, manda decir al prisionero que será fusilado en una hora. Dorrego escribe una carta para su esposa e hijas, otra para su hermano Luis y otra para Estanislao López, donde perdona a sus perseguidores. Después de recibir los sacramentos del cura de Navarro, el Coronel Manuel Dorrego y Salas, es fusilado el 13 de diciembre de 1828. Lavalle en el parte oficial, asume toda la responsabilidad de la ejecución y altaneramente dice “la Historia juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido o no morir”. La Historia ya ha juzgado. La muerte de Dorrego fue uno de los hechos más nefastos en la historia argentina. Abrió la puerta para una cruenta guerra civil de muchos años, donde ambos bandos cometieron todo tipo de atrocidades, y retrasó la ansiada reorganización nacional. Carácter y anécdotas de Dorrego Desde muy chico, era poseedor de una inteligencia rápida e inquieta, gustando sobremanera de las bromas e ironías, cuando escribía practicaba periodista incisivo, lo que le ocasionó no pocos inconvenientes.
No obstante, era de naturaleza generosa y no inclinada al rencor. A continuación se comentan algunas anécdotas de Dorrego, que fueron recogidas por los historiadores:
- Mitre cuenta la anécdota por la cual después de hacerse cargo del Ejército del Norte, en 1814, San Martín se dispone a dar una instrucción a los jefes sobre voces de mando, de la que participa también Belgrano. Cuando le toca repetir a éste, que tenía una voz aflautada, Dorrego no puede evitar imitarlo, lo que le dio lugar a ser sancionado por San Martín, confinándolo, en Santiago del Estero. - En 1816 fue reprendido enérgicamente por el Director Juan Martín de Pueyrredón, que ostentaba el grado de Brigadier General, pero que no tenía los antecedentes militares del Coronel Dorrego. En un momento, a una típica respuesta de Manuel, el Director lo increpa diciéndole que no olvidara que estaba hablando con un superior. A lo que Dorrego le respondió: “No recuerdo en que batalla hemos combatido juntos con el señor Brigadier”. Ello le valió la inmediata deportación.
- En 1823 bajo la Gobernación de Martín Rodríguez, siendo ministro Rivadavia, se produjo una sublevación encabezada por Gregorio Tagle, ex ministro de Pueyrredon. Dorrego había vuelto a Buenos Aires, y se le ordenó participar en la represión
de la revuelta. Manuel atrapó a Tagle, quien había firmado su deportación en 1816, pero sabiendo que Rivadavia había ordenado su ejecución, le dio un caballo para que pudiera fugar diciéndole, “Vaya Ud. con Dios, Dr. Tagle”.
- Según algunos historiadores, si bien sostenían ambos la causa federal, Dorrego no tenía gran aprecio por Rosas. Cuando Rosas le aconsejó no perseguir a López en Santa Fe, le respondió: “Que Ud. me venga a dar consejos de cómo dirigir un ejército, es tan avanzado como que yo le diera consejos a Ud. de cómo dirigir una estancia”. También se comentó que en una oportunidad dijo: “Mientras yo sea Gobernador ese gaucho pícaro no clavará su asador en el Fuerte.” No obstante, hubiera hecho bien en seguir los consejos que le dio el “pícaro”.

jueves, 13 de febrero de 2014

Camila O'Gorman

Por el Dr. Julio R. Otaño

El caso de Camila O’Gorman se presta para filosofar sobre los horrores de la tiranía de Rosas. No es un hecho político, sino una sentencia dictada en uso de atribuciones legales; una estricta aplicación de la ley, a la que podrá criticarse su carácter de "estricta", pero nunca de violatoria de la legislación vigente.
Camila O’Gorman y el cura del Socorro Uladislao Gutiérrez, cometieron un hecho castigado por las leyes de entonces con pena capital. Rosas no hizo otra cosa que aplicar la legislación vigente.
Según su secretario, Antonino Reyes (QUIEN ERA EL HABITUAL MORADOR DEL HOY MUSEO REGIONAL DE GRAL SAN MARTIN BRIGADIER GRAL DON JUAN MANUEL DE ROSAS), consultó el caso con los mejores abogados de Buenos Aires; se ha dicho que entre los consultados estuvo Vélez Sársfield, unitario residente en Buenos Aires y hombre apreciado por el Gobernador por sus conocimientos jurídicos. Pero Rosas asumió la plena responsabilidad de la sentencia, como asumió siempre la completa responsabilidad de sus actos de gobierno.
Como después de Caseros (DERROTA Y EXILIO DE DON JUAN MANUEL) se hablara del consejo de Vélez Sársfield, en perjuicio político de éste, Rosas, desde su exilio de Southampton, escribió a Buenos Aires: “Ninguna persona me aconsejó la ejecución del cura Gutiérrez y de Camila O’Gorman, ni persona alguna (fuera de Manuelita): nota agregada) me habló ni escribió en su favor. Por el contrario, todas las personas del clero me hablaron o escribieron sobre el atrevido crimen y la urgente necesidad de un castigo ejemplar para prevenir otros escándalos semejantes o parecidos. Yo creía lo mismo, y siendo mía la responsabilidad ordené la ejecución. Mientras presidí el gobierno de Buenos Aires con la suma del poder por la ley,Goberné según mi conciencia. Soy, pues, el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como de los malos, de mis errores como de mis aciertos.” (6-3-77)
No puede llamarse asesinato, como viene repitiendo la crónica escandalosa antirrosista (aunque resulte increible en pleno siglo XXI todavia perduran los odios de los liberales), la ejecución de una sentencia cumplida por imperio de la legislación vigente:
Rosas vivía a mediados del XIX, en un Buenos Aires mucho más familiar, donde las faltas de esa naturaleza cobraban un eco extraordinario, además tenía un sentido estricto de la justicia. Para Rosas la ley era pareja y debía cumplirse rigurosamente, sin excepciones. Como señala el gran historiador Pepe Rosa "Si perdonó algunas veces a sus enemigos políticos (el general Paz, el coronel Díaz, etc.), no lo hizo jamás con nadie por delitos comunes. Y menos a sus familiares, correligionarios y amigos a quienes consideraba más obligados que otros a respetar la ley." No entendía eso de parcialidades, nepotismos, injusticias, o a lo sumo debilidades.
Rosas era recto, consideraba que la base de una sociedad organizada es el respeto a la ley, ese rígido concepto le acarreó el odio de algunos partidarios como Rivera Indarte, federal y mazorquero, que esperó que se le hiciera la vista gorda en algunos latrocinios cometidos. Como no ocurrió, se constituyó desde Montevideo en enemigo de Rosas, y le hizo la más formidable campaña de calumnias posible. Este resentido fue el autor de las famosas “Tablas de sangre.” Repugnante libelo que aun hoy dia se lo sigue leyendo como "Historia"
Camila O'Gorman, de familia federal y amiga de Manuelita, y el cura del Socorro Uladislao Gutiérrez, sobrino del gobernador de Tucumán, general Celedonio Gutiérrez, habían incurrido en algo – escándalo canónico y robo sacrílego –, que repugnaba a las costumbres severas del Buenos Aires de entonces y era castigado por las leyes vigentes con pena de muerte: "La ley ordena la pena de muerte por el "sacrilegio" dice el conocido Diccionario jurídica de Escriche, anotando las Partidas 1 4-71, I 18-6 y VII 2-3 aplicables al caso.
La filiación política, y situación social de los románticos amantes fue explotada por la prensa opositora. Florencio Varela publicaba en El Comercio del Plata de Montevideo, del 5 de enero de 1848: "El crimen escandaloso cometido por el cura Gutiérrez es asunto de todas las conversaciones. La policía de Buenos Aires aparentaba (subrayado) y no hacía realmente gran empeño por descubrir el paradero de aquel malvado y su cómplice (... ) ¿Hay en la tierra, castigo bastante severo para el hombre que así procede?”. "
Camila y Uladislao fueron apresados en Goya (Corrientes), y remitidos a Buenos Aires. Antonino Reyes secretario de Rosas (el vivia en el actual Museo Municipal Brigadier Gral Juan Manuel de Rosas de Gral San Martín), cuenta en sus Memorias la cristiana conducta de Manuelita con su amiga en desgracia y sus gestiones para salvarle la vida. Le escribió "lacerada por la doliente situación" de Camila, rogándole entereza "a fin de que yo pueda con mis esfuerzos dados la última esperanza"; compró muebles y un piano para la habitación que ésta tendría en Santos Lugares; le sugirió, por intermedio de Reyes, dijese encontrarse encinta para conmover a Rosas. No dio resultado – dicen las Memorias de Reyes – "porque no lo manifestaba en el cuerpo de la joven, ni se advertían indicios de semejante preñez". Por lo tanto debió cumplirse la sentencia. Esto fue lo que dio origen a la leyenda de encontrarse Camila próxima a dar a luz.
Por supuesto, la ejecución de Camila y Uladislao no dejó de ser aprovechada por los diarios unitarios, en sentido opuesto a lo dicho hasta entonces. Volcaron ríos de tinta contra el tirano, el monstruo “que no respetaba los fueros inviolables del amor” y "condenaba al patíbulo a una inocente madre con el fruto de sus amores en el noveno mes de su gestación”. (Comercio del Plata).
Algo semejante decía “El Mercurio” de Chile, del 3 de marzo de 1848 donde escribían Sarmiento y Alberdi: “Ha llegado a tal extremo la horrible corrupción de las costumbres bajo la tiranía espantosa del Calígula del Plata, que los impíos y sacrílegos sacerdotes de Buenos Aires huyen con las niñas de la mejor sociedad, sin que el infame sátrapa adopte medida alguna contra estas monstruosas inmoralidades la degradación que fomenta un déspota”
Así escribieron la Historia los vencedores…los enemigos de Rosas…..Faltarían unos años para el surgimiento de una Historia INTEGRAL ARGENTINA…donde los hombres sean de carne y hueso, con virtudes y errores y donde no “Haya héroes magníficos” y “malvados eternos”. Donde los que hicieron nuestra rica historia fueran vistos con sus errores y aciertos....La Figura del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas fue uno de ellos....es increible que pequeños seres persisten en ensuciar su memoria.