miércoles, 30 de noviembre de 2022

Sarmiento y sus mujeres.

 Por el Prof. Julio R. Otaño

Nacido el 14 de febrero de 1811 en San Juan, aunque anotado al día siguiente, lo que convierte al 15 como la fecha oficial, vio el mundo como Faustino Valentín, por el día de su nacimiento. Sarmiento escribió “No creo en la duración del amor, que se apaga con la posesión. Yo definiría esta pasión así: un deseo por satisfacerse. Parta usted del principio de que no se amarán por siempre. Cuida de cultivar el aprecio de su mujer y apreciarla por sus buenas cualidades. Oiga usted esto, su felicidad depende de la observancia de este precepto: no abuse de los goces del amor; no traspase los límites de la decencia; no haga a su esposa perder el pudor a fuerza de hacerla prestarse a todo género de locuras. Cada nuevo goce es una ilusión perdida para siempre; cada favor nuevo de las mujeres es un pedazo que se arranca del amor. Yo he agotado algunos amores y he concluido con mirar con repugnancia a mujeres apreciables que no tenían a mis ojos más defectos que haberme complacido demasiado. Los amores ilegítimos tienen eso de sabroso: que siendo la mujer más independiente aguijonea nuestros deseos con la resistencia”-
El papel de la mujer en la vida de Domingo Faustino Sarmiento ocupó un espacio vital y trascendental. Desde su nacimiento recibe las fuertes influencias de su madre, Paula Albarracín de Sarmiento, y de sus cuatro hermanas: Paula, Vicenta Bienvenida, María del Rosario y Procesa.
La primera relación seria, 1831, la mantuvo con María Jesús del Canto, una joven de veinte años, nacida en Valparaíso, Chile, con quien tuvo a su primera hija Ana Faustina. dejada al cuidado de su abuela y tías y volver, al poco tiempo, a Chile.   Ya, hacia 1845, Sarmiento inicia el viaje por Europa, Asia y Estados Unidos por encargo del gobierno chileno tardando tres años en regresar. En 1848, conoce a Julio Belín, un hombre joven francés, que se enamora de su hija, Ana Faustina con quien se casa. Antes de iniciar el gran viaje, en 1845, Sarmiento conoció a Doña Benita Martínez Pastoriza, argentina, casada con Don Domingo Castro y Calvo, unión de la que nació Domingo Fidel. Por el nombre del niño podemos inferir que el romance entre ambos ya se había iniciado. De esta manera, el año 1848 fue para Sarmiento, un año de doble casamiento: el de su hija Ana Faustina con Julio Belín y el suyo con Doña Benita quien había enviudado hacía poco tiempo. La debilidad de Domingo Faustino Sarmiento por su hijo, Domingo Fidel, no conoció límites, le dio su apellido y, años más tarde, escribirá un libro en su memoria, Vida de Dominguito, luego de su muerte el 22 de septiembre de 1866 en Curupaytí, durante el desarrollo de la Guerra de la Triple Alianza. No tuvo un feliz matrimonio con Benita. A tal punto que en su testamento aclaró que “estuve separado de mutuo consentimiento desde el año 60”. Es que la relación se rompería por otro romance que tendría su esposo.
En 1853, hizo nacer un nuevo amor por Aurelia Vélez Sarsfield. La hija de un viejo amigo, el doctor Dalmacio Vélez Sarsfield. “La Petisa”, de una vasta formación cultural y que supo hacerse de un lugar en un mundo dominado por los hombres, a tal punto que estaba separada de su marido, que era además su primo. A Aurelia la había conocido en 1840 en Montevideo siendo ella una niña de nueve años pero en 1850, la niña ya era una mujer culta, inteligente y de gran interés por la política. ¡Era la mujer ideal, la siempre soñada! Ella tenía 19 y él 44, y comenzaron un romance intenso, aunque oculto. Sin embargo, no podían disimular esa atracción innata. En 1857, la esposa de Sarmiento, Benita Martínez Pastoriza, descubrió el amorío a partir de unas cartas que había encontrado de ambos. Fue una de las polémicas más resonadas de ese año, la cual terminó con la separación del matrimonio. No obstante, la unión entre Aurelia y Domingo Faustino jamás se quebró.
En Estados Unidos, se enamora de Ida Wickersham, casada con un médico. El romance con Ida duró bastante tiempo y tan profundo era el sentimiento de ella que al llegar Domingo Faustino Sarmiento a la presidencia de la nación en 1868, le escribió una carta en la que le relataba sobre su divorcio y le solicitaba formar parte del grupo de maestras norteamericanas que se preparaba para venir al país. El pedido fue rechazado.    El amor por Aurelia era mucho más profundo pero la diferencia de años y la férrea negativa del padre de Aurelia- el renombrado Dalmacio Vélez Sarfield, eran obstáculos insalvables.
Poco y nada le preocupaba al Presidente lo que dijeran sus enemigos. Pero debía cuidar las formas porque, además de los opositores, rondaba Benita Agustina Martínez Pastoriza, su ex mujer, quien aún reclamaba privilegios conyugales. De hecho, se quedó con doscientos pesos de cada sueldo del mandatario. Sarmiento la calificaba de insaciable y de ser “un veneno corrosivo” que destruía hasta el recipiente que lo contenía. El papel de primera dama lo asumió Rosario Sarmiento, la hermana soltera del cuyano, quien vivía en la casa del Presidente, junto a la hija del prócer Ana Faustina —viuda— y los seis nietos.
Lo cierto es que a Mandinga Vélez Sarsfield la responsabilidad del ministerio le pesaba mucho. Por empezar, Dalmacio fue el ministro del Interior durante uno de los mayores atentados de la historia argentina: el asesinato de Justo José de Urquiza y de dos de sus hijos. También ocupaba esa compleja cartera cuando la fiebre amarilla causó tan fatales consecuencias en Buenos Aires y alrededores. Los Vélez debieron abandonar la ciudad y se instalaron en sus campos de la magnífica localidad de Arrecifes, a ciento ochenta kilómetros de Buenos Aires. Sarmiento, por su parte, se ubicó en la ciudad bonaerense de Mercedes, a ciento veinticinco kilómetros de la Casa Rosada y de la peste.
Las visitas de Sarmiento a la casa de Aurelia eran tan habituales, que fue objeto de un plan criminal. Dos inmigrantes italianos contratados en Montevideo se aprestaron a matar al Presidente en la noche del sábado 23 de agosto de 1873. Cargaron la pistola con suficiente pólvora, bañaron dos puñales en veneno y se apostaron en el trayecto, a la espera de la clásica visita de Sarmiento a los Vélez.
El sanjuanino vivía entonces en Maipú al 600, entre Tucumán y Viamonte. La casa de Aurelia estaba en la actual Perón y Maipú, es decir, se hallaba a cinco cuadras. Tres marinos italianos de 21 años, Luis Casimir y Francisco y Pedro Guerri (que no eran hermanos como suele decirse), aguardaron al coche presidencial y, antes de que cruzara Corrientes, a mitad de camino, dispararon. Con tan mala suerte —para ellos— que el arma explotó en la mano de Francisco Guerri (le voló el pulgar) y la bala no llegó a destino, lo que nos permite afirmar que una bala perdida frustró un magnicidio.
Sarmiento, que ya estaba bastante sordo, ni se enteró de lo que había ocurrido. Fue advertido recién al descender en la casa de su amante. Los magnicidas fueron detenidos, acusados de intentar matar al Presidente.
En cuanto culminó su mandato, Manuel Ocampo, secretario de Sarmiento (quien sería abuelo de Victoria), le entregó veintiocho mil pesos de su salario que había ahorrado en una cuenta bancaria. Con ese dinero, Domingo se compró una casa en la céntrica calle Cuyo número 53 —hoy calle Sarmiento y Libertad—, a seis cuadras de la de su amiguita Aurelia.
La ex del sanjuanino puso el grito en el cielo: le inició un juicio por alimentos, alegando que desde que terminó la presidencia, dejó de enviarle los doscientos pesos mensuales. El ataque de Benita se basaba en que Sarmiento, cuando se casaron en mayo de 1848, no tenía un peso. Y que gracias a la fortuna que había heredado ella por la muerte de su primer marido Castro y Calvo, su segundo marido había podido llevar adelante su carrera, sus negocios en el campo periodístico y la publicación de libros. La relación con Aurelia continuó, con menos pasión, pero con más libertad que en otros tiempos. Con edad suficiente para no andar preocupados por las murmuraciones, viajaron juntos a Montevideo en 1883. Ella lo acompañó en una charla que dio en la Escuela Normal. Aurelia visitó Europa en dos oportunidades (no viajó con Sarmiento), durante los años 1885 y 1888. Del último paseo regresó en agosto y encontró una carta de su eterno amante, quien la invitaba a Asunción. Domingo Faustino se había construido una casa donde solía pasar el invierno, por cuestiones de salud. “Venga, juntemos nuestros desencantos”, le rogaba el cuyano.  Domingo y Aurelia se despidieron. Ella regresó a Buenos Aires. Dos semanas más tarde recibió el telegrama que le anunció la muerte del hombre al que amó con locura.
Ella se quedó sola y en libertad (en Libertad 1277, entre Arenales y Juncal, a un costado del Colegio Nacional Sarmiento) hasta el 6 de diciembre de 1924.

bibliografía

Belucci, Mabel (1997), “Sarmiento y los feminismos de su época”

Bellotta Aracelli Aurelia Vélez la mujer que amo a Sarmiento

De Paoli Pedro “Sarmiento su gravitación en el desarrollo Nacional”

Fernández, Javier (1997), “Viajando con Sarmiento”, Todo es Historia,

Galvez Manuel “Vida de Sarmiento”

García Hamilton Ignacio “Cuyano Alborotador”

lunes, 31 de octubre de 2022

Los Degolladores

 Por Juan Manuel Vigo


Como se degollaba, don Pascasio?
Esta pregunta se la oímos hacer hace medio siglo a don Pascasio Rivas, un cordobés que anduvo en muchas y que también vio muchas ,
—Y... lo más fácil. Se le metía el cuchillo debajo de la oreja, detrás de la carretilla y se lo hacia bandear al otro lado. Después no había más que cortar p’adelante. Igual que a las ovejas.
El famoso gaucho alzado Ledesma, un temible asesino que, por el destino, fue a morir en duelo criollo a manos de un pobre agente de policía (allá por mil ochocientos noventa y tantos), contaba en los fogones de las islas de Verde, frente a Saladero Cabal:
—Yo he degoyau de todo y a veces por curiosidá. M’entretenia hasta con loj perroj y cualisquier bicho. Y dispuej loj soltaba pa ver ande iban a parar. El que va a cáir maj le Jo ej el cristiano'*.
En nuestra historia del siglo pasado abundan los casos de degüellos, tal vez porque fuimos durante ese lapso un pueblo eminentemente ganadero. La mayor industria que tuvimos en el litoral, por no decir la única importante, el saladero, era una verdadera orgia de sangre. Al animal se lo enlazaba, desjarretaba y degollaba en medio de una batahola de gritos y perros, y entre charcos de sangre y pisando achuras y residuos. La muchachada de la ciudad y de los pueblos iba a los saladeros y mataderos a entretenerse viendo degollar reses. Se simulaban yerras, y naturalmente se “degollaban reses”, para lo cual no faltaban los que se prestaban a ser novillos y los que la oficiaban de “degolladores”.
Alguna vez oimos a nuestras abuelas referirse a los tiempos en que eran niñas: —“Teníamos que esconder las muñecas porque los muchachos las degollaban para jugar”.
Cuando habla que sacrificar un animal no se pensaba sino en degollarlo, aunque se tratase de un caballo de carrera que habla sufrido una quebradura incurable. El dueño lo mandaba degollar, porque asi lo determinaba la costumbre. Y no se le ocurría abreviarle a la pobre bestia los sufrimientos pegándole un tiro, aunque estuviese con el revólver en el cinto y los ojos llenos de lágrimas.
Un tal Argumedo, hijo de un comandante entrerriano, contaba.
—“Mi padre me enseñó a degollar. La primera volada me la dio cuando tenia catorce años. Al principio cuesta y uno se embadurna entero. Pero después se hace baquiano”.
Ha sido precisamente un pintor entrerriano, Cesáreo Bernardo de Quirós, quien ha dejado uno de los documentos más dramáticos de esos tiempos. Se trata de los cuadros “Los degolladores y “El matadero’, que se exhiben en el Museo Nacional de Bellas Artes. El de “Los degolladores”, sobre todo, horroriza por su tremendo realismo, acentuado por el violento colorido, con predominio del rojo, como casi toda la obra de ese artista. Allí se ve también una manta extendida sobre los pastos, donde se han ido arrojando las prendas de plata quitadas a los condenados. Era el pago que a veces recibían los degolladores para cumplir su oficio.
Cesáreo Bernaldo de Quirós tuvo buenos motivos de inspiración en su tierra natal, sobre todo con los procedimientos de don Justo José de Urquiza, que, según la tradición, mandaba degollar a los ladrones. Se cuenta que hubo quien perdió la cabeza por haberle robado una sandía. A Santa Fe fue a parar uno que se escapó arañando de que don Justo lo hiciese degollar por uno de estos delitos. Cayó a la ciudad de Estanislao López ostentando un gran claro sobre la frente, donde no le había quedado sino uno que otro pelito. Tomado firmemente de los cabellos, en el momento en que le arrimaron el cuchillo dio un tremendo cabezazo hacia atrás y escapó. El frustrado degollador se quedó bramando de indignación con el mechón entre los dedos, mientras el otro ganaba el monte con tan buenas ganas de disparar que no lo alcanzaron ni con perros. “Jamás volveré a degoyar sin haberlos maneado antes”, fue el amargo comentario del burlado...
No es para extrañarse de que aquél dejase el jopo en manos de su presunto degollador. En trance de morir, el ser humano suele adquirir fuerzas descomunales. Cuando degollaron en Cayastá, siglo pasado, al conde Tessieres de Bois Bertrand con toda una numerosa familia, en uno de los hechos más dramáticos que es posible imaginar, un muchacho de catorce años, en un descuido de los asesinos que habían cerrado todas las puertas de la residencia para no dejar uno vivo, escapó a través de una sólida reja doblando los hierros. Cuando después se hizo la reconstrucción del crimen, el pobre chico no pudo hacer pasar siquiera la cabeza por el sitio por donde él mismo había escapado en un momento de desesperación.
Muchas veces, por circunstancias especiales —venganzas personales, odios políticos profundos, etc.-— los degolladores prolongaban el suplicio. Tal es lo que ocurrió en Tucumán con el doctor Marco Avellaneda. Dicen que lo ultimaron con un cuchillo desafilado y mellado, y como el degollador, probablemente a propósito, demoraba la faena, el doctor Avellaneda le gritó: “Apure, apure. ”
Degüello también por venganza fue el que ocurrió en La Cimbra (Santa Fe> con el hotelero suizo Antonio von Will, quien había venido de Nueva York para atender un negocio de su hermano, que debia viajar a Suiza. En esos días se produjo la revolución de 1893 y los radicales tomaron el pueblo de Helvecia, distante 16 kilómetros de Cayastá. El gobierno mandó tropas, a las que se agregaron varios cientos de irregulares y merodeadores. Von Will aprovechó que se detuvieron en las proximidades de Cayastá y corrió a avisar a Helvecia. Allí los revolucionarios esperaron prevenidos a sus adversarios y les hicieron treinta muerto, entre los que cayó el comandante de milicias Camilo Romero. Retomado más tarde el gobierno, su hermano Benito, también comandante, sacó una noche sigilosamente a von Will y lo hizo degollar junto a un arroyo. En venganza por la muerte de su hermano —y también, sin duda, por ser gringo y meterse en las cosas nuestras— ordenó al victimario:
—Degoyalo a lo chancho y removele el cuchiyo.
Es decir, que le clavara el cuchillo en la garganta, hacia abajo, y le hurgara la herida hasta verlo morir.
En condiciones también muy crueles —si es que se puede agregar mayor crueldad a un degüello— fue muerto el coronel Santa Coloma, apenas terminó la batalla de Caseros.
No bien cayó prisionero, fue llevado a presencia del traidor Urquiza, quien ordenó secamente:
—Deguellenló por la nuca. Asi paga las que ha hecho.
No era faena fácil eso de degollar por la nuca. Había que cortar primero los músculos de la parte posterior del cuello, para abrir camino hasta la columna vertebral. Alli, con el filo del cuchillo, se buscaba una articulación de las vértebras para seccionar la columna y llegar luego a la garganta. Si el degollador le erraba a la articulación en los primeros intentos o se ponia nervioso, como el verdugo que, según Maurois, decapitó a María Estuardo, el trabajo se prolongaba. Lo más probable entonces, era que se decidiese a cortar en cualquier parte hachando a machetazos el espinazo. La sección de la médula abreviaba la agonía.
En su historia de Corrientes, el doctor Florencio Mantilla relata las alternativas del degüello de Pago Largo, de acuerdo a lo que le refiriera un testigo. Dice que alinearon a los prisioneros y los fueron contando. Cada diez sacaban uno y lo degollaban. Cuando llegaron al otro extremo, comenzaron de nuevo en sentido Inverso. La oficialidad de las fuerzas entrerrianas presenciaba el espectáculo, festejando lo que le causaba gracia. También andaba entreverado el mayor Calventos, quien se paseaba sobando cuidadosamente una lonja de, piel fresca:
-Esta se la saqué del lomo a Berón de Astrada.. .
Se dice que con ella fabricó una manea que mandó a Rosas.
En el cuadro de Quirós los degollados aparece con las manos atadas a la espalda y los pies también amagados. Asi se los degollaba más fácil, pues los prisioneros —sobre todo si eran de agallas se defendían como podían.
Por ejemplo, el valiente coronel Chllavert, que murió atacando a sus verdugos a puñetazos y puntapiés, había sido jefe de la artillería rosista en Caseros. Pero Chllavert se resistió por un motivo distinto; Urquiza quiso hacerlo fusilar por la espalda. Cayó acribillado a bayonetazos, golpes de sable y culatazos. Pero no le dio a Urquiza, el gran traidor, el gusto de que lo vieran morir como un traidor, que nunca lo había sido y menos a su Patria. Todo lo que se acaba de relatar causa horror y no es para menos. Pero ello no ha sido algo exclusivo de los argentinos y menos de “los tiempos del rosismo”. Tampoco nuestros comandantes de campaña eran tan refinados cómo para inventar suplicios como los que los hombres de toga mandaron aplicar a Tupac Amarú, condenándolo a ser descuartizado atando sus miembros a cuatro caballos, mientras mandaron cortar la lengua y después degollar a su esposa, sus hijitos y todos los parientes más o menos cercanos. El caballero don Martín de Alzaga, héroe durante las Invasiones Inglesas, mandó aplicar tormento a un pobre infeliz acusado de difundir noticias de la Revolución Francesa. Rodeado de toda la aparatosidad legal y procesal de circunstancias, el verdugo le amarró las manos y le fue introduciendo cuñas de hierro debajo de cada uña. La sesión indagatoria se repitió dos veces. En la primera se le destrozaron las uñas de los dedos de una mano; en la segunda se le mutiló la otra. Encima resultó que el pobre prójimo era inocente.
El ambiente en que se vivió durante el siglo pasado en nuestro país bien pudo producir gente insensible y bárbara. Pero de alguna pasta muy buena debe estar amasado el espíritu de nuestro pueblo cuando, a pesar de ello, jamás permitió un linchamiento ni acepta la pena de muerte y ni siquiera admite que se realicen corridas de toros... No deja de ser alentador este largo camino recorrido por los argentinos desde la frecuentación de esos degüellos que hemos relatado y el respeto por la vida ajena que actualmente forma parte de nuestra modalidad nacional.

lunes, 15 de agosto de 2022

Osvaldo Gasparini. El pintor gaucho de los Pagos de Areco y su Museo Evocativo.

Por Claudia Alejandra Heredia.
San Antonio de Areco, distante a 113 km. de CABA, es la ciudad donde ficción y realidad se entremezclan y donde es posible caminar sobres los pasos de Don Segundo Sombra en su personaje inspirador: el resero de la familia Güiraldes, Segundo Ramírez, quien tendrá un papel muy importante en esta historia. Una fina y persistente llovizna cae sobre el empedrado. Domingo otoñal...nadie en las calles, solo unos pocos turistas sacándose fotos. Dejamos atrás el casco histórico de la ciudad para llegar al Barrio Gómez, allí a pocas cuadras, atravesando la plaza homónima. La casa se destaca de las del resto de la cuadra. Está pintada de rosa. Una tranquera entreabierta nos invita a pasar, como el cartel lo dice: “Pase nomás” y Lucy, una perrita mestiza que ya es famosa, nos recibe con amigables saltos y nos acompaña en el recorrido.



Silencio y quietud en el patio trasero de los Gasparini. Nos surgen interrogantes: ¿se podrá pasar?... todo parece haberse detenido en el tiempo. Es que los Gasparini son historia viva en una ciudad que ha hecho de la tradición su modo de vida y el Atelier-Museo devenido en centro cultural de arte criollo es un espacio abierto a todo aquel que guste exponer sus pinturas o simplemente conocer este rincón que supo ser el hogar del fundador de una verdadera estirpe de artistas gauchescos.

Osvaldo Gasparini nació en Laboulaye, Córdoba, el 5 de marzo de 1917. Un año más tarde la familia se radicó en Villa Lía, un pueblito a 15 km de la cabecera del partido de San Antonio de Areco. Fueron sus padres José Gasparini, italiano de 50 años y Victoria Alonso de solo 16. Vivieron en Villa Lía hasta el año 1930 en que su madre abandonó el hogar dejando a sus hijos pequeños para irse con otro hombre. Osvaldo, que tenía 13 años, huyó del hogar, desesperado corriendo en plena noche, atravesando campos, alambrados y arroyos. A tres leguas llega sin saberlo al Puesto “La Lechuza” donde viven Don Segundo Ramírez y su familia. Al día siguiente su padre llega a buscarlo, pero Don Segundo le dice: “déjemelo Don José, que lo he de criar como a un hijo”. Así, el niño se queda 5 años viviendo con quien se convertiría en su protector y padrino Segundo Ramírez, el resero que inspiró el personaje de Don Segundo Sombra en la pluma de Ricardo Güiraldes. Osvaldo trabajaba de boyerito, se ocupaba del cuidado de los bueyes y al mismo tiempo comenzaba a dibujar y pintar con carbón del fogón. Sus temas serán lo que ve en el puesto La Lechuza, los arreos que llegan de Zárate y paran en San Antonio en su camino a Carmen de Areco.

A los 19 años, a instancias de Segundo Ramírez, se reencuentra con su madre y se queda a vivir con ella. “Si usted no la perdona no va a ser un hombre felíz... usted tiene que cerrar esa herida” fue el consejo de su padrino. Don Segundo muere en el año 1936 y Osvaldo parte a Campo de Mayo a cumplir con el servicio militar obligatorio. A su regreso “se va de croto”, dibujando y vendiendo sus obras. Gasparini pinta al óleo sobre bastidores armados por él mismo con hule que compra en la calle Alsina.
En 1938, bajo la gobernación de Manuel Fresco, se inaugura el Museo Ricardo Güiraldes y el joven Gasparini pinta y vende sus obras junto a las cadenas del frente de la Pulpería La Blanqueada. Sin embargo, es censurado y perseguido por la clase conservadora dominante. No lo quieren en Areco. Ya pensaba exiliarse en Buenos Aires cuando el destino hace que en su camino se cruce el Coronel Fernando Isaac Morel, quien, al ver la frescura de sus dibujos, lo invita a exponer en Buenos Aires y lo presenta al crítico de arte José León Pagano, quien al ver sus trabajos exclama: ”tiene el trazo de un genio”.
A partir de ese momento comienza a ser difundida su obra en exposiciones y en galerías de arte de la calle Florida. Gasparini pinta al gaucho en escenas de la vida cotidiana. Lo que Güiraldes narra, Gasparini lo dibuja y se convierte en pionero de la pintura gauchesca. En 1952 se casa con Rosita Carissimo, quien será su compañera toda la vida. Tienen a su primer hijo Miguel Ángel y siendo pequeño deben emigrar a Buenos Aires. Osvaldo trabaja en el Ministerio de Educación y es amigo personal de Juan Perón y Eva Duarte. Viven en diferentes lugares: Grand Bourg, Villa Domínico, Avellaneda, pero nunca llegan a acostumbrarse, extrañan sus pagos de Areco. En esos años conoce al Maestro Quinquela Martín quien le dice: “Usted será, un día, en Areco, lo que yo soy en La Boca” y le da un sabio consejo: que haga un rancho en sus pagos y lo convierta en museo y centro de la cultura gauchesca. La familia ya había decidido volver a Areco. Consiguen un terreno en la esquina de la Plaza Gómez y en el año 1965, siguiendo el consejo de Quinquela Martín, edifican el rancho de adobe, paja y piso de tierra. Allí viven y reciben a los turistas de fin de semana que llegan para conocer los escenarios naturales donde vivió Don Segundo Sombra, personaje que había adquirido popularidad tras la filmación de la película basada en el libro de Güiraldes. Alguien dijo que Osvaldo Gasparini desafió al destino bautizando a sus hijos Miguel Ángel, Luis Leonardo y Rubén Darío y el destino respondió favorablemente. Rubén Darío se convirtió en escritor y poeta, mientras que sus hermanos siguieron los pasos de su padre y se dedicaron a la pintura. La casa siempre tiene las puertas abiertas, brindándonos la calidez de la confianza que raramente encontramos los que llegamos de la gran ciudad. Seguimos nuestro recorrido en medio de la algarabía de Lucy que no para de saltar alrededor del busto de Don Segundo Ramírez, emplazado allí nomás en la entrada, apenas pasando la tranquera. Es el único monumento dedicado al gaucho en todo San Antonio de Areco. Obra del escultor Félix Tomasi, inaugurado en el año 1996. Pasamos directamente al patio del fondo. En el centro la estatua a la diversidad cultural, obra de Miguel Ángel, nos muestra las etnias...el indio, la mulata, el gaucho, el gringo... más allá la pequeña Capilla con la Imagen de Nuestra Señora de Pompeya y … el Rancho... con sus vívidas paredes rosadas que guardan tesoros y reliquias familiares, pinturas y objetos diversos, como ejemplares del diario La Nación del año 1906, las primeras planchas que se conocieron y otros objetos antiguos. Entonces, cuando ya creemos que la recorrida está terminada y nos vamos yendo silenciosamente para no interrumpir la siesta de nadie, se abre la puerta que da al patio trasero y aparece Rubén Darío, el poeta. Él mismo nos invita a pasar y disfrutar de una amena charla mientras recorremos cada una de las salas de la casa convertida en Museo.








La primera “Sala Osvaldo Gasparini” está íntegramente dedicada al fundador de la dinastía. En una vitrina se guardan sus objetos personales... sus lentes, su tirador y rastra de estrella federal, su mate plateado, y otros documentos importantes, como el Martín Fierro en braille, ilustrado por él y que fuera el primer libro gauchesco editado en el mundo con esa impresión. Otros documentos importantes nos muestran su trayectoria: el Título de Profesor de Dibujo y Pintura del Conservatorio Albistur, el Premio del Senado de la Nación como figura emérita del arte argentino (2001), y el diploma de vecino ilustre de San Antonio de Areco.

La sala está repleta de tesoros. En otra vitrina se conserva la primera edición de “Don Segundo Sombra” de editorial Colombo (1926).

Las paredes están cubiertas por numerosas pinturas. Se destaca una litografía del mismo Quinquela Martín autografiada y regalada al matrimonio en ocasión de la inauguración del rancho. La obra en cuestión se llama “Levantando anclas “; “El fogón de los payadores”, obra de su hijo Miguel Ángel donde pinta un Martín Fierro y un Segundo Sombra ya envejecidos. Por último, sobre la puerta, una foto que ganó un concurso para ser colocada en una urna en el año 2003 como testimonio para las futuras generaciones. La foto se llamó “El sueño de un Pintor” y fue tomada por una artista quilmeña.


La segunda sala a mi parecer es la más emotiva ya que está dedicada al único de los tres hermanos fallecidos: Sala Luis Leonardo Gasparini.
Reposando en un sillón vemos su retrato y su obra cumbre, las ilustraciones del Martín Fierro en una edición de lujo de editorial Ruiz Díaz con 300 dibujos hechos en carbonilla y acuarelas. Una característica propia de Luis es que pintaba con los dedos, sin pincel ni espátula y nos cuenta su hermano mayor que cuando falleció estaba pintando un gaucho que se va …
“me fuí como quien se desangra” decía la frase final de Don Segundo Sombra... y el pintor, que aún tenía sus dedos manchados de carbonilla, fue enterrado con su retrato inconcluso



Por último la Sala Rubén Darío Gasparini, nuestro mismísimo anfitrión, quien puso en palabras lo que sus hermanos pintaron. En las vitrinas de la sala se exponen sus 14 obras literarias. Pero, sin dudas, lo que deslumbra en la habitación es el bajorrelieve de los potros galopando... sobre el revoque de la pared, Gasparini padre había delineado las figuras, trazo por trazo... actualmente hasta es posible seguir los surcos con el dedo... luego el encargado de pintarlo fue su hijo Miguel Ángel. Los caballos ocupan toda la pared y dan sensación de movimiento.


José, que además de ser artista es abogado, tiene su atelier al fondo, junto a la Capilla. Un cartel nos indica que lo suyo es el Expresionismo, con un estilo colorido y una temática diferente, cumple la voluntad de su abuelo de hacer de la casa un sitio abierto a la comunidad donde siempre se siga pintando.



Osvaldo Gasparini falleció el 27 de mayo de 2001 a los 84 años de edad, rodeado del cariño de sus hijos y de su fiel Rosita. Un cortejo de paisanos lo acompañaron hasta su última morada en el cementerio municipal de San Antonio de Areco, donde descansa junto a los restos de su querido mentor Don Segundo Ramírez y del escritor Ricardo Güiraldes.
Lo recordamos en las estrofas de estos versos que le dedicara su hijo Miguel Ángel en el 19° Aniversario de su fallecimiento.
Mateando recuerdos...

“Pocas ganas de cantar tienen hoy mis sentimientos

mi guitarra está tristona, sus cuerdas lloran al viento.

Porque estando en un fogón con los paisanos de Areco

Noté que faltaba uno mientras cantaba mis versos

Tendí mi vista en la rueda. Todos, todos mateaban contentos.

Y yo recordé aquel gaucho que no mateaba de hace tiempo, mucho tiempo

Porque hoy tiene un cielo de estrellas por querencia.

Osvaldo Gasparini, mi querido viejo, motivo de mis palabras

Entropillándo recuerdos. Un hombre que fue presente

Y hoy es pasado en el cofre de los tiempos.

Lagrimea mi corazón aunque poco lo demuestro

Porque no solo se llora cuando se mojan pañuelos.

Se hace amargo el mate cimarrón cuando mayo es invierno

Y más amargo pensar que el pintor de los gauchos ya se ha muerto.

Por eso, por eso falta un paisano en los fogones de Areco”

                                       

                                  Miguel Ángel Gasparini

 



“...centrando mi voluntad en la ejecución de los pequeños hechos,

di vuelta mi caballo y, lentamente, me fui para las casas.

Me fui como quien se desangra.”

                                                             Ricardo Güiraldes.

Fuentes consultadas:

Testimonios directos de Rubén Darío y de Miguel Ángel Gasparini.

“Miguel Ángel Gasparini, el pintor costumbrista de San Antonio de Areco”.

Revista Somos Arraigo.

lunes, 18 de julio de 2022

REUNIÓN DEL INSTITUTO ROSAS DE GRAL SAN MARTÍN 16/7/2022

Por Ricardo Geraci Del Campo Ríos

Tema: Acta de Rancagua Por el Profesor Alberto Bertozzi

Mesa de debate Tema: 9 de Julio de 1816 -abierta participación-
En el día de la fecha se celebró en el Museo Rosas de Gral San Martín, una reunión abierta al público, donde el Profesor y Presidente del Instituto de Investigaciones Históricas J.M de Rosas de 3 de Febrero Alberto Bertozzi, expuso sobre el Acta de Rancagua y la coyuntura que el Libertador de América don Jose de San Martín, atravezó en su gesta emancipadora. Bertozzi desarrolló el tema con la claridad a la que nos tiene acostumbrados y conceptualmente de manera impecable. Desde la mención hoy 16 de julio (Día de la Virgen del Carmen) con la referencia histórica de don José "entronizandola" como Generala de su ejército, hasta la cita precisa de los artículos del Acta. El concepto general que nos permitimos interpretar de la excelente exposición de don Alberto, es la necesidad imperiosa del Libertador de lograr la independencia política de Buenos Aires para poder lograr la emancipación continental. Siguiente a la brillante exposición, se abrió el juego en una mesa abierta de debate que moderó el Escribano y Presidente de la Cooperadora del Museo Rosas, Néstor Raimundo Güichal. El tema siguió la lógica de las fechas que se relacionan a nuestra Declaracion de Independencia en este julio, y por supuesto el día en que se declara formalmente, un 9 de julio de 1816.
El Director de Museos Históricos de Gral San Martín ( Museo Rosas - Museo José Hernández que también fue Chacra de los Pueyrredón) Dr Julio R. Otaño desarrolló en breves minutos la coyuntura emancipadora; desde la importancia en los nombres que la levantaron y la sostuvieron como San Martín, Belgrano, Artigas y Güemes, hasta las diferencias entre los distintos Congresos que se suscitaron hasta aquel del 9 de Julio en Tucumán. Mencionó tanto el Congreso de Oriente y el federalismo y republicanismo en la figura fundacional de Artigas, como la nobleza intelectual de don Manuel Belgrano, hombre brillante y de lo mejor que brindó nuestro suelo. La importancia fundamental en ese proceso de San Martín en la creación del Ejército Argentino y la presión del mismo para que se declare la Independencia. Otaño expresó un concepto que define si se quiere esa voluntad del Libertador en profesionalizar a su ejército y declarar la Independencia, con el fin de que no se tome su patriada, como la de un grupo de fasinerosos sin legitimidad alguna. El Profesor y Abogado no dejó de destacar la figura de quienes firmaron tal declaración. Hizo además mención de las formas de gobierno que se discutían en función de si se quería una monarquía parlamentaria o se inclinaba al republicanismo. En su desarrollo, mencionó el contexto internacional de la época con respecto a este tema; manifestando que en ese 1816 la única república existente eran los Estados Unidos en un mundo donde las monarquías seguían siendo hegemónicas. De hecho hizo mención del príncipe austriaco Klemens Von Metternich como la gran influencia europea sobre la negativa a abandonar las monarquías, frente -por supuesto- al avance liberal que se da durante el siglo XIX.
El debate siguió con la opinión de estudiosos, allegados e historiadores que fueron formulando distintas miradas que nos permitieron desarrollar el tema y llevarlo a una profundización realmente fructífera.
Lo que siempre destacamos de estas reuniones es el compromiso que lleva adelante el Instituto Rosas de Gral San Martín, desde la conducción de Julio Otaño, Dr Carlos De Santis (Presidente de la Institución) el Teniente Coronel Horacio Morales (Vicepresidente) y Esc Nestor Güichal (Pdte Cooperadora Museo Rosas) y una Comisión Directiva elegida recientemente, que trabaja desde distintos frentes en la divulgación de nuestra historia. El fin siempre es conocerla, estudiarla y poder desarrollarla, expresándosela a la Comunidad con las herramientas que supieron construir las figuras intelectuales y de acción que tuvo y hoy tiene el Revisionismo Histórico. En ello los amigos y compañeros del Instituto Rosas de 3 de Febrero (con Bertozzi Norberto Chiviló y Abiuso entre los asistentes) y del Nacional nos acompañan y viceversa.
Nuestro deber y nuestra pasión es seguir generando estos espacios desde el Instituto y poder contribuir en el estudio y esclarecimento de nuestro pasado.
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS J. M DE ROSAS DE GRAL SAN MARTÍN
COMISION DIRECTIVA 2022-2023: Pte Dr. DE SANTIS Carlos;. Vice 1ro. MORALES Horacio; Vice 2do.OTAÑO Julio R.; Secretarios CODAZZI LUIS Virginia; BUCCI Gabriel; Tesoreros POUSA Ricardo; BONAFERT Miguel; Voc. Tit.: GERACI DEL CAMPO Ricardo; COSENTINO Jorge; CUELLO Marisa; Voc.Sup. OVIEDO Jorge, HOLLMANN María, FALCON Antonio; Com. Rev.Ctas: HEREDIA Claudia; PONTONI Flavio; GARAVAGNO Rodolfo; VERON Anibal; DE NAPOLI Juan Cruz; SOTTO Juan Carlos.








domingo, 10 de julio de 2022

VISITA AL RANCHO QUE PERTENECIÓ AL BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROSAS. SAN MIGUEL DEL MONTE . 26/6/2022

 Por Claudia Alejandra Heredia.

“En ese año del casamiento Juan Manuel se disgustó con sus padres, se quitó el poncho y la chaqueta que le había regalado la madre y se fue. Dejó el campo y no quiso recibir sueldo ni recompensa por su trabajo de muchos meses. Juntóse con sus amigos Luis Dorrego y Juan Nepomuceno Terrero y se dedicó a la salazón de carnes. Es el fundador de esta importante industria: el estableció a los veintidós años de edad, el primer saladero argentino. Ganó mucho, y así pudo, poco tiempo después asociado con Terrero, comprar el campo en donde fundó “Los Cerrillos”. Más tarde comenzó a administrar estancias de sus parientes los Anchorena sin cobrarles. Pasaba en la ciudad breves temporadas con alguna frecuencia, pues Encarnación, durante el invierno, se quedaba allí.”

                                  “Vida de Juan Manuel de Rosas”, Manuel Gálvez, Editorial Tor, 1940.

 Mañana gris y lluviosa en San Miguel del Monte, a poco más de 110 km de Capital Federal. Casi nadie en la calle, pareciera que el Rancho está allí esperándonos exclusivamente a nosotros.   Desde que fue trasladado de su emplazamiento original en la estancia “Los Cerrillos”, propiedad de Don Juan Manuel de Rosas, y emplazado en el casco histórico, el Rancho se ha convertido en uno de los principales atractivos histórico culturales de la ciudad.

Pero para quienes hacemos de la historia una realidad cotidiana, éste no es un sitio más. Allí dentro se percibe un sentimiento común de emoción al tocar las paredes, al mirar por las ventanas, al recorrer cada una de las cinco habitaciones donde vivió DON JUAN MANUEL DE ROSAS, EL CÉSAR DE LAS PAMPAS, EL MÁXIMO DEFENSOR DE NUESTRA SOBERANÍA, EL PARA MUCHOS, PADRE DE NUESTRA PATRIA.

Corría el año 1817 cuando el joven Juan Manuel asociado, con Luis Dorrego, hermano de Manuel y Juan Nepomuceno Terrero, quien sería su socio y amigo de toda la vida, adquirieron la Estancia Los Cerrillos en la Guardia del Monte, zona de frontera con los indios. En el medio de la estancia, protegido por fosos, se destacaba el rancho, pintado de color rosa como las típicas construcciones de la época, con paredes de adobe, techo de paja tejido a mano por nativos pampas trenzando pasto y cañas de tacuara, cubierto por paja prensada en el exterior.

CRÓNICA DE UN TRASLADO INÉDITO, ÚNICO EN SUDAMÉRICA  Luego de que fuera declarado patrimonio histórico en el año 1987, el propietario de la estancia Otto Bemberg, decide afrontar el costo de 70.000 dólares para su traslado, simplemente por motivos de privacidad ya que no podía negar el acceso al público a visitar el rancho. Hasta el momento la casa había sido utilizada por la familia pero respetándola como un bien histórico.  Fueron 2 meses de intensa labor en la que trabajaron 60 personas entre arquitectos, ingenieros, técnicos, y operarios. El peso a transportar era de alrededor de 100/120 toneladas para lo cual se construyeron 3 vigas de concreto de 25 centímetros de largo y 8 cruzadas para usar como base. Se procedió a excavar alrededor para levantar el rancho entero y colocarlo sobre dicha base, que a su vez se colocó sobre un carretón con 120 ruedas. Así fue trasladada la histórica vivienda a su ubicación actual, debiendo recorrer una distancia de 60 km. 25 por un camino rural de tierra y 45 por ruta 41 a una velocidad de 5 km/h, casi a paso de hombre. Fue un hecho sin precedentes.  Así fue como el 31 de diciembre del año 1987 fue emplazado en pleno casco histórico en la intersección de las calles Juan Manuel de Rosas y Belgrano, en el corazón de la ciudad.



   

Se conserva intacto excepto el piso ya que originalmente era de tierra. El Rancho destila aires de simpleza, como su propietario... consta de 5 habitaciones en chorizo cada una con su entrada independiente, sin cocina y sin baño, porque así se acostumbraba por aquellos tiempos. Así como también se acostumbraba la utilización de puertas bajas, aleros que permitían ver de afuera hacia adentro pero no viceversa, todas medidas de defensa contra los malones de los indios que acostumbraban entrar a las viviendas con caballo y todo.

El Rancho es larguísimo... mide 25 metros. La primera sala era utilizada como un recibidor, la segunda como sala de invitados. Allí actualmente se expone una maqueta del fortín de la Guardia del Monte, construido en el año 1774 y en las paredes un cuadro que muestra la línea de fortines que constituía la frontera con el indio para el año de 1779 y otro cuadro que explica los detalles del traslado desde la estancia “Los Cerrillos”.

La tercera sala era la que servía de habitación de Don Juan Manuel y su esposa Encarnación Ezcurra, actualmente decorada con un maniquí representando un Colorado del Monte, miembro de las milicias rurales del caudillo federal, custodiando un retrato y junto a un sable utilizado por dichos y milicianos. En la penúltima habitación, utilizada como dormitorio de Manuelita y sus hermanos Juan y Pedro Pablo, se exponen objetos típicos de la época y una vitrina con documentos, por ejemplo el que obliga el uso de la diviza punzó y otros objetos como cintillos federales y la marca de yerra utilizada para marcar el ganado.

La quinta y última sala utilizada para los quehaceres domésticos alberga un busto de Rosas, pinturas y un mapa de la provincia de Buenos Aires detallando los fortines de principios de Siglo XIX.

Simple y austero, luminoso por dentro, es difícil imaginar la vida allí, en crudos inviernos, en la lejanía y la soledad de la pampa. Encarnación y los niños lo habitaban solo en época estival.   Era duro, pero ése era su mundo. Don Juan Manuel habitó el Rancho intercalando estadías en Buenos Aires hasta el año 1835.   Nos vamos felices de haber conocido una auténtica reliquia histórica. Desandando el camino, ya saliendo al exterior, una última mirada nos enfrenta con su rostro y su mensaje a la posteridad. Palabras que, particularmente, nunca dejan de conmoverme

  Durante el tiempo que presidí el Gobierno de Buenos Aires, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina con la suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia.  Soy el único responsable de todos mis actos,  de mis hechos buenos como malos, de mis errores y mis aciertos”

                     

 GLORIA ETERNA AL RESTAURADOR

 DEFENSOR DE NUESTRA SOBERANIA

Y DE LA SANTA CAUSA DEL FEDERALISMO.