Por el Prof. Jorge Deniri
En investigaciones anteriores, busque reseñar la bruma histórica que rodea la figura de Andresito, salvo el lustro 1815 – 1820, dejar asentado que quien lo incorpora a nuestra Historia es Bartolomé Mitre, el papel de los “Padres fundadores” de la Historia de la actual Provincia de Misiones, en especial Aníbal Cambas y Julio César Sánchez Ratti, y el modo como el peronismo primero y el progresismo luego lo empoderaron para sus propios relatos. También me adentré en las discusiones en torno a la grafía y significado de su nombre, si era un indio o un mestizo y qué relevancia tuvo en ello la fidelidad de sus seguidores. Del mismo modo, hice presente, puesto que desconocemos cómo era en realidad, de qué modos explota la fantasía su presunta imagen, y no menos fantásticamente, cuáles eran sus cualidades, cuán poco sabemos de su vida privada, y que esfuerzos se hicieron para adjudicarle descendientes imposibles en Corrientes. Ampliando algo, los apologetas, quizá con un punto de anacronismo psicológico, se empeñan en pergeñar un Andresito “culto”, que hablaba varios idiomas, leía y escribía corrientemente, y además contaba con aptitudes musicales de nota. ¿Es así? No podemos saber si hablaba varios idiomas, sólo presumirlo desde luego, y en ese tren habrá champurreado el castellano y el portugués y hablado con mayor solvencia el guaraní como la lingua franca de las milicias que comandaba. Tampoco puede aseverarse que supiera leer y escribir bien. La lectura por razones obvias, y de la escritura, que hay abundantes muestras en el Archivo General de la Provincia, sin ninguna duda muchas son de la pluma de secretarios y sólo la firma es suya, y hay otras, verdaderos galimatías, que me inclino a pensar que le pertenecen. De todas formas, que escribiera bien o mal no le quita ni agrega nada, y según lo que fue su vida no se trata de algo central ni mucho menos. Sí sirve para separar las aguas, porque la “leyenda negra” hacía de ese tipo de cuestiones algo capital para separar la “civilización” de la “barbarie” (después de todo la escritura es lo que tradicionalmente ha separado a la Historia de la Prehistoria), y a la inversa, la leyenda “blanca”, siempre se empeña en descubrir cualidades y calidades en sus héroes, aún donde no las hay. Por lo que hace a sus dotes musicales, ¡bueno!, parece que, como tantos varones de su tiempo, tocaba la guitarra – lo dice Mantilla – y si juzgamos por la versión de Saint Hilaire hablando del amor y habilidad para la musica de los guaraníes en general, cabe suponer que la haya ejecutado bien y hasta con cierto gusto.
Un demérito que no se
puede obviar, es el de su alcoholismo. Todos, detractores y apologetas,
coinciden – no les quedó más remedio -, en que era un hombre de mala bebida,
que cuando estaba tomado repartía azotes y cintarazos a diestra y siniestra.
Algo más diré en otras notas, pero sobre esto, me interesa dejar sentado que
aún en sus mayores furias, echó mano de los castigos comunes en las reducciones:
encepadas, palos laceadas, sableadas y azotes, pero no derramó sangre. En eso
la leyenda negra es absolutamente falsa. Hay agredidos y humillados en su
“prontuario”, no muertos.
Párrafo seguido,
arribamos a la última cuestión de interés que quedó esbozada en las notas
anteriores: ¿Qué pasó en los “años en blanco” de los cuales no hay
conocimientos apoyados en fuentes fiables. De 1810 a 1815?.
Por principio, descarto
que haya acompañado a Manuel Belgrano al sitio de Montevideo, cuando le
ordenaron abandonar el Paraguay y conducir sus fuerzas a la Banda Oriental. No
hay antecedente alguno, y semeja ser una de esas tinturas sin mayor fundamento
con las que los apologetas doran el currículum de quienes exaltan.
Respecto de Artigas, siempre
partiendo de hipótesis no comprobadas, y hasta hoy dudosamente comprobables, Andresito
habría seguido a Artigas, como blandengue cuando, en disconformidad con el
tratado firmado por los porteños con De Elío, abandona el sitio de Montevideo, y
marcha hacia el Noroeste, iniciando lo que se conoce como el “Éxodo Oriental”.
Por entonces, - 1811-,
siempre sin prueba concreta alguna, se sostiene que Guacurarí habría participado
de las acciones en torno a Belén, a orillas del río Arapey, que se halla en
manos portuguesas.
En mayo de 1812, la
construcción mítica afirma que se habría batido nuevamente bajo el mando de
Fernando Otorgués, contra una columna portuguesa que ataca Santo Tomé desde San
Borja.
En 1813, nuevas
suposiciones refieren a Andresito, combatiendo a órdenes de Artigas en el
segundo sitio de Montevideo.
Hacia 1814, se presume que Andresito sirve bajo las órdenes de Blas Basualdo – otro de los Tenientes indios de Artigas - cuando éste ocupa Curuzú Cuatiá, y luego, en las acciones que en proximidades de La Cruz, culminan con la derrota del gobernador porteñista Bernardo Pérez Planes.
Esta construcción mítica es especialmente interesante
por dos razones. La primera, que Basualdo, quien también es el vencedor de
Perugorría, fue uno de los grandes comandantes indios forjados por el
artiguismo. Asimismo, es una figura que ha quedado completamente opacada por el
relieve alcanzado por su sucesor, y ello nos lleva a la segunda razón: su
temprana muerte por enfermedad, es la que abre el camino para la forja
histórica de Andresito que así, en 1815, entra concretamente en la Historia,
cuando Artigas lo designa Ciudadano Capitán de Blandengues y Comandante General
de las Misiones. Por entonces, ya se lo reconoce – al igual que a otros varios
jefes indios de distintas etnias -, como hijo adoptivo del Protector de los
Pueblos Libres.
¿Qué valor tiene ese
estatus? Yo sostengo que no se trata de una relación parental, sino de una
herramienta política de Artigas, concedida por él a varios jefes indios para
actuar en su nombre, para “sacar chapa”. Un recurso que Artigas conoció y
aprendió a valorar para el trato con los indios, en su prolongada estancia
entre los Charrúas. Eugenio Gervasio Petit Muñoz, el gran historiador oriental,
en su ensayo “Artigas y los indios”, ha desarrollado esa temática.
Es hacia mediados
del siglo XX, que este estudioso analiza extensamente la relación de Artigas con los aborígenes, en una obra donde no falta
incluso el tratamiento utópico del tema, imaginando para el gran oriental una
ascendencia “de una auténtica princesa inca”, depositada cuando niño en su
subconsciente como “una célula de simpatía por el indio”. .
Petit Muñoz también busca explicar las
razones y el modo como el Artigas blandengue, apresador y matador de indios, se
transfigura en el héroe que toma conciencia de su papel de libertador recién
durante la Revolución, mutando su conducta hacia los indios charrúas, minuanes
y guaraníes durante el transcurso del éxodo.
Para lo que directamente me interesa
asentar, el historiador rescata la notoria proliferación de figuras principales
indias que toman el apellido y aún nombres familiares de Artigas – Manuel
Artigas, José Artigas – Andrés Artigas -, Lorenzo Artigas, ya a partir de 1811,
cuando data el primer acuerdo de Artigas con los charrúas, y sobre la base de
las costumbres de éstos, nos habla de un líder que usa el apellido de Artigas como propio, y se dirige a él como
su “padre”.
Hay también otros dos
elementos de juicio que solidifican mi aserto: La lectura de la correspondencia
entre Artigas y Andesito, en ningún momento muestra el tono paterno – filial de
un epistolario padre – hijo. Es más la comunicación entre un superior con su
subalterno y viceversa.
Todavía más
esclarecedor al respecto me parece que, habiendo sido derrotado y tomado prisionero
Andresito, Artigas no hizo nada en favor suyo. Ni para liberarlo ni para hacer
menos duro su cautiverio.
Finalmente ¿Cuál fue el
valor dado por sus adversarios a Andresito? El gran historiador farroupilha
Moacyr Flores, respondiendo una requisitoria mía, en su momento, refiriéndose a
él como “Artiginha” (Artiguitas), lo definió claramente como un importante
enemigo del Brasil, cuya desaparición produjo grandes beneficios, porque los
indios no volvieron a alzarse.
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