En ninguna parte leo que los que entregan las riquezas del país a los extranjeros tengan ni siquiera un año de prisión; la Constitución no tiene castigo ni remedio alguno para ese crimen; a no ser el castigo de hacerles una estatua y proponerlos como modelos de grandes ciudadanos a los chicos escueleros.
Me dirán por qué triunfó tanto
tiempo el Liberalismo si era malo; les diré que ni triunfó del todo ni al
comienzo era malo del todo. Sarmiento era liberal y no era malo del todo; por
lo menos no era tan malo como Mitre; y por eso quizás murió en el destierro y
Mitre en su cama, confesado y comulgado por una tía suya. El Liberalismo en su
comienzo tenía algo de bueno, pues no hay error tan grande que no tenga algo de
verdad, ni herejía que no se base en un dogma cristiano (en la corrupción
de un dogma cristiano). Las tres divisas del Liberalismo: Libertad,
Igualdad, Fraternidad, no eran más que las antiguas palabras cristianas: Orden, Jerarquía y
Caridad que habían colgado la sotana, como nuestros famosos “curas
liberales”.
Lo que había de bueno en el
liberalismo de antaño, de 1820 a 1860, consistía en una especie de ímpetu
juvenil contra un montón de cosas que tenían que morir; a saber, el absolutismo
de los reyes, inventado por los reyes protestantes; el despotismo demasiado
cerrado de los Gremios y Corporaciones medievales; y una decadencia en la
Religión, que originó en Inglaterra el deísmo y en Francia el filosofismo. Así
que toda la juventud europea a principios del pasado siglo se conmovía con ese
grito de Libertad, y sabía lo que significaba para ellos esa palabra ambigua, que
no lo era para ellos; lo que no sabían era lo que estaba detrás. Se sentían
apretados, estrechos y cansados y al decir ¡Libertad! decían “queremos salir
de esto”. Lo que no sabían todos era que detrás de esa dorada y sonrosada
libertad del Liberalismo había primero un error, después una ficción y después
una herejía; el error de la libertad de comercio, la ficción de la soberanía
del pueblo y la herejía de la Religión de la Libertad (opuesta aunque derivada
de la Religión de Cristo).
Esto que dije arriba de que el
Liberalismo en el fondo es una herejía es muy importante. Ustedes lo saben ya;
pero por las dudas les voy a leer una página que escribí hace dos meses en San
Juan, donde se me enojaron altamente (algunos) y se me quejaron al Arzobispo
(algunas) porque en un discurso sobre el 25 de mayo no nombré a Sarmiento; o
mejor dicho, lo nombré, pero no dije “el Gran Sarmiento”.
“San Juan, 27 de julio de 1960.”
“¡Ojalá que estén en el cielo
actualmente Sarmiento, Urquiza y Mitre!; pero en vida han sido puercos. No es
un mal que en la Argentina haya habido traidores y traiciones; el mal está en
hacer estatuas a los traidores y adorar traiciones. En todas las naciones ha
habido crímenes; pero una nación que no distingue el crimen de la virtud, no
puede ser nación. En San Juan si usted dice un discurso el 25 de mayo y no
nombra a Sarmiento, le pasa lo mismo que si en la Edad Media usted hubiera
dicho que no había Dios. Eso es religión, no me vengan con macanas: es religión
al revés, o sea, una especie de religión satánica. «Hoy los Católicos han
rendido homenaje a Sarmiento» dice el diario TRIBUNA del 22 de junio de
1960. Traducción: «Hoy los discípulos de Cristo han rendido homenaje a un
hombre inmoral», o sea: «hoy los católicos han idolatrado»”.
“Si los niños en la escuela se les
pone como objetos de reverencia, de admiración y de imitación a hombres
inmorales, las bases mismas de la moral quedan minadas. ¿Qué hombres íntegros
saldrán de allí? Una nación no puede ser independiente si no tiene una
suficiente proporción de hombres éticos. Hombres éticos no son los que
tienen solamente la moral rudimentaria del miedo a la policía y el respeto a
las convenciones sociales; hombres éticos son los que tienen la pasión de la
Justicia. La Escuela Argentina no tiende a hacer esos hombres; al contrario más
bien.”
“Mejor es no creer en nada, ni en
Cristo ni en Sarmiento, que creer a la vez en Cristo y Sarmiento. Lo primero da
un ateo; lo segundo, un católico mistongo.”
Díganle a monseñor NN de mi parte,
con todo respeto y amor, que el Liberalismo es una idolatría y el Nacionalismo no
es una idolatría. ¿Y por qué no? Si el liberal al hacer la Libertad con
mayúscula un Fin Absoluto (y peor aun hacer un ídolo dese getudo indiscreto que
fue Sarmiento) es idólatra, ¿por qué no será idólatra también el nacionalista
que hace de la Nación con mayúscula un Fin Absoluto? Porque no; porque yo digo
que no hay mucho peligro deso en la Argentina. No niego que sea posible en
Alemania o Inglaterra; pero no hace tanto peligro deso en la raza hispánica; el
gallego nunca va a hacer un dios de Francisco Franco, ni el argentino va a
poner la estatua de Rosas en los altares; al gallego lo van a encontrar siempre
hablando mal de Franco e incluso de España. ¡No hay peligro que el
argentino adore a su patria, más bien actualmente hay peligro que la desprecie,
escupida como está por los judíos! Pero miento, no es la patria: no ha escupido
el Reino de Israel a la Patria sino al Estado; y ni siquiera al Estado; ha
escupido al Gobierno; es decir, los judíos han escupido a otro judío. Así que
díganle a monseñor NN, que dice que yo soy nazi y un energúmeno, con todo
respeto y amor, que si yo soy nazi por entrar en esta casa, en esta casa somos
nazis blancos, no somos nazis negros. Somos nazis azulyblancos, los cuales
nunca adorarán a la nación como si fuese Dios, sino que amarán a Dios a través
de su propia nación; porque si no amas a tu madre a la cual ves, ¿cómo podrás
amar a Dios al cual no ves? Para muchos de nosotros, hacer Patria es
sinónimo dese hacer Dios de que hablé al principio.
Así que el Liberalismo, movimiento histórico muy
confuso en el cual estamos metidos, y el cual a mí me ha hecho mucho daño, puede ser considerado en tres
planos diferentes, en el plano empírico, en el plano filosófico y en el plano
teológico; que
corresponden a las tres vidas que hay en el hombre: a la vida de los sentidos,
a la vida del intelecto y a la vida sobrenatural de la gracia; en el
plano empírico era una invención de la oligarquía inglesa y su posterior
imperialismo, después adoptada por toda la burguesía europea, cuya meta era el
Dinero; en el plano filosófico fue un intento de resolver para siempre el
eterno problema de la persona frente a la sociedad; en el plano teológico fue una singular herejía que
yo denominaría una de las Tres Ranas del Apocalipsis. Aquí
lo hemos considerado en el plano filosófico; pero nos falta todavía la tercera
definición, a saber: el Liberalismo fue un tremendo esfuerzo fallido por
encontrar un equilibrio perenne entre el individuo y la Sociedad.
Esta es la definición más general y
por tanto más filosófica del Liberalismo: fue un intento ambicioso y fallido de
resolver para siempre la eterna antinomia entre el hombre y la sociedad;
o sea, entre los dos polos de todos los sistemas políticos, la Autoridad
y la Libertad; Yo no voy a decir los que dicen tantos, que es un país de
m..., o como dijo Ricardo Rojas un país de loquitos, o como dijo Raymundo Pardo
un país de semisalvajes, o como dijo Unamuno un país de cazadores de pesos, o
como dijo Baroja un país de cursis; y tampoco que es un gran país, como dicen por
radio, que basta escuchar la radio ahora para ponerlo en duda. Para mí hay una
Argentina que me deja vivir a mí, la cual naturalmente tiene que ser muy buena;
y otra Argentina mala, que no me deja vivir (no es que tenga demasiado empeño
en vivir). Y ha llegado el momento en que una de las dos Argentinas elimine a
la otra, como dijo San Martín: los de AZUL Y BLANCO lo arreglan muy
cómodamente diciendo que una de ellas no existe (el “país real” supone que el
otro país es “irreal”). No. Las dos existen; y la que a mí no me gusta
está ahora arriba; y con todas sus fuerzas procura eliminar a la otra como
mandó San Martín.
Eliminar ¿cómo? ¿Matando a todos
los liberales? No es ése nuestro sistema, es el sistema dellos. El sistema
nuestro es hacer Verdad como dije: durante un siglo entero el
Nacionalismo en España estuvo haciendo Verdad: desde el doctor Filósofo
Rancio hasta el mártir Ramiro de Maeztu; cosa que aquí no hemos tenido sino muy
en precario. Pero para hacer Verdad ¿no hay que matar a alguno? A veces por
desgracia hay que matar, sintiéndolo enormemente, a alguno, como lo hace
Franco, en defensa propia; a algún malhechor, como hizo Rosas. En propia mía,
no hay que matar a nadie. Nunca he querido tener un arma de fuego, a pesar de
que tiro muy bien revólver, porque en último caso prefiero la muerte de Ramiro
de Maeztu (que me maten por hablar demasiado) antes que matar a algún milico
como en tiempo de Lonardi. Pero mejor es vivir sin matar a nadie ni ser muerto:
lo cual no sé ya si durará todavía una década en la Argentina.
El error del
Nacionalismo: es poner los ojos en el poder a corto plazo en vez de ponerlos
en la Verdad a largo alcance. Creer que el fin último de la política es
alcanzar o arrebatar el Poder es un error y una estupidez: es el error de
Maquiavelo y la estupidez de los políticos baratos y pueriles que nos están
moliendo y perdiendo. No se le puede pedir a un político, pongamos a Marcelo
Sánchez Sorondo, que aspire al Sufrimiento y a la Derrota (es decir al
Martirio); eso es propio del hombre religioso, no del hombre ético; y un buen
político es un hombre ético; no se les debe pedir a los nacionalistas que no
aspiren a la Victoria; pero es menester pedirles que no pongan su Victoria en
la consecución del Poder (por ejemplo, una embajada) sino en la difusión
triunfante de sus ideas (suponiendo que las tengan). O sea, que puedan como
dijo el héroe nacionalista que nombré a sus asesinos: “yo sé por qué muero;
y ustedes no saben por qué me matan” y pudiera haber añadido: “¡Pero
muero para que lo sepan!”.
A pesar
de que el Papa es infalible, si el Papa definiera que los nacionalistas
argentinos son nazis (como me dicen que hay inminente peligro) yo no lo
creería; porque si fuesen nazis serían alemanes; y si fuesen alemanes estarían
organizados. Si los nacionalistas estuvieran organizados, tomarían estos dos discursos
míos y repartirían 150.000 ejemplares por todo el país; como hicieron los requetés
navarros en 1868 con el discurso de Aparisi Guijarro cuando la caída de Isabel
II; la cual fue una especie de general Lonardi con polleras. O más bien, ya que
ahora la imprenta es más barata un millón y medio de
ejemplares. No pueden negar que esta idea es práctica, por lo menos para mí.
La definición argentina de hombre
libre tal vez no sea muy filosófica pero es bien argentina. Dice así:
“Me siento libre... La justicia de
Dios está más alta que la soberbia de los hombres. El hombre verdaderamente
«libre» es aquel que exento de temores infundados y deseos innecesarios en
cualquier país y cualquier condición en que se halle, está «sujeto» [es decir libremente cautivo] a los mandatos de Dios, al dictado de su conciencia y a los
dictámenes de la sana razón...”.
Carta de don Juan Manuel de Rosas
desde el destierro a doña Josefa Gómez: paréntesis mío.
LEONARDO CASTELLANI
15 de octubre de 1960.C