Por el Prof. Jbismarck
Segundo presidente argentino graduado en aulas universitarias (el primero fue Derqui). Llegó a la presidencia de la República en medio de una revolución —la mitrista—, y entregó el mando a su sucesor después de otro alzamiento, el de Tejedor. Era de físico pequeño, pero sus decisiones tenían grandeza de auténtico estadista. Como definición de lo primero, ha quedado la observación del famoso matrero entrerriano Calandria, gaucho jordanista que lo conoció allá por 1875; "¡Tan chiquito!, ¿no?, ¡y tan ladeadito!”. Sobre lo segundo, se conserva su frase de la proclama contra Tejedor: 'Voy a mover los hombres y las armas de la Nación a fin de hacer cumplir y respetar las leyes” Nació en Tucumán el 3 de octubre de 1837, pero descendía de antigua progenie catamarqueña. El mismo día que cumplió cuatro años de edad, su padre, Marco Avellaneda, era ejecutado por el ejército federal, después de la victoria de Oribe en Famaillá. Conoció por eso el destierro desde muy pequeño, al establecerse su madre, Dolores Silva y Zavaleta, en Tupiza (Bolivia).
En 1850 regresó al país y estudió derecho en la Universidad de Córdoba y terminó en la de Buenos Aires, en 1858. Ejerció el periodismo, como redactor de El Nacional y El Pueblo, y trabajó en su profesión asociado al estudio del doctor José Roque Pérez, uno de los abogados más prestigiosos de esos tiempos. En 1862 casó con Carmen Nóbrega y ese mismo año fue elegido diputado para la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. Posteriormente, en 1866, el gobernador Adolfo AIsina lo designó ministro de Gobierno, cargo que desempeñó hasta 1868, en que Sarmiento lo nombró para la cartera de Justicia e Instrucción Pública.
Desempeñó este ministerio con gran eficacia y con una visión esclarecida, de tal suerte que dio un extraordinario impulso a la educación popular. Contó para ello con el apoyo del presidente Sarmiento, y gran parte de la obra que generalmente se atribuye a este último fue realización directa de Avellaneda. En tres años diversas provincias duplicaron el número de sus escuelas. Durante su gestión como Ministro, se agregaron 800 escuelas a las 1000 ya existentes antes de 1868. La cantidad de alumnos pasó de 30 000 a 100 000 chicos en todo el país.Fomentó la formación de personal docente capacitado; otorgó subvenciones a las provincias y premios especiales a las que llegaron a tener un 10 por ciento de alumnos en aulas con relación a la población. Creó bibliotecas escolares y dotó a las escuelas de mobiliario adecuado.
Fue el primer presidente civil, no pertenecía a ninguna de las fuerzas armadas. Como le dice Sarmiento al entregarle la banda presidencial: "Es usted el primer presidente que no sabe usar una pistola". Políticamente opuesto a las aspiraciones autonomistas de la provincia de Buenos Aires, asumió la presidencia el 12 de octubre de 1874, a la edad de 37 años.
Dijo en su primer mensaje: “Tendremos pronto, señores senadores, señores diputados, otro espectáculo: el espectáculo de la vida normal que proseguirá su curso, marcando cada día con un nuevo adelanto. Continuaremos contando los kilómetros de las vías férreas, los vapores y los millares de hombres que llegan a nuestros puertos; extenderemos las líneas telegráficas por las fronteras lejanas, que han podido encubrir motines de cuartel, porque las hemos dejado fuera de nuestra inspección cotidiana”.
Durante su mandato permitió que se reintegraran a la vida política del país miles de emigrados y perseguidos políticos, especialmente los jordanistas, gestión que aparece claramente reflejada en el poema La Vuelta de Martín Fierro de Hernández, aparecido en 1879. También en el curso de su mandato culminó la conquista del desierto, empezada por Adolfo Alsina y terminada por el general Julio A. Roca.
La política de conciliación nacional por él desarrollada, si bien debió superar difíciles tropiezos, fue constructiva para la Nación. Tuvo que enfrentar una crisis financiera singularmente grave desde los comienzos de su gobierno y en gran parte heredada. Y antes de finalizar su presidencia pudo todavía poner término a la cuestión capital, federalizando la ciudad de Buenos Aires. Fue rector de la Universidad de Buenos Aires y senador nacional; en estas funciones proyectó una ley de educación e hizo mucho positivo. Se distinguió como hombre de letras, de gran cultura literaria, y como orador brillante, acaso el más completo que haya tenido el país. Fue autor de una importante obra sobre el régimen de la tierra pública, tema de su tesis de doctor en leyes.
Desde los días de su presidencia se lo notaba avejentado, frágil y endeble físicamente. Pero en sus últimos años su salud empezó a empeorar, fue diagnosticado con la enfermedad de Bright, mal que lo acarrearía hasta su muerte. Con la esperanza de poder tratar para la nefritis que lo afectaba, Avellaneda viajó a Francia a consultar a un grupo de médicos especialistas.
Sin embargo, el diagnóstico no era bueno, no había nada que pudieran hacer. Luego de tres meses, Avellaneda decidió volver para morir en su patria. Pero su último deseo no pudo ser cumplido, murió en alta mar, a los 48 años, el 25 de noviembre de 1885 en los brazos de su compañera de toda la vida. a bordo del vapor Congo.
Fue bajado de la embarcación en un ataúd cubierto con la bandera argentina. El presidente Julio Argentino Roca decretó ocho días de duelo nacional, y sus restos fueron despedidos con todos los honores. Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta.
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