domingo, 8 de mayo de 2016

Andrès Rivera: "El Farmer"

Por Fernando García Della Coste
El gusano se perdió en las verijas
El que escribió eso tiene motivo para saber que Fidel llamaba “gusanos” a los que no le caían bien. Pero hay gusanos y gusanos. Algunos viven de los despojos de los muertos. Generalmente escriben biografías noveladas. Total, los interesados ya no se pueden quejar.
“El farmer” no alcanza a ser una biografía novelada. Es algo así como la Imaginación de un gusano que entró por la calavera y se perdió en las verijas. Es un gusano verijero. Más bien, escatológico.
Buen pasatiempo para una tarde de lluvia en un día sandwich. Parece haberse entretenido escribiendo a la siesta pero le debe haber costado muchos días pensarlo y escribirlo.
Le tenía mala voluntad al personaje.
Pero para escribir sobre él, tenía que esforzarse en conocerlo.
Empacharse de Rosas y de los biógrafos de Rosas, desde aquel Ramos Mejía que se enfrascó en la patología siquiátrica para pintarlo loco, hasta Saldías, Gálvez, Ibarguren, Pepe Rosa, que lo fueron rescatando para la historia y destruyendo el falso bárbaro que nos pintaba Sarmiento y el tirano pervertido y sádico con que las maestras envenenaban inocentemente el subconsciente de los chicos de primaria, que aunque después siguieran leyendo a Marx, se seguían masturbando con las memorias de una princesa rusa trasladadas a la pampa gaucha o a San Benito de Palermo.
¡Vaya a saber cuanto leyó, cuantos días, cuantas tardes, con un gusto cada vez más amargo en la boca, como si regurgitara la acidez de un mate mal cebado!
A! cabo se le iba metiendo en la cabeza el señor de las pampas, entrándose en la sesera en un galope bruto, en medio del sueño, cuando ya no quería ni pensar en él. ¡Pobre Rivera!
Su compromiso con el pasado marxista-leninista no le podía perdonar esa debilidad.
El Rosas prototipo marxista de los terratenientes vendedores de tasajo no merecía tanta dedicación. Cuando más, unas líneas, acercándolo al boyardo ruso o al atamán de cosacos.
Pero nada más.
Y empezó a escribir a desgano.
Como quien escupe el mal regusto.
Le salió un libro chiquito.
Con tipografía “cuerpo 12” como para ciegos, no llegó a las 124 páginas en octava, de telegráfico e inmejorable estilo.
Para novela, corto.
Para cuento, largo.
Parece un breviario.
Es algo así como la penitencia solitaria de un ex-zurdo flagelante.
Por todos lados, página por página, Rosas crece y desborda su prejuicio de pequeño burgués.
Y el biografiado y novelado se lo compra al literato.
Le va ganando la boca con mano firme pero suave como a bagual mal amansado.
Quiso gritar ¡muera Rosas! y le salió un ¡viva Rosas aunque no me guste!
Quiso retratar un viejo Vizcacha y se le fue perfilando el gaucho de los Cerrillos.
Por su origen y por su edad podría haberse enterado que a otros ya les había pasado lo mismo.
No se miró en Juan B. Justo, cuando el honesto socialista se encontró con un Rosas distinto del que le habían pintado sus maestros liberales.
No se fijó, ahi no más, en el colorado Ramos, que después acabo plagiando media biblioteca rosista, cuando se dio cuenta que el liberalismo echa a perder hasta a un marxista.
El aburguesamiento intelectual le juega una mala pasada.
¿Cómo hacer para bajarlo del caballo al gaucho magnífico que se le iba escapando de las manos al literato de moda?
Adosarle un culebrón de telenovela de tierras calientes.
Describir imaginarias calenturas que nunca salieron de sus labios.
Deslumbrarlo frente a la literatura de Shakespeare, como si fuera el paisano inventado por Ascasubi, expectador del “Fausto” incapaz de advertir que la función del Colón era una pura ficción”porque el criollismo de la oligarquía nunca superó el costumbrismo pintoresco y presumido que hace del gaucho un palurdo campesino sin inteligencia.
Cae en la ingenuidad de creer que enredándolo a Rosas en imaginarias desviaciones, oscuros incestos, infidelidades y fornicaciones lo va a llenar de oprobio.
Ese trabajo sucio ya lo cumplieron los grupos de tareas de los literatos cursillones de la Nueva Troya montevideana y los pedagogos masones divulgadores de fantásticas historietas de alcoba.
Ya pasó la figura de Rosas por todo eso y nada.
Tiene que regalarles el oído a sus antiguos compañeros y presenta a Rosas, haciéndoles un autoelogio que conmovería a Ghioldi y Codovilla: “No hay en el mundo enemigo más esforzado de las asociaciones clandestinas (Rivera no se anima a decir masonería) de la anarquía y del comunismo que el general Rosas
Y cierra el libreto con un patético y conmovedor:
¡Patria no te olvides de mí!
Y hasta en eso llega tarde. La Patria no sólo no lo olvidó. Le rindió los honores que reclamó en su testamento, por los sevicios prestados, como condición para que sus restos descansaran en nuestra tierra, su tierra.,
Y se le rindieron.
Rivera podía haberse ahorrado su culebrón.
El farmer ya está entre nosotros.
 

3 comentarios:

  1. "Andres Rivera" es un seudonimo, el verdadero nombre es Marcos Ribak.
    El Investigador Historico.

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  2. El farmer intenta degradar moralmente a Rosas pero la misma se vuelve contra el autor

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  3. El farmer intenta degradar moralmente a Rosas pero la misma se vuelve contra el autor

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