Por el Licenciado Alberto Umpiérrez
La gestión de Joaquín Campana como Secretario de Gobierno de la Junta Grande El primer efecto positivo del gobierno de Joaquín Campana consiste en favorecer la insurrección popular en la Banda Oriental, dejándole ejercer un notorio protagonismo a José Artigas, que este aprovecha hasta lograr su resonante triunfo en la Batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811, sitiando por tierra la fortaleza de Montevideo. Este éxito inicial obviamente consolida la posición política de Joaquín Campana, de Cornelio Saavedra y de la Junta Grande, y por lo mismo resulta muy molesto para sus adversarios, quienes procuran estancar la situación y evitar un asalto sobre Montevideo. El segundo efecto positivo está vinculado a la normalización de las relaciones de Buenos Aires con el Paraguay, a pesar de la guerra fratricida que se le había impuesto. En las jornadas del 14 y 15 de mayo de 1811, el Gobernador español del Paraguay, Bernardo de Velazco, es destituido y en su lugar se instala una Junta de Gobierno integrada por Fulgencio Yegros, Pedro Caballero y el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, actuando como Secretario Fernando de la Mora
Las relaciones comerciales con el Imperio Británico se fueron reduciendo (pese a las gestiones de Lord Strangford), al imponerse por el gobierno de Campana cada vez mayores restricciones a la importación de géneros ingleses con destino a las Provincias y a la venta en Buenos Aires de mercaderías al menudeo por parte de extranjeros. Además se siguió una política muy estricta en materia fiscal, persiguiendo particularmente a los importadores que debían a la Aduana, aplicándoseles un interés del 6% sobre sus mercaderías.
Todo parecía marchar bien para el gobierno de Joaquín Campana, pero la actividad conspirativa de la “Sociedad Patriótica” comienza a adquirir un ritmo frenético. Las calles de Buenos Aires se llenan de volantes anónimos en tono despectivo hacia los provincianos en el gobierno de la Junta: "Os gobiernan el potosino Saavedra, el cordobés Funes, el correntino Cossio, el tucumano Molina, el montevideano Campana, todos forasteros. ¿En esto han venido tus glorias y tu nombre, Buenos Aires?".
Paralelamente, el llamado “Ejército Pacificador de la Banda Oriental” enviado por el Rey de Portugal al mando del Gobernador y Capitán General de Rio Grande, Diego de Souza, cruzan el río Yaguarón el 21 de julio de 1811, apoderándose de la Villa de Melo el día 23. El 30 de agosto los portugueses toman por asalto la ciudad de Paysandú, heroicamente defendida por el Capitán Francisco Bicudo, mestizo riograndense, quien pierde la vida en el combate junto a otros 30 milicianos patriotas. Para el 5 de setiembre los invasores ya están en posesión de la Fortaleza de Santa Teresa y el 14 de octubre ocupan la ciudad de Maldonado donde establecen su Cuartel General.
Un compendio de malas noticias comienza a llegar a Buenos Aires. A principios de agosto la Junta resuelve el cese de Juan José Castelli y Antonio González Balcarce en la jefatura del Ejército del Alto Perú, designando al propio Presidente Cornelio Saavedra y al diputado tucumano Manuel Molina para sustituirlos. Por otra parte envía en misión a Montevideo al Deán Funes, José Julián Pérez y Juan José Paso, a los efectos de negociar un armisticio con Elío. Con estas ausencias la Junta Grande queda seriamente debilitada para enfrentar las resistencias de la oposición en Buenos Aires, la cual obviamente no desaprovecha la oportunidad.
El golpe de Estado y la instalación del Primer Triunvirato Los acontecimientos se precipitan a partir del 13 de setiembre, poco después de la llegada de Manuel de Sarratea desde Rio de Janeiro, cuando dieciocho vecinos de las “principales familias” plantean al Cabildo una “Petición del Pueblo” para que se convoque a un Congreso general de vecinos “donde los sabios y ancianos de todas las clases de este gran pueblo (de Buenos Aires), traten de restablecer por todos los medios posibles los únicos resortes que puedan poner en movimiento al espíritu público que hoy con tanto dolor vemos paralizado”. Pero el día 16 aparece otra “Petición del Pueblo” solicitando al Cabildo la destitución y prisión del Dr. Campana y de los Alcaldes Tomás Grigera, Domingo Martínez y Andrés Hidalgo. La Junta atemorizada por estos atrevidos ataques separa del cargo al Dr. Campana, y el Cabildo, por su parte, con el apoyo del Comandante de Armas General Francisco Ortiz de Ocampo organiza patrullas de tropas por las calles de la ciudad.
El día 17, el Dr. Campana es secuestrado de su casa por una partida de “Húsares” y llevado a su confinamiento en el Fortín de San Antonio de Areco, hacia donde luego lo acompaña su familia. No hacía falta juicio ni sentencia, simplemente estaba condenado por “la gente distinguida y sana” representada por el Cabildo de Buenos Aires, que nuevamente pasaba por encima de la Junta de Gobierno y de la soberanía de todas las Provincias que estaba depositada en ella.
Ese mismo día un tumulto de gente ingresa al Cabildo manifestando que en vista de la “impotencia del Gobierno” era necesario realizar un Cabildo Abierto de “la parte más sana y distinguida del vecindario” para adoptar las medidas conducentes a “la salvación de la Patria”. El Cabildo Abierto se reúne el día 19 designándose a Feliciano Chiclana, Juan José Paso y Manuel de Sarratea como diputados de Buenos Aires para negociar con la Junta la reorganización del gobierno. El día 23, la Junta promulgaba un decreto por el cual se crea “un Poder Ejecutivo compuesto de tres vocales y tres secretarios… los cuales tomarán el gobierno bajo las reglas o modificaciones que deberá establecer la Corporación o Junta Conservadora, que formarán los señores diputados de los pueblos y provincias, en consorcio con los que eligió esta Capital.”
Obviamente el nuevo Triunvirato estaría integrado por los mismos diputados que eligió la Capital, Sarratea, Paso y Chiclana, secundados por los secretarios Bernardino Rivadavia, José Julián Pérez y Vicente López.
Para esa fecha, el Triunvirato ya había firmado un Armisticio que entregaba al gobierno enemigo de Montevideo la totalidad de la Banda Oriental del Uruguay, a cambio de la promesa de que se retirarían las tropas portuguesas. Los orientales, reunidos en la Panadería de Vidal se resistieron a aceptar este otro hecho consumado sin mediar ningún tipo de consulta, se sintieron traicionados en su deseo de continuar la lucha y decidieron acompañar la retirada de sus milicias bajo la conducción del General José Artigas, marchando juntos en la “Redota” o “Éxodo del Pueblo Oriental” rumbo al Ayuí, dejando tras de sí la tierra arrasada.
“Nada podemos esperar sino de nosotros mismos”, dijo Artigas. La ciudad de Buenos Aires se había convertido, por decisión de sus familias más distinguidas, en una tiranía aun peor que el yugo español del que pretendía liberarse.
Conclusión
Volviendo al principio de esta historia y a la luz de todo los hechos relatados, nos planteamos si no sería razonable suponer (a falta de documentación) que Artigas fue a Buenos Aires en febrero de 1811 buscando negociar con la Junta Grande una garantía que reflejara los intereses y la participación del Pueblo Oriental en el gobierno. No podía ser un diputado provincial, porque la Banda Oriental no había sido aun liberada y mal podía elegir representantes. Pero al menos una garantía, un hombre de confianza en el gobierno, y ese rol recayó en el Dr. Joaquín Campana. Vale dejar constancia que la República Oriental del Uruguay reconoce al Dr. Joaquín Campana como uno de sus conciudadanos meritorios, y en póstumo homenaje, por iniciativa y gestión de sus descendientes argentinos, su nombre figura entre las calles de su ciudad natal San Carlos, y también entre las de Montevideo.
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