viernes, 21 de marzo de 2014

El ajusticiamiento de Rauch en Las Vizcacheras

Por Adrián Moyano

El 28 de marzo de 1829 un peñi terminó con la vida del mercenario prusiano. Pero el hecho no fue resultado del arrojo individual, fue la respuesta colectiva de una parte del pueblo mapuche.
A los libros llegó la versión de la historia que no escribieron los mapuche. A las obras pictóricas también. En un dibujo reproducido hasta el hartazgo, un tal Fortuny (Fortini dicen otros) inmortalizó la muerte de Federico Rauch, la que tuvo lugar el 28 de marzo de 1829 en el combate de Las Vizcacheras. En la escena puede apreciarse a un gallardo militar que sable en mano, trata de enderezar a su caballo, el que ha sido boleado. Luce un uniforme que se sugiere impecable, una gorra que pese a la violencia del entrevero, está firmemente instalada sobre su cabeza. Se muestra elegante hasta en la derrota. Su monta tiene las patas traseras enredadas por un bolazo. A su alrededor, pueden contarse trece jinetes mapuche. Algunos sonríen. Uno de ellos carga lanza en ristre sobre la espalda del soldado. Otro ya echó pie en tierra. Pisa los pastos generosos de Puelmapu. Es un gran trabajo plástico: semiocultas por la polvareda que levantó el enfrentamiento, varias siluetas continúan con la pelea.
Si no tuviéramos más datos sobre Las Vizcacheras, podríamos concluir que se trató de una emboscada. En el lienzo, el infortunado sufre una abrumadora inferioridad numérica. No hay otros soldados que aparezcan cerca. El más próximo está montado y de espaldas, sable en mano, luchando contra algún adversario que no alcanza a divisarse. Su vestimenta se adivina similar a la del caído. Trece contra uno... Al pintar también se construyó el estereotipo del "indio flojo" y traicionero. ¿Cuántos observadores habrán supuesto que este combate fuera uno de los tantos que libraron durante el siglo XIX las tropas de los sucesivos gobiernos winka con las diversas parcialidades mapuche?
En los últimos tiempos, la figura y actuación del coronel Rauch fue objeto de revisión por parte de Osvaldo Bayer, uno de los intelectuales más lúcidos de la Argentina y además, uno de los pocos que ha puesto su trabajo desinteresado al servicio de la verdad histórica que atañe al pueblo mapuche. De hecho, ideó la campaña Awka Liwen, que propone erradicar de todos los espacios públicos del país a los monumentos que homenajean al general Roca, dos veces presidente de los argentinos y ejecutor de la llamada Campaña al Desierto.
En realidad, Bayer comenzó a echar luz sobre la figura de Rauch hace tres décadas y como consecuencia de sus aseveraciones, conoció el calabozo, cuando un descendiente del militar tuvo poder para encarcelarlo. Matices más, matices menos, el relato que nos entrega el escritor y periodista señala que el hombre del caballo boleado había sido contratado por el gobierno de Bernardino Rivadavia en 1826 para limpiar las pampas de rankülche. Se trataba de un prusiano que había servido a las órdenes de Napoleón, es decir, lisa y llanamente un mercenario. El europeo se ufanaba de su practicidad: "hoy hemos ahorrado balas, degollamos a veintisiete ranqueles", le comunicó en una oportunidad a su superioridad. Pero hete aquí que se encontraría con la horma de su zapato. Siempre según el autor de "Los vengadores de la Patagonia trágica" un peñi –"un indio joven, apuesto, alto y de pelo largo"- al que los soldados llamaban Arbolito, esperó pacientemente al prusiano en una rugosidad del terreno, lo dejó pasar, le boleó el caballo y cuando éste se desplomó, rápidamente lo degolló. Bayer también comenta que Buenos Aires recibió al cadáver del prusiano con toda pompa y que sus exequias fueron muy lujosas. A tal punto fueron valorados sus servicios que una localidad bonaerense lleva su nombre: Coronel Rauch. En cambio, se queja Don Osvaldo, nadie recuerda a Arbolito, el "héroe de las pampas, el querido indio Arbolito".
Pero ni del dibujo de Fortuny ni del relato de Bayer se desprende un dato central. El combate que tuvo lugar en Las Vizcacheras aquel día no estuvo exclusivamente protagonizado por los kona rankülche de un lado y las tropas bonaerenses por el otro. En rigor, allí se enfrentaron un contingente federal de aproximadamente 600 hombres y otro unitario, de número similar. En el diciembre anterior, los sectores que habían sido desplazados del poder por la gestión de Manuel Dorrego, se habían sublevado e inclusive, el malogrado gobernador fue fusilado. Allí comenzó uno de los innumerables capítulos que constan en la historia de las guerras civiles argentinas. A Las Vizcacheras hay que situarla en ese marco. Las tropas leales a Lavalle –el fusilador de Dorrego- eran comandadas por Rauch, quien marchaba al frente de sus Húsares de Plata y contaba con otras unidades. Del lado federal participó Prudencio Arnold, quien más tarde llegó al grado de coronel y como muchos de los militares de su época, tuvo la ocurrencia de escribir sus memorias.
Cuenta en su libro "Un soldado argentino", que Rauch les venía pisando los talones, con la ventaja de comandar tropas veteranas de la guerra del Brasil. Los federales llegaron a Las Vizcacheras casi al mismo tiempo que un nutrido contingente de pu kona, que combatirían a su lado. Dice Arnold: "en tales circunstancias el enemigo se avistó. Sin tiempo que perder, formamos nuestra línea de combate de la manera siguiente: los escuadrones Sosa y Lorea formaron nuestra ala derecha, llevando de flanqueadores a los indios de Nicasio; los escuadrones Miranda y Blandengues el ala izquierda y como flanqueadores a los indios de Mariano; el escuadrón González y milicianos de la Guardia del Monte al centro, donde yo formé". Arnold no brinda más datos sobre los lonko que guiaban a los peñi salvo que Nicasio llevaba como apellido cristiano Maciel, "valiente cacique que murió después de Caseros".
Rotas las hostilidades, Rauch arrolló el centro de los federales y se empeñó a fondo –siempre según el relato de su adversario- sin percibir que sus dos alas eran derrotadas. Se distrajo y comenzó a saborear su triunfo pero pronto se vio rodeado de efectivos a los que supuso suyos. Hay que recordar que por entonces, los federales sólo se diferenciaban de los unitarios por un cintillo que llevaban en sus sombreros, el que decía "Viva la federación". Anotó su rival: "cuando estuvo dentro de nosotros, reconoció que eran sus enemigos apercibiéndose recién del peligro que lo rodeaba. Trató de escapar defendiéndose con bizarría; pero los perseguidores le salieron al encuentro, cada vez en mayor número, deslizándose por los pajonales, hasta que el cabo de Blandengues, Manuel Andrada le boleó el caballo y el indio Nicasio lo ultimó... Así acabó su existencia el coronel Rauch, víctima de su propia torpeza militar".
A raíz de su acción, Andrada fue ascendido a alférez. No obstante, no figura en el dibujo de Fortuny, en el cual sólo aparecen "indios". Sobre el degüello del prusiano, Arnold se limita a señalar que "se le cortó la cabeza...". No afirma que fueron manos mapuche quienes cercenaron el cogote del mercenario aunque bien podría haberlo hecho, porque en el resto de su narración queda en claro que no le tenía la menor estima a los peñi que combatían a su lado. Para evitar cualquier condena posterior, tenía a mano el recurso de depositar esa responsabilidad en los "salvajes". Así lo hicieron los historiadores argentinos de más tarde, que en lugar de convivir con la práctica de ese acto que hoy consideramos deleznable, prefirieron ubicarlo afuera, en el "Otro". Es más cómodo, más soportable, suponer que Rauch fue descabezado por un mapuche que por un soldado federal, que en definitiva era un blanco, un hombre de la civilización. Claro que más tarde, los jefes "nacionales" se cansaron de degollar gauchos durante las insurrecciones montoneras, pero esa es otra historia.
En la obra pictórica a la que hacemos referencia no sólo no aparece el cabo de Blandengues, tampoco lo hace ningún efectivo federal. Es decir, falsea la realidad. Indirectamente, omite desde el arte un dato suficientemente probado, los mapuche no sólo fueron protagonistas indiscutidos de su propia historia en los tiempos republicanos a uno y otro lado de la cordillera, también intervinieron y en ocasiones de manera decisiva, en los sucesos que hilvanaron el devenir histórico de la Argentina. Una simplificación práctica nos permitiría afirmar que con el correr de los años, los rankülche aparecieron como aliados de los unitarios y que los chaziche de Kalfükura solieron cabalgar al lado de los federales. Estos alineamientos no fueron automáticos pero además, es preciso entender que las alianzas que celebraron las diversas parcialidades poco tuvieron que ver con la adhesión a los principios centralistas o a los federales, sino que se explicaban por la dinámica interna del pueblo mapuche. Por eso en más de una oportunidad y en el marco de las guerras civiles argentinas, hubo pu kona de uno y otro lado. Al origen de esas oposiciones hay que buscarlo en los más recónditos pliegues del pasado mapuche, jamás se agotará su explicación en los vaivenes de la política winka. Los peñi de Nicasio y Mariano tuvieron sobradas razones para combatir a Rauch al lado de los federales. El prusiano había llegado a Buenos Aires en 1819 y en 1826 ya era jefe. Expedicionó hacia Kakel y Sierra de la Ventana, en carrera encarnizada detrás de los lofche. Les arrebató miles de cabezas de ganado, destruyó los toldos e hizo prisioneros. "Persigue hasta el exterminio en los vericuetos de la Sierra de la Ventana a los derrotados...", escribió el "progresista" Álvaro Yunque hacia 1956. A pesar de sus ideas supuestamente de avanzada, para Yunque Rauch fue "un jefe excepcional". El mercenario les había arrebatado a las comunidades de esa zona del Puelmapu 70 mil kilómetros cuadrados. Hay que tomarse el trabajo de observar un mapa de la actual provincia de Buenos Aires.
Bayer dice que la ciudad de Coronel Rauch se levanta cerca de donde ocurrió el combate de Las Vizcacheras, ¡tan cerca del mar! Algo más al sur se alzan las sierras de Tandil y La Ventana. ¡Esas tierras también eran territorio mapuche! Durante la gestión del fusilado Dorrego la frontera había llegado hasta Cabo Corrientes, ¡hoy Mar del Plata! Alrededor resiste la toponimia en mapuzugun: Chapaleofú (una localidad); Arroyo del Gualicho; Napaleofú (otro pueblo); Mechongue (uno más); Tamangueyu (otro); Nahuel Rucá (más)... ¡Hasta el recuerdo de Calfucura está presente gracias a la denominación de un pequeño poblado! Los ejemplos se multiplican.
Esperemos que los debates como el que queremos presentar, también proliferen. No sabemos si Arbolito o Nicasio fueron la misma persona. Esa discusión no tiene mayor trascendencia. Sí nos parece importante destacar que el ajusticiamiento de Rauch no fue solamente la obra de "un indio joven, apuesto, alto, de pelo largo". No creemos que haya sido la respuesta individual de un peñi más indignado que el resto. Pensamos que fue la reacción calculada y premeditada de al menos, dos lonko y sus respectivos kona, que vieron en las luchas intestinas de los winka la posibilidad de frenar las usurpaciones territoriales que desde el mismísimo 1810, los argentinos estaban perpetrando contra los hermanos. Quizá haya sido "el querido indio Arbolito" el "héroe de las pampas" que supone Don Osvaldo. Pero los héroes históricos que el pueblo mapuche ha consagrado son Leftraro, Kawpolikan, Pelantraro, Lientur, Kalfükura, Kilapan, Pincen, Baigorrita y tantos otros. Ellos también enrojecieron sus cuchillos con la sangre de los usurpadores, alguna vez fueron jóvenes, no todos resultaron apuestos y mucho menos altos, pero reunieron en sus personas la sapiencia, la astucia, la valentía, la dignidad y la tenacidad de un pueblo que a 182 años de Las Vizcacheras, continúa abriéndose paso con el waiki del pensamiento. Pero también con acciones menos simbólicas si es necesario.
* Periodista, licenciado en Ciencias Políticas, colaborador de la Organización Mapuche Tehuelche "11 de Octubre" y del periódico mapuche Azkintuwe.

jueves, 20 de marzo de 2014

Garibaldi y el saqueo de Gualeguaychú


Por Carmen Itatí Bonpland

En el Río de la Plata operaba la flota de la Confederación, al mando del almirante Guillermo Brown, que intentaba bloquear el puerto de Montevideo. La flota armada por el gobierno de Montevideo, comandada por el Comodoro Juan Coe había sido destruida. En 1842, el gobierno de Montevideo designó a Garibaldi como sustituto del Cro. Coe al mando de la flota, librándose entonces, el 16 de agosto de1842, un combate naval en el río Paraná cerca de la localidad de Costa Brava. Las naves comandadas por Garibaldi fueron derrotadas por las fuerzas de Brown, superiores en barcos y hombres. Después de sufrir fuertes pérdidas, Garibaldi incendió sus naves para evitar que cayeran en manos de Brown; y desembarcando a tierra, logró ponerse a salvo con los tripulantes sobrevivientes.
Garibaldi volvió a dirigir una escuadrilla naval, al frente de la cual logró impedir que las naves de Brown ocuparan la isla de Ratas, en la bahía de Montevideo (que pasó entonces a llamarse isla Libertad), logrando así impedir el intento de la flota rosista de bloquear Montevideo.
Vuelto a Montevideo, en 1843 — y establecido por Oribe el sitio de Montevideo, que habría de prolongarse hasta 1851 — Garibaldi organizó una unidad militar mercenaria que fue denominada “La Legión Italiana”, al frente de la cual se puso al servicio del gobierno de Montevideo, conocido históricamente como el Gobierno de la Defensa. Entre las acciones militares en que participó Garibaldi al frente de su Legión Italiana, se destaca la que tuvo lugar en las afueras de las murallas de Montevideo, llamada Combate de Tres Cruces, por haberse realizado en el paraje así denominado, el 17 de noviembre del 1843.
Luego de ello, embarcado en una nueva flotilla de una veintena de naves con unos 900 hombres de tropa para desembarco, y contando con el amparo de las escuadras de Francia eInglaterra, pudo ocupar y saquear en abril de 1845 la ciudad de Colonia. En septiembre toma la isla Martín García, defendida por la Confederación, y la ciudad de Gualeguaychú, la que también saquea, y en octubre la ciudad de Salto (Uruguay). Es de notar que Garibaldi admite haber permitido los saqueos, que fue una pauta de comportamiento del cuerpo mercenario que dirigía.
Se calcula que con parte de esos fondos compró luego la isla de Caprera. En sus memorias llama a su legión "virtuosos saqueadores". El 8 de febrero de 1846, en territorio de Salto, en las cercanías del arroyo San Antonio, afluente del Río Uruguay, Garibaldi y su Legión Italiana libraron el combate de San Antonio contra fuerzas superiores de la Confederación, a las que infligieron numerosas bajas, logrando retirarse de sus posiciones después de haber perdido alrededor de una tercera parte de sus efectivos.
Después de diversos avatares y aventuras en este país se casa en 1842 con Ana Maria de Jesus Ribeiro, llamada después Anita Garibaldi. A ella la conoció en 1839 en Laguna, Santa Catarina, en lo que fue un auténtico amor a primera vista. Con ella tuvo cuatro hijos, Menotti, Rosita, fallecida con dos años, Teresita y Ricciotti.

martes, 18 de marzo de 2014

Los fuertes de la Confederación

Por el Tte Cnel. (R) Horacio E. Morales
Fuerte de la Federación
En el mes de setiembre de 1827 se iniciaron las tareas preparatorias destinadas a la construcción del Fuerte de la Federación. Juan Manuel de Rosas, que había sido designado Comisionado del Gobierno, presentó en el mencionado mes el presupuesto
detallado de gastos para el levantamiento de Federación. Calculaba que demandaría la suma de 97.600 pesos la construcción del mismo, pero el gobierno podía facilitar la cantidad de 91 mil pesos. La diferencia, debía ser aportada por los estancieros de San Nicolás, San Pedro, Salto, Arrecifes y Baradero. José Rondeau, en su carácter de Inspector General de Milicias, y Rosas como Comisionado, fueron los responsables de recibir los aportes, como así también, cabalgaduras y ganado vacuno para la alimentación de los expedicionarios. El 2 de diciembre de 1827 el Comisionado impartió la orden de iniciar la marcha al primer contingentes de 24 carretas cargadas de materiales, rumbo hacia el Potroso, lugar inicialmente designado para instalar Federación. Rosas entregó detalladas instrucciones al comandante Mariano Acha, a cargo de la columna, y al personal que efectuaría los reconocimientos en el terreno. Ejecutados los mismos, fue cambiado el lugar originalmente designado en el Potroso, habiéndose seleccionado un lugar ubicado 15 Km al sur del mismo por presentar condiciones más adecuadas, el Cerrito Colorado. Este, situado en la margen izquierda del Rio Colorado era conocido como Rincón del Carpincho. El 6 de diciembre Mariano Acha le escribe a Rosas: "… fixamos el mojón en el Cerrito Colorado. Al hacer el mojón hemos tenido en cuenta las indicaciones que Ud nos hace sobre el particular estableciéndolo junto al mismo arroyo, en un paraje alto, que forma lomada de bastante extensión, propio para la población." (1)
Además del personal que marchaba con la columna de carretas, por disposición del gobierno, a solicitud de Rosas, trabajaron en la construcción del fuerte, personal del Regimiento de Caballería de Línea Nro 5, con asiento en la Guardia de Salto y 32
prisioneros de guerra brasileños, incorporados al Regimiento, al mando de su Segundo Jefe, el Teniente Coronel Bernardino Escribano. El 25 de diciembre de 1827 Rosas despacha un segundo tren de carretas hacia el lugar elegido, con el personal y los materiales restantes. Rosas se dirige por oficio a Rondeau y le expresa: "… y salió en efecto con las últimas carretas cuanto había que remitirse para dicho Fuerte, y en ellas el botiquín, Maestro de ranchos, carpintero y el Comisario con el dinero: de
modo que estando ya al lado del Sr Escribano el Piloto con su comitiva, y también habiéndosele incorporado el ayudante del Comisario, Dn N: Campaña, nada esencial, ni conveniente ha quedado, que no haya marchado." (2) Rosas se preocupaba de adoptar todas las providencias del caso para que el personal necesario, el material y el dinero llegaran cuanto antes a su destino. La prolijidad y detalle en las instrucciones que acostumbraba a impartir Rosas, en éste caso incluía también, la forma en que debía conducirse el ganado necesario para los expedicionarios. En su opinión, no era conveniente el arreo en una sola vez, sino hacerlo de a poco, a medida que se fuera necesitando. Para el arreo y para las rondas, según Rosas, no serían necesarios más de 30 hombres, cantidad que no afectaría las actividades de construcción del fuerte. Con fecha 14 de enero de 1828 se despacha el primer oficio del nuevo fuerte, denominado de la Federación, hacia Buenos Aires, solicitando caballos de reemplazo. El 21 de enero de 1828 Rosas eleva al Gobernador una detallada rendición de cuentas, de todas las actividades realizadas desde que aceptó su designación de Comisionado del Gobierno. Incluye en los documentos elevados todas las comunicaciones oficiales relacionadas con la construcción del fuerte, que Rosas enviara, y sus contestaciones. Finalmente expresa que considera finalizada su misión relacionada con el fuerte de la federación,agregando que las recaudaciones, en la ciudad y la campaña, de dinero y ganado, se remitirán con celeridad, a los efectos de instalar las guardias y la conservación del fuerte en el Cerrito Colorado. De lo brevemente relatado, se advierte una vez más, el notable empeño de Rosas en la misión encomendada de extender la frontera, no limitándose a la actividad específica, sino que, trató de asegurar todas las previsiones posibles para un normal funcionamiento de la vida en el Fuerte de la Federación, que contaba con 350 personas, entre el personal de oficiales,tropa, peones, prisioneros de guerra, mujeres y niños. En el Fuerte de la Federación se estableció el primer núcleo de pobladores que dio origen a la actual ciudad de Junín, y que sirvió además para cubrir las Guardias de Rojas, Salto y Luján.

Fuerte 25 de Mayo
Para la época en que Rosas trabajaba en la organización y dirección de la fundación del fuerte de la Federación, preparaba la construcción de la fortaleza "25 de Mayo", núcleo de la actual ciudad del mismo nombre. Era intención original levantar la
misma junto a la laguna Cruz de Guerra, paso obligado desde la colonia, para las expediciones que desde Buenos Aires se dirigían a las Salinas Grandes para aprovisionarse de sal. El comisionado del gobierno instru-Luján y de Navarro para que recorrieran la campaña solicitando la entrega de carretas, carpinteros, maestros de rancho, zanjeadotes, cortadores de árboles, con destino a la construcción del nuevo fuerte. Asimismo, los mejores baqueanos de la zona deberían ser utilizados para los reconocimientos y elección del lugar donde se iniciarían los trabajos.
Al frente de la expedición fundadora fue designado el Sargento Mayor Julián Perdriel, perteneciente al Regimiento de Caballería de Línea Nro 6, con guarnición en Lobos. Don Juan José Olleros fue nombrado Comisario de Guerra, y el ingeniero
francés Narciso Parchappe, tendría a su cargo la traza del fuerte y del futuro
pueblo. Con fecha 27 de diciembre de 1827 Rosas le despacha a Perdriel, las precisas instrucciones que deberá tener en cuenta para la fundación del fuerte. En ellas le expresaba, las puntuales condiciones para la elección del lugar donde se levantaría el fuerte, que debía estar determinado por "… las mejores aguadas permanentes, buenos y abundantes pastos a su inmediación."
(3) Luego de numerosos reconocimientos, se eligió un lugar ubicado a 20 Km al sudoeste de la laguna. También en las instrucciones se hacía referencia a los útiles, materiales y personal de tropa que conduciría la expedición fundadora, que se integraría con 20 carretas con seis bueyes cada una. Relacionado con los jornales que recibirían los obreros, establecía claramente las diferencias según la actividad que realizaran los mismos y la forma de efectivizar los pagos, siendo responsabilidad del Comisario de la expedición. En las referidas instrucciones a Julián Perdriel, se preocupaba Rosas por explicar como había seleccionado los distintos materiales y cómo debían ser utilizados, cada uno, para lograr una mayor funcionalidad. En los artículos dedicados a la alimentación, destacaba que, desde la partida de la expedición debían ser distribuidos a los jornaleros y tropa yerba, tabaco y papel y el número de raciones diarias para cada uno según la tarea que ejecutara. Como se expresara anteriormente, para la fundación del fuerte de la
Federación, Rosas expidió instrucciones en las que se destaca el excesivo celo con que se ocupa de los más mínimos detalles, a tener en cuenta, a efectos de lograr los mejores resultados y la fundación del fuerte se ejecutara sin mayores dificultades.
El 1 de enero de 1828 se puso en marcha, desde Buenos Aires un convoy de 4 carretas al mando de Perdriel, a quien acompañaba el ingeniero Parchappe y el Comisario Juan
José Olleros, en dirección a la guardia de Luján, donde se concentraba el resto de los efectivos de la expedición. El 07 de enero partieron hacia Las Saladas y luego a la laguna Cruz de Guerra, que fue alcanzada el día 14. Después de descansar dos días, el 17 de enero de 1828, comenzaron los trabajos preparatorios para el levantamiento de la fortaleza, en el lugar ya reconocido, junto a una laguna de
agua dulce. Se construyeron pequeñas chozas con juncos y un corral para encerrar
de noche el ganado vacuno, fueron las primeras tareas. El 19 de enero de 1828 se inició la construcción del fuerte. Perdriel le solicitaba a Rosas el envío de familias, y que la tropa pudiera traer las suyas, que habían dejado en la guardia de Lobos. Le consultaba además, la forma en que debía realizar el reparto de tierras en la zona próxima al fuerte, que conformaría la nueva población. El 22 de enero de 1828 Rosas en oficio al gobierno, en su carácter de comisionado, le expresa: "La Provincia, su riqueza, la protección de las propiedades de campaña, la seguridad de sus individuos, el crédito de la provincia misma, son los resortes que mueven esta grande empresa. Esta obra es de un orden preferente a toda otra. Ayer el comisionado llenó su deber con respecto al fuerte de la Federación, y hoy lo hace sobre el fuerte 25 de Mayo." (4)

Laguna Blanca Durante el año 1827 se formaron
comisiones integradas por hacendados, que interesados por la nueva línea de fronteras, colaboraron activamente para el levantamiento de los nuevos fuertes.
En setiembre de ese año presidía la comisión de Laguna Blanca, D Félix Alzaga.
Las comisiones recolectaban dinero, se ocupaban de elegir materiales, contratar
los trenes de carretas y seleccionar a los obreros que trabajarían en la construcción de los fortines. Rosas en oficio despachado al Comandante del Regimiento de Caballería de Línea Nro 6, con guarnición en Lobos, Teniente Coronel
Mariano García, le explica los fundamentos de levantar un fuerte en la referida laguna: "El punto del establecimiento del fuerte por la cantidad de aguadas permanentes y buenos pastos, es el de Laguna Blanca, sita al noroeste de las puntas de la Sierra del Tandil como tres leguas". (5) Para Rosas tenía importancia estratégica "… por su proximidad con los indios y su posición intermedia entre los demás fuertes del sud." (6) Hacía referencia al Fuerte 25 de Mayo y a la Fortaleza Independencia. El 14 de enero de 1828 en oficio a Rondeau, el Comisionado le informa
que estaba listo el tren de carretas contratadas para marchar hacia Laguna Blanca y Bahía Blanca donde se levantarían los nuevos fuertes, solicitando la autorización para iniciar la marcha. Como médico del nuevo fuerte pedía el nombramiento del
cirujano D Ramón Fresno y el envío de un botiquín. Respecto a la provisión de armamento, consideraba necesarios tres cañones con la correspondiente munición y el refuerzo de armas de chispa para la tropa. El gobierno nombró al Teniente Coronel Mariano García como Comandante del fuerte que se fundaría. Como Comisario fue designado D Domingo Moreno, D Ramón Fresno como cirujano y D Saturnino Salas como ingeniero. El Comisionado Rosas, para ésta expedición preparó detalladas instrucciones, incluyendo la forma en que debían ser cargadas las carretas. El 16 de febrero de 1828 la expedición inició la marcha desde Monte, llegando a Laguna Blanca 10 días después, iniciándose los trabajos de construcción. En julio de 1828, al finalizar las tareas,Rosas en su Memoria elevada al gobierno expresa: "… todo el mundo ha sido testigo de hallarse ya establecidas las guardias con una nueva línea de frontera, mucho más avanzada de lo que permitían los tratados con los pampas y tehuelches, y que esto se ha hecho sin oposición alguna por su parte y antes con su cooperación en lo que les ha pedido." (7)
NOTAS:
(1 IBARGUREN CARLOS, "JUAN MANUEL DE ROSAS".
(2) ROSAS JUAN MANUEL, OFICIO A JOSÉ RONDEAU, EN "LA VERDAD NRO 1460, 23 OCT 1927.
(3) ROSAS, "INSTRUCCIONES A JULIÁN PERDRIEL".
(4) OFICIO DE ROSAS AL GOBIERNO, IBARGUREN CARLOS "J M. DE ROSAS".
(5) LEGAJO DE DOCUMENTOS SOBRE NEGOCIACIÓN PACÍFICA CON LOS INDIOS, 1825 - 1828. ARCHIVO HISTÓRICO DE LA PCIA BS AS.
(6) IDEM (5).
(7) ROSAS J. M., "MEMORIA ELEVADA AL GOBIERNO DE BUENOS AIRES".

viernes, 14 de marzo de 2014

Rondeau y Guemes

Por Don Singulario

«Excelentísimo Señor: Quando me empeñaba más en proporcionar al Exercito quantos aucillos ofrece esta probincia: quando apuraba los recursos por organizar una fuerza respetable, y contribuir al exterminio del tirano ominoso que intenta para siempre remacharnos las cadenas de la esclavitud, y serbidumbre; y quando eran mayores mis sacrificios por la felicidad de las armas de la patria; reparar la perdida de Sipe Sipe; y vindicar la sangre de nuestos hermanos de armas; llega a mis manos una carta que avisa haber lebantado, el general Rondeau, su campo del punto de Guacalera; y que se dirigia la pueblo de Salta con miras hostiles, arrastrando tras sí la muerte y el espanto.
«Dejo a la consideración de Vuestra Excelencia la sorpresa que me causó operación tan inaudita, y que no contarán las republicas de Grecia, Atenas y Roma; ni la reciente rebolucion de la Francia. La consternacion, y amarguras que cubrió a las que se creyan victimas del opresor; y el mobimiento ruydoso que se exitó en el pueblo y la campaña.
«Boy á representar á Vuestra Excelencia con la verdad, y sinceridad que me es característica, los hechos que se han sucedido unos á otros de una manera que al paso que deben exitar la execracion de las Provincias Unidas, y la justa indignacion de Vuestra Excelencia, exigen, las probidencias más circunspectas para remediar males, que si no se cortan de raíz, llebarán al sepulcro nuestra deceada libertad.
«Suspendiendo el juicio porque la medida tocaba en bisos de imposible; mandé a mi Secretario con el teniente coronel Quinteros para que me examinasen la causa de mobimiento tan estraño: representasen al señor General la conmocion popular; y mi disposición cinsera a los objetos que miran a la perfeccion de nuestra grande obra.
«Este paso de subordinacion, y respeto tubo por recompensa el desayre, y la ámenasa: manifestó furores domesticos: personales resentimientos; y un espiritu de bengansa contra el benemerito, é inocente pueblo de Salta.
«El Cavildo tomando una parte actiba por evitar los horrores de una guerra domestica mandó una diputación bajo los mismos principios de moderacion, y armonia: y no tubo otro efecto que haber conceguido un triunfo el que tubiese yo con el general una entrevista, ó conferencia que terminase personales diferencias. Con este aviso, descansando en la sanidad de mi conducta, y en el testimonio de mi conciencia me presté francamente, dirigiendole oficio con la tercera diputacion que se mando de tres individuos de merito y representacion [...].Aun no se separaron de su presencia mandó hacer fuego á su banguardia [...] a mis ábansadas, que por un principio de precaucion tenia puestas con las ordenes de retirarse hasta el punto de los Serrillos, dejandole el pueblo libre que ocupó sin opocicion el dia quince del corriente con tren guerrero [...]
«Con partidas bolantes tengo coronado el pueblo; entre pricioneros y pasados se hallan en mi campamento cerca de docientos hombres se les ha quitado quasi toda la caballada, y como docientas cabesas de ganado; he ordenado, a mis abansadas impidan la introduccion de biveres obstruyendoles todo aucilio y comunicación.
«Con esta guerra de recursos le hé hecho sentir á este Señor General todo el imperio de la razón, de la justicia, y de la inocencia, y que una probincia valiente y generosa save sacudir el yugo de sus opresores. [...] Ya toca el General el desengaño de sus exfuerzos impotentes: me há dirigido dos parlamentarios, y el segundo con el coronel Juan Bautista Bustos: me queda la satisfaccion de que han regresado combencidos, que un celo patriotico, que el honor, y el deceo de la publica felicidad rigen mis deliberaciones.
«Las propocisiones que me hace son ofencibles, y degradantes a mi persona, a mis comandantes, y á los inviolables derechos de mi probincia; Yo hé contestado lo que devía; sin embargo si este señor conoce sus crimenes, y los detesta: si sofocando particulares resentimientos, une sus votos con los que haspiramos desinteresadamente por las glorias de la patria; y si se le hace entrar en sus deberes; yo protesto en las respetables aras de la nacion correr un belo á la ofenza, y al ultraje: olbidar impostura, y perdonar injurias: recibir entre mis brasos a los mismos que los detestan, y correr con ellos al camino del honor, y la gloria, como lo tengo prometido a los parlamentarios, quienes han buelto al seno de su exercito con distinto espiritu del que los animaba [...]
«Mientras tanto: Vuestra Excelencia que es el asilo de tantos infelices victimas empeñe su respetable autoridad en dictar probidencias que pongan termino a la ruina que prepara una mano destructora: yo tomaré solo aquellas medidas que sugiere el amor a los hijos de una misma madre, y daré quenta oportunamente de todos los acontecimientos que succedan á esta desconocida lucha»
«Dios guarde á Vuestra Excelencia muchos años. Quartel General en los Serrillos, marzo 19 de 1816» Excelentisimo Señor Martín Gúemes (rubricado)»
-Don Singulario, en esa carta, parece que el caudillo salteño está rechivo contra el enviado porteño invadiendo su provincia, es patética en su contenido y muy pintoresca en el vocabulario y ortografía.
-Esas características del texto (todo sic), tomado de la “Revista del Archivo General de la Nación” año IV, Nº 4, Buenos Aires, 1974, pág. 68 y ss, fueron el motivo principal de la elección para compartirla en esta columna. Don Martín Miguel de Güemes (1785-1821) se queja ante el Director Supremo interino, Ignacio Álvarez Thomas (1787-1857), dando cuenta de la entrada del general José Casimiro Rondeau (1775-1844) en Salta al frente del ejército nacional el 15 de marzo de 1816. Recrimina su conducta, a la que califica con duros términos y solicita la intervención del gobierno de Buenos Aires.
-¿Es el que da nombre a la Av. General Rondeau que cruza la 18 de Julio en la Plaza Cagancha. Esa que tiene la Estatua de la Paz en Montevideo? Por allí nos reuníamos unos cuantos que rajamos después de la revolución fusiladora del ‘55…
-¿Usted estaba entre ellos? Rondeau, es considerado en nuestra hermana República Oriental del Uruguay como un prominente patriota por haber sido el primer Gobernador y Capitán General Provisorio cuando se creó el nuevo estado, prestando juramento el 22 de diciembre de 1828. Sin embargo en su larga trayectoria como militar adherido a la Revolución de Mayo –de cuyos presuntos méritos don Bartolo Mitre se cansó de lisonjear– tiene una foja muy floja, especialmente en su recorrido guerrero por la cantidad de batallas perdidas, especialmente en los desastres de Sipe-Sipe y Cepeda.
-Don, me dejó picando algo, Ud. dice que en el paicito vecino es muy importante, pero tengo entendido que tuvo algunos encontronazos con el caudillo máximo, don José Artigas, ¿es cierto?
- Don José Casimiro, unitario que fuera Director Supremo en Buenos Aires por dos veces, parece que tenía algunos rasgos elitistas y le molestaba lo que oliera a popular como también los caudillos en general. Tuvo problemas con Artigas, con Estanislao López, con Pancho Ramírez, con Güemes, con Bustos. En el norte despreció a los indios voluntarios y se perdieron las provincias del Alto Perú, su ejército derrotado entró en Salta declarando la guerra al gobierno local; recibió una lección de estrategia guerrillera, pasando hambre y sed, debiendo pactar un acuerdo que significó un triunfo para la Patria Grande, Güemes continuaría patrullando el norte y se podrá realizar al fin el Congreso de Tucumán para declarar la independencia.
-Es increíble que un ñato con ese curriculum así haya perdurado en la historia. Parecía que tenía más vidas que un gato.
-El escritor uruguayo Luciano Álvarez, en el artículo titulado “La borrosa omnipresencia de José Rondeau” * hace un recorrido por la vida pública de este unitario que ocupara tantos cargos en su extensa trayectoria y del que extractamos el siguiente párrafo:
«El más tarde general José María Paz -oficial del ejército del Norte- escribió que "Rondeau era un perfecto caballero, adornado de virtudes y prendas estimables como hombre privado pero de ninguna aptitud para el mando militar principalmente en circunstancias difíciles". También difunde que buena parte de los oficiales le llamaban "José Bueno" o "Mamita Rondeau" y que su "insignificancia personal" iba de la mano con "una refinada hipocresía"».

* http://www.elpais.com.uy/11/06/18/predit_573937.asp

Un cipayo...antes, en el Barrio los llamábamos de otra manera

Por Daniel Brion

Mucho ha hablado quién, al crearse el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”, dijo: “… así estamos hoy en la Argentina. No tenemos ópera, pero hay abundantes cantantes, poetas y escritores de mitos y epopeyas, que conquistan la fantasía de su público. Los historiadores, por su parte, trabajan en las universidades y en el Conicet.”, el lunes 28 de noviembre de 2011, en el diario La Nación, fue muy crítico respecto de la creación del instituto. "El Estado asume como oficial la versión revisionista del pasado. Descalifica a los historiadores formados en sus universidades y encomienda el esclarecimiento de la «verdad histórica» a un grupo de personas carentes de calificaciones. El instituto deberá inculcar esa «verdad» con métodos que recuerdan a las prácticas totalitarias. Palabras, quizá, pero luego vienen los hechos", expresaba Luis Alberto Romero. Aclaraba su firma, entonces, como “El autor, historiador, es investigador principal del Conicet/UBA”.
Inmediatamente ese CONICET -al que el académico historiador hacía referencia- se vió en la necesidad, por medio de su vicepresidente de Asuntos Tecnológicos, Faustino Siñeriz, a recordar a los científicos que integran ese organismo nacional que "Sólo la presidente (del organismo) o la persona en quien ésta expresamente delegue la facultad puede expresar de modo válido la opinión institucional del Consejo". A partir de ello Don Romero acuso de Mordazas en el Conicet, de limitar la voz de los científicos, claro que no advertía que era él quien hablaba desde un lugar que, estatutariamente, no le correspondía. Para Romero el Estado imponía su propia épica (¿?), agregaba “El revisionismo histórico, cuya tradición se invoca en este decreto, merecía un destino mejor. En esa corriente historiográfica militaron historiadores y pensadores de fuste. Julio Irazusta desarrolló una bien fundamentada defensa de Juan Manuel de Rosas, con sólida erudición, aguda reflexión y una prosa refinada. Ernesto Palacio dejó una Historia de la Argentina bien pensada y provocativa. José María Rosa, quizá más desparejo, tiene piezas de preciso conocimiento y convincente argumentación. Ellos y sus seguidores, como todos los buenos historiadores, cuestionaron las ideas establecidas, provocaron el debate y aportaron nuevas preguntas. Sobre todo, formaron parte de una tradición crítica, contestataria, irreverente con el poder y reacia a subordinar sus ácidas verdades a las necesidades de los gobiernos. La retórica revisionista, sus lugares comunes y sus muletillas, encaja bien en el discurso oficial. Hasta ahora, se lo habíamos escuchado a la Presidenta en las tribunas, denunciando conspiraciones y separando amigos de enemigos. Pero ahora es el Estado el que se pronuncia y convierte el discurso militante en doctrina nacional. El Estado afirma que la correcta visión de nuestro pasado -que es una y que él conoce- ha sido desnaturalizada por la "historia oficial", liberal y extranjerizante, escrita por "los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX". Los historiadores profesionales quedamos convertidos en otra "corpo" que miente, en otra cara del eterno "enemigo del pueblo". Se preguntarán por qué hago referencia a todos estos dichos, ya suficientemente refutados por la misma sociedad, pues resulta ahora que el académico historiador Luis Alberto Romero, en el diario La Nación del martes 14 de febrero de 2012, se pregunta –firmando ahora como El autor es historiador. Es miembro del Club Político Argentino- ¿Son realmente nuestras las Malvinas?, y trata de dar una académica e histórica versión argumentando la falta de argumentos de nuestro país al respecto, dice Romero ahora “Me resulta difícil pensar en una solución para Malvinas que no se base en la voluntad de sus habitantes, que viven allí desde hace casi dos siglos. Es imposible no tenerlos en cuenta, como lo hace el gobierno argentino. Supongamos que hubiéramos ganado la guerra, ¿que habríamos hecho con los isleños? Quizá los habríamos deportado. O encerrado en un campo de concentración. Quizá habríamos pensado en alguna solución definitiva. Plantear esas ideas extremas -creemos que lejanas de cualquier intención- permite mostrar con claridad los términos del problema”, y remata argumentando “…Podemos obligar a Gran Bretaña a negociar. Y hasta convencerlos. Pero no habrá solución argentina a la cuestión de Malvinas hasta que sus habitantes quieran ser argentinos e ingresen voluntariamente como ciudadanos a su nuevo Estado. Y debemos admitir la posibilidad de que no quieran hacerlo. Porque el Estado que existe en nuestra Constitución remite a un contrato, libremente aceptado, y no a una imposición de la geografía o de la historia.

Ahora se puede advertir con claridad por qué estaba tan enojado Don Romero con la creación del Dorrego, le molestan como una piedra en el zapato quienes ante tamaña afirmación le puedan decir una sola palabra y recordarle el sentido de la misma.



Brota espontánea: CIPAYO, recordando para ser académico como a Romero le gusta: Un Cipayo (en idioma persa: Sipahi; en turco: Spahi, deletreado, Sepahi, o Spakh; en inglés: Sepoy, en francés:Cipaye; en otros idiomas europeos Sepahi o Espahí, debido al turco) era un miembro de una tropa de caballería de élite incluida dentro de las Seis Divisiones de la Caballería del ejército del Imperio otomano y que normalmente procedía del Magreb.



Origen del nombre: proviene del persa Sepâhi que significa "soldado", y posee la misma raíz que "sepoy". El estatus de los Sipahi se asemejaba al de los caballeros europeos medievales. El sipahi era el titular de un feudo (timar) concedido directamente por el Sultán Otomano, y tenía derecho a todos los ingresos del mismo a cambio de sus servicios como militar. Los campesinos del timar eran posteriormente añadidos al mismo.



Historia: el cuerpo militar de los Sipahi fue probablemente fundado durante el reinado de Mehmed II. Eran la más numerosa de las seis divisiones de caballería otomanas y eran el homólogo a caballo de los jenízaros, que luchaban a pie como infantería de elite. En tiempos de paz, los sipahis eran responsables de la recaudación de impuestos.



En el Imperio Británico, a quién sostiene en su artículo el historiador, se conocía como Cipayo a un nativo de la India reclutado como soldado al servicio del poder europeo, normalmente del Reino Unido, pero también extendido su uso a los ejércitos coloniales de Francia y Portugal. En forma específica, fue el término usado en el Ejército Británico de la India para el rango de recluta (o soldado raso) de la infantería.

Para entendernos, en idioma español: el término se utiliza de forma despreciativa para referirse a un secuaz a sueldo.

En la Argentina, el escritor y político Arturo Jauretche lo impuso en la terminología política para referirse a elites dominantes o ciudadanos funcionales a potencias colonialistas.

Finalizando, estimado historiador científico, que ha pasado de firmar como investigador principal del Conicet/UBA, a firmar como miembro del Club Político Argentino, lo de cipayo seguramente lo entenderá dado excelente formación académica eso sí, en el barrio, en la calle, tomando un café, no le quepa duda, lo llamaríamos de una manera mucho más popular.

miércoles, 12 de marzo de 2014

La acción de Perdriel

Por el Tte Cnel (R) Horacio E. Morales

1ro de julio de 1806: En una celda del Convento de Santo Domingo, Santiago de Liniers mantiene una secreta conversación con Fray Gregorio Torres. Liniers acaba de llegar a Buenos Aires, luego de solicitar y obtener del General Guillermo Carr Beresford el correspondiente permiso para ingresar a la ciudad. Durante las últimas jornadas, ha permanecido al frente de la batería de la Ensenada, alejado de los combates que culminaron con la derrota de los efectivos del Virreinato. Por consiguiente, está libre del compromiso que se había impuesto a los soldados españoles capturados, de no tomar nuevamente las armas contra los invasores británicos. Santiago de Liniers está decidido a reiniciar la lucha por la liberación de Buenos Aires. Esta resolución es la que le comunica, con emocionadas palabras al Prior de Santo Domingo en su celda del Convento. Ese mismo día, durante el oficio de la santa misa, había realizado la solemne promesa ante la imagen sagrada de la Virgen, ofreciéndole las banderas que tomaría a los británicos si la victoria lo acompañaba. No es vana su promesa. Nueve días más tarde, y luego de informarse acerca de las tareas de resistencia que organizan en la ciudad los grupos acaudillados por D Martín de Alzaga, se embarca Liniers en el puerto de Las Conchas, en el actual Tigre, rumbo a Montevideo. Su objetivo es combinar las operaciones con el Gobernador de Montevideo, Brigadier D Pascual Ruiz Huidobro, quien se encuentra planificando las acciones para expulsar a los ingleses de Buenos Aires. El General Beresford, mientras tanto, dicta una serie de medidas de gobierno con el objeto de ganarse el favor de la población de la ciudad, confiado que con esta política obtendrá resultados positivos para los intereses británicos, aún en el supuesto caso de que sus efectivos deban abandonar Buenos Aires, y la ciudad deba ser reintegrada a las autoridades españolas. Su intención la manifiesta en un reservado informe que envía a Londres señalando que las disposiciones adoptadas reducirán la lealtad de los habitantes del Virreinato, “...de manera que si fueran devueltos, le será a España extremadamente difícil gobernarlos...”. Simultáneamente con lo referido, Beresford exige y obtiene que le sean entregados los caudales reales que, en el momento del ataque a la ciudad, fueron conducidos por orden del Virrey, Brigadier Rafael de Sobre Monte, Marqués de Sobre Monte a la Villa de Luján. Se dispone una partida de soldados británicos que se dirige hacia la referida Villa, trayendo de regreso en un tren de carretas los caudales reales. El tesoro, que suma más de 1.000.000 de pesos fuertes, es embarcado en una de las fragatas de Sir Home Riggs Popham y conducido inmediatamente a Londres. Posteriormente, dicho tesoro, será repartido entre todos los Jefes, Oficiales y Soldados que formaron parte de la expedición al Río de la Plata. En Buenos Aires se ponen en ejecución numerosas actividades conspiradoras. Muchos soldados británicos son inducidos a desertar, lo que obliga al General Beresford a dictar un bando por el cual amenaza con la pena de muerte a todo aquel que incite a la tropa invasora a realizar abandono de las filas. Mientras tanto, Martín de Alzaga trabaja activa y decididamente con sus compañeros, a riesgo de sus propias vidas, para lograr la expulsión de los ingleses. Entre los referentes de los distintos grupos que actúan en la ciudad, se destacan D Felipe Sentenach, D Gerardo Estevé y Llach, D Juan de Dios Dozo, D Juan Trigo, antiguo Sargento de la expedición de D Pedro de Cevallos, D Juan Vazquez Feijoo, cadete de milicias provinciales, D
José Fornaguera, que fue quien puso en servicio los cañones que fueron encontrados en la quinta de Marcó del Pont, llegó más tarde a ser el segundo jefe de la artillería de la defensa durante la invasión de 1807, los hermanos José Cipriano, Juan Andrés y el presbítero Feliciano José Pueyrresdón, Cornelio Zelaya, Diego Belgrano, Francisco Trelles, Lucas Obes, José Melián, Juan José de la Oyuela, los hermanos Juan Pablo y Martín Rodriguez, Lorenzo López, entre otros. Algunos hombres de este grupo son los que ponen en ejecución el célebre “Plan de las minas”, mediante el cual pretenden volar los dos principales emplazamientos de los efectivos británicos, el Fuerte y el Cuartel de la Ranchería, este último en la actual esquina de Perú y Alsina. Este proyecto no se limita únicamente a una operación contra el invasor inglés, tiene además, proyecciones políticas. El día 15 de julio se reúnen secretamente los vecinos complotados, quienes nombran jefe a D Felipe de Sentenach, quien toma a su cargo la dirección de las obras de excavación de los túneles. Durante la referida reunión, los integrantes del grupo deciden que, si la reconquista tiene éxito, ellos, en nombre del pueblo, convocarán a Cabildo Abierto para elegir los jefes que “...supremamente han de gobernar hasta que otra cosa se determine por nuestro monarca”. La decisión de apartar al Marqués de Sobre Monte del gobierno del Virreinato es resuelta con bastante anterioridad a la derrota de las fuerzas invasoras. El Virrey con su cobarde retirada, se ha ganado el repudio generalizado de los criollos y españoles de Buenos Aires, los que en su portunidad no dudaron en derrocarlo, designando en su reemplazo al Jefe de la Reconquista, D Santiago de Liniers. Es preciso recordar que el Brigadier D Rafael de Sobre Monte había sido nombrado Virrey efectivo por Real Cédula del 06 de octubre de 1804. (1) Delegó el mando político en la Real Audiencia, y el mando militar en la Capital en el Capitán de Navio D Santiago de Liniers, el 28 de agosto de 1806.(2) Fue desposeído del mando por las autoridades de Buenos Aires el 10 de febrero de 1807(3), y por el Rey el 24 de febrero de 1807.(4) La Real Audiencia de Buenos Aires asumió las funciones de Virrey el 10 de febrero de 1807. (5). Entregó el mando al Brigadier de la Real Armada D Santiago de Liniers, el 21 de junio de 1807.(6) Retomando los hechos históricos sucedidos, D Santiago de Liniers llega a Montevideo el 16 de julio y en su entrevista con el Gobernador, Jefe de Escuadra D Pascual Ruiz Huidobro, le ofrece sus servicios para ponerse al frente de la expedición que debe liberar a Buenos Aires. En los mismos días en que Liniers pasaba a la banda oriental del río para someter al Gobernador de Montevideo su proyecto de expedición a Buenos Aires, el vecino y comerciante de esta ciudad D Juan Martín de Pueyrredón, se trasladaba también a aquella plaza, a cuyo Gobernador se ofreció “con otros dos compañeros, D Manuel de Arroyo y D Diego Herrera, del mismo vecindario y comercio, a regresar a la Capital y salir a sus campos e inmediaciones a hacer reunión de cuantas gentes pudiese, y a mantenerlas de todo lo necesario por numerosas que fuesen, y aún a armarlas, hasta que viesen el fin de sus patrióticos deseos, sin el menor gravamen de la Real Hacienda y todo a sus expensas”. Tal reza el Certificado de los Servicios de Pueyrredón que Liniers le expediría el 10 de septiembre de 1806.(7) El Gobernador Ruiz Huidobro, reconociendo la utilidad que a la expedición de la reconquista, una vez desembarcada en la costa de Buenos Aires, reportaría el ofrecimiento de Pueyrredón resolvió autorizarle para la propuesta reunión de voluntarios, y en el interés de que todos reconocieran el carácter oficial de que aquel benemérito ciudadano quedaba investido, le entregó el 18 de julio una proclama dirigida a los habitantes de la campaña.(8) En el referido documento, después de hacer mención a la desgraciada pérdida de la Capital, y de anunciar su firme propósito de marchar pronto con una fuerte expedición a reconquistarla, el Gobernador de Montevideo advertía que, en la necesidad de asegurar el mayor éxito a la inminente operación, “espero que todos los habitantes de esa parte meridional, que amantes de la mejor suerte de su país y del amor y leal vasallaje a su legítimo soberano quieran contribuir con su persona a esta empresa gloriosa, se unan al sujeto que les presente este manifiesto, y con las armas que tuvieran o sin ellas ocurran al paraje a que les conduzca, en el cual me hallaran en persona, si no me lo impidieren mis dolencias, con las tropas, voluntarios y artillería que se han de encaminar a la Capital o lugar en que se encuentren los enemigos”. Las acciones que conducirían a la reconquista se encuentran ya en marcha. En Montevideo, su Gobernador Ruiz Huidobro junto a Liniers comienzan a organizar las fuerzas que marcharán contra Buenos Aires, contando con el entusiasta y decidido apoyo de la población oriental. Provistos de la proclama, Pueyrredón y sus compañeros partieron de inmediato hacia Buenos Aires, comenzando las tareas de reunir hombres, armas, caballos y víveres en espera de la llegada de la expedición que vendría de Montevideo. Juan Martín de Pueyrredón inicia la reunión de gran cantidad de voluntarios, españoles y criollos, la gran mayoría peones de estancias y vecinos de San Isidro, Morón, Pilar, Luján, Salto, Baradero. También de la ciudad Capital se le suman numerosos grupos de hombres ansiosos de participar en la lucha. Pueyrredón concentra los efectivos en los caseríos de Perdriel, entonces propiedad de la familia Belgrano. (9) Informado el Segundo Comandante de fronteras Antonio Olavarria de la orden del Gobernador de Montevideo (10), reunió en Luján todos los Blandengues de que pudo disponer, así como bastante caballada y algunos de los cañones que se hallaban en los fortines, marchando después “por dirección de los emisarios, conforme al exhorto del Sr. Gobernador de Montevideo” (11), a la Chacra de Perdriel, donde el 31 de julio se reunió con la gente traída por Pueyrredón y con algunos grupos armados que secretamente habían salido de la ciudad. Dada su jerarquía militar, el Comandante Olavarria asumió en Perdriel el mando de todos los contingentes. En ese histórico lugar, el 31 de julio de 1806 se encuentran reunidos aproximadamente 800 hombres con sus correspondientes caballadas. (12) Esa noche, el General Beresford asiste junto con sus oficiales a una función en el Teatro de la Comedia. Posee ya informes de la rebelión en marcha, por lo que dispone que parte de las fuerzas a sus órdenes permanezcan acuarteladas y sobre las armas. Finalizada la representación teatral, los oficiales ingleses se retiran al Fuerte. En ese lugar Beresford recibe una información sorpresiva, que le comunica uno de sus espías. En Perdriel, a pocos kilómetros de Buenos Aires se hallan concentrados gran cantidad de hombres armados dispuestos a entrar en combate contra el invasor inglés. La reacción de Beresford es inmediata. Ordena la presentación del Coronel Sir Denis Pack, Jefe del Veterano Regimiento 71 y dispone que de inmediato 500 soldados de esa Unidad y 50 del Batallón de Santa Elena se apresten para la marcha. La columna sería reforzada con seis piezas de artillería. Según el parte que Pueyrredón elevaría desde Colonia el 03 de agosto al Gobernador de Montevideo, “me hallaba el 31 de julio en la Cañada de Morón con ochocientos hombres montados y armados, en la mayor parte Blandengues, y para mejor facilitar a nuestros parciales que se hallaban dentro de la ciudad la reunión a nuestras fuerzas, me puse en marcha en ese mismo día para aproximarme algo más a la Capital, como al punto que V.S. me había designado para el desempeño. En la noche de ese día hice un expreso para avisar el punto en que me hallaba y convidar a los nuestros a que se viniesen, y en la madrugada del día lro, cuando esperaba mis gentes, llegaron varias de nuestras partidas avanzadas con la noticia de que los ingleses venían a nosotros”. (13) Algunos grupos, sin embargo, tuvieron tiempo de salir de la ciudad y de llegar a Perdriel antes de que lo hicieran los ingleses. Así, el Sargento retirado Cristóbal Olive, pedido de D Juan Trigo, logró reunir 76 hombres y con ellos se trasladó a Perdriel, llegando a tiempo para intervenir en la acción del 1ro de agosto. (14) Beresford en su narración de los hechos, expresa “habiendo entonces sabido que las tropas de la frontera se reunirían en la noche del 31 de julio en Perdriel con las que ya habían abandonado la ciudad, cuyo total los informes que yo tenía hacían ascender a una cifra más grande de la que yo encontré allá el 1ro de agosto, a las dos de la mañana de este día marché para atacarlos con quinientos hombres del Regimiento 71, a las órdenes del Teniente Coronel Pack, cincuenta de la infantería de Santa Elena y seis piezas de campaña. Habiéndome extraviado dos veces los guías durante la noche, resultó que no pude llegar al enemigo antes de las ocho, lo que le dio tiempo suficiente de prepararse, y lo encontré formado con alguna habilidad y aparentemente dispuesto a una resuelta resistencia, sus efectivos parecían uno dos mil hombres, principalmente de caballería. Aunque mis hombres no habían hecho un sólo alto desde que salieron de la ciudad, estaban tan ansiosos de atacar al enemigo, que inmediatamente tomé mis disposiciones para el ataque y pasé a él”. (15) Durante la noche y para la protección de las tropas del campamento de Perdriel, el Comandante Olavaria había destacado algunas patrullas hasta la ciudad, adelantadas a una legua del lugar de concentración. Una de las patrullas estaba al mando de D Martín Rodriguez, compuesta de 19 hombres, por él reunidos anteriormente en la ciudad, y por 20 Blandengues que le entregó el Jefe de las fuerzas. “A las cuatro de la mañana del día siguiente, ( se refiere al 1ro de agosto), recibí la orden para que me replegase inmediatamente al campo, pues una fuerte columna de enemigos venía a atacarnos”. (16) A los efectivos que se encontraban descansando en el campo de Perdriel, se sumaron en la madrugada del 01 de agosto, un refuerzo de 50 voluntarios, enviados por D Francisco Reguera y cuatro carronadas de a 18, tres camaretas de a 8, a las órdenes de D Miguel Esquiaga y D Pedro Miguel Anzoátegui. Este material junto a los dos pedreros traídos por el Comandante Olavarria de los fortines de la línea de fronteras con los indios, era la única artillería disponible para hacer frente a los veteranos efectivos ingleses. (17) Siendo aproximadamente las 8 hs y después de una agotadora marcha nocturna, el enemigo apareció en inmediaciones de Perdriel. Beresford formó una línea de ataque en dos alas. Previamente, el jefe de las avanzadas divisó a los ingleses en su marcha de aproximación, dando el alerta al campamento, disponiéndose los efectivos a improvisar la defensa a lo largo de una tapia recta, con dos grupos de tiradores en ambos extremos. Las cuatro carronadas, que habían llegado esa madrugada y que conducía el propio Reguera, se montaron en cureñas, poniéndolas en batería, reemplazando las cureñas con osamentas, colocando los pedreros en el centro del dispositivo, y los Blandengues de la Frontera como reserva. La poca artilleria disponible estaba al mando del Capitán de marina mercante D Francisco Trelles, con el Cabo Manuel Palominos y 24 mprovisados artilleros. Llegados los ingleses a tiro de cañón de la posición defensiva, los artilleros abrieron el fuego, que fue contestado por las piezas de la columna atacante, que con prontitud se estableció en una posición a vanguardia, sostenida por una línea de tiradores, mientras la infantería tomaba la formación para el ataque. Unas pocas descargas de fusilería y la amenaza del avance incontenible de los ingleses fueron suficiente para vencer la resistencia de la posición y ejecutar la retirada de todos los grupos defensores, que dejaron en poder del enemigo toda la artillería Pueyrredón narra que él “para mejor hacer valer nuestras ventajas, tomé la tercia parte de mis tropas, y después de haber mandado al Comandante D Antonio de Olavaria que en viéndome atacarlos por la retaguardia, hiciese él la misma operación para oprimirlos por todas partes, salí a galope y a poco rato los tuve enteramente cortados. En esta situación hice señal de avanzar y a la cabeza de los míos me precipité sobre el grueso de los enemigos y me hallé en medio de ellos con sólo diez de mis compañeros que me siguieron, mi objeto era quitarles la artillería”. El resultado de esta arriesgada acción fué el de apoderarse Pueyrredón de un carro de municiones, logrando él salvarse milagrosamente, después de haber sido muerto su caballo por una bala de cañón. Y al referirse a la conducta de su gente expresaba “todos, Señor, huyeron, y nos tomó el enemigo la Artillería y provisiones, pero yo conservé mi presa”. (18) La desesperada carga de Pueyrredón no alteró el resultado final de esta acción. Beresford juzgaba la actuación de su adversario expresando “el enemigo daba frecuentes vítores a medida que nos aproximábamos y abrió fuego de cañón, pero su resistencia, al igual que la primera vez (se refiere a la que el 27 de junio hiciera en Puente de Gálvez), no estaba en relación con el aspecto que presentaba, su línea frontal se deshizo en muy poco tiempo, y en menos de veinte minutos pudimos ver a su dispersa caballería revolotear a nuestro alrededor fuera de la distancia de tiro”.(19) Beresford quedó dueño del campo de la acción, y al llegar a la posición, encontraron los cañones abandonados, manteniéndose firme al pié de uno de ellos, un sólo hombre. Era el Cabo irlandés Miguel Skennon, desertor de las filas inglesas, dispuesto a combatir por su fe católica contra los herejes. A pesar del contraste sufrido, Juan Martín de Pueyrredón y su hombres, se reagruparon y se incorporarían más tarde a las fuerzas que desembarcarían al mando de Santiago de Liniers, participando activamente durante la Reconquista de Buenos Aires. Al término de la referida acción de combate, el general Beresford concedió a su tropa, un descanso de dos horas, regresando luego la columna a Buenos Aires, llegando antes del anochecer. Llevaban como trofeo dos de las piezas de artillería capturadas y siete prisioneros. Entre éstos últimos se encontraba el Cabo Skennon, que para la marcha fue amarrado a la cureña de un cañón inglés. Para sentar ejemplo, el Gral. Beresford ordenó su fusilamiento, que fue ejecutado el 9 de agosto, frente a todo el Regimiento 71, formado en cuadro. Esta acción de combate librada el e1 de agosto de 1806, en proximidades del actual Museo Histórico José Hernández-Chacra Pueyrredon, a pesar de haber resultado adversa a las armas patriotas, permitió que el Pago de Santos Lugares comenzara a insertarse en la historia grande de la Patria. La importancia de este encuentro fue ratificado por el Cabildo de Buenos Aires, al otorgar, con autorización del Virrey, un escudo conmemorativo de la acción librada, entrega formalizada el 23 de diciembre de 1806.
NOTAS:
1.- Archivo General de la Nación, “Tomas de razón”, Libro 29, folio 69 .
2.- Decreto trascripto en el Anexo Nro 24 del Oficio del 30 de agosto de 1806, enviado de San Nicolás por el Virrey, Marqués de Sobre Monte, al Príncipe de la Paz. Archivo General de Indias, de Sevilla, Audiencia de Buenos Aires. Duplicados del Virrey, 1806. (Est. 122. Caj. 6. Leg.22).
3.- Archivo General de la Nación. “Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires”. Serie IV, Tomo II, Años 1805 a 1807. Folio 448.
4.- Real Orden del 24 de febrero de 1807, comunicada al Gobernador de Montevideo D Pascual Ruiz Huidobro por el Ministro de Guerra Marqués Caballero ( Archivo General de la Nación. “Invasiones inglesas 1806 – 1809”. Legajo Nro 1943).
5.- Desposeído del mando el Virrey titular, Marqués de Sobre Monte, la Real Audiencia dió cumplimiento a la Real Cédula del 02 de agosto de 1780, que establecía que por muerte, ausencia o impedimento del Virrey titular, y en el caso de no existir Pliegos de Providencia, la RealAudiencia debía encargarse del mando político y militar “con toda la plenitud de autoridad y facultades que lo haya ejercido la persona cuya muerte, promoción o ausencia se verificas”.
6.- Archivo General de la Nación. “Reales Ordenes 1806”. Legajo Nro 23. Borrador de una Resolución de la Real Audiencia, agregado a la Real Orden del 23 de octubre de 1806, la cual establecía que el mando superior, político y militar, en caso de acefalía, debía recaer “en el militar de mayor graduación, que no baje de Coronel efectivo de Ejército, no habiendo nombrado Su Majestad, por Pliego de Providencia u otra manera, el que deba suceder”.
7.- Extraído del Certificado de los Servicios de Pueyrredón que Liniers le expide el 10 de septiembre de 1806.
8.- La Proclama del Gobernador de Montevideo figura en la publicación del Museo Mitre. “Documentos del Archivo de Pueyrredón”, Tomo I, Folio 35.
9.- En esa época los denominados Caseríos de Perdriel pertenecían a la sucesión de D Domingo Belgrano, padre de D Manuel Belgrano, que luego sería Sargento Mayor de la Legión de Patricios durante la invasión inglesa de 1807. La chacra tenía unos 300 m de frente y 5.000 m de fondo, que iban desde el actual río de la Reconquista hasta pasando el Liceo Militar Gral. San Martín. Constituía uno de los puntos más
elevados de la zona. Llevaba el nombre de Perdriel por haber pertenecido a la familia de dicho apellido.
10.- A los pocos días de la ocupación de Buenos Aires por los ingleses, el Comandante Olavarria, que en su carácter de Segundo Jefe del Cuerpo de Blandengues se hallaba en la frontera con los indios, fue intimado por Beresford a que se presentara en Buenos Aires con su tropa, orden que aquél no acató. (Archivo General de la Nación. “Invasiones inglesas. Solicitudes de premios. 1807 – 1809”, legajo Nro 1941, expediente caratulado “Antonio Olavarria”). La proclama del Gobernador de Montevideo figura en la publicación del Museo Mitre “Documentos del Archivo de Pueyrredón”, tomo I, página 35.
11.- Oficio de Olavarria al Virrey, del 13 de agosto de 1806. (Archivo General de la Nación, “Invasiones inglesas, 1806 – 1809”, Legajo Nro 1943. 12.- Juan Martín de Pueyrredón junto con otros caracterizados vecinos y comerciantes sostenían con su propio patrimonio a cada uno de los hombres, siendo responsables también de su racionamiento, una buena ración de pan, carne y vino junto con yerba y tabaco.
13.- Archivo General de Indias, de Sevilla. “Buenos Aires, Legajo 93”. Este Parte de Pueyrredón forma el Anexo Nro 22 del Oficio del 30 de agosto de 1806, enviado al Príncipe de la Paz por el Virrey Sobremonte.
14.- Archivo General de la Nación, “Invasiones inglesas”. Solicitudes de premios 1807 – 1809 Legajo Nro 1941. Expediente caratulado Cristóbal Olive.
15.- Informe de Beresford del 04 de mayo de 1807 al Ministro de Guerra como Anexo Nro 16 del Apéndice.
16.- “Memorias y Autobiografías”, tomo I, página ll4.
17.- Carronada: Cañón corto y grueso, montado sobre un ajuste sin ruedas, su excesivo peso y poco alcance no lo hacían apto para seguir a las tropas. Camareta: mortero para fuegos artificiales. Pedrero: pequeña boca de fuego que lanzaba balas esféricas de piedra.
18.- Asevera Mitre “el Comandante Olavarria, a la cabeza de los Blandengues, puso se en retirada con su tropa formada, diciendo. Que comprometer combate sería exponer el fin de la reunión, que era esperar el ejercito de Montevideo y proveerlo de caballos, reforzándolo”. (Historia de Belgrano, tomo I, Pag 133).
19.- Informe de Beresford del 04 de mayo de 1807 al Ministro de Guerra como Anexo Nro 16 del Apéndice.