jueves, 31 de marzo de 2011

Asamblea General Ordinaria

El sabado 26 de marzo ppdo. tuvo lugar en el Museo Casa de Rosas, la Asamblea General Ordinaria del Instituto de Investigaciones Historicas Juan Manuel de Rosas de Gral. San Martín, encabezada por el Dr. Carlos Alberto De Santis, quien fue reelecto como Presidente por el periodo 2011-2013.
A continuacion se efectuó un acto iniciando el Ciclo Academico 2011, donde se recordo el Mes de Rosas, donde hablaron el Vicepresidente Primero Dr. Raul Carlos Chivilo y el Profesor Carlos Adamo Barbera, recordando al Ilustre Restaurador.
Asistieron los Veteranos de Malvinas de San Martin y los Patricios de Obligado. Tambien se conto con la presencia del Presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Historicas Juan Manuel de Rosas, el Dr. Alberto Gelly Cantilo.
Para finalizar se llevó a cabo un ágape criollo.

lunes, 21 de marzo de 2011

Adhesión del Instituto

El Instituto de Investigaciones Historicas Juan Manuel de Rosas de San Martin adhiere a la conferencia a realizar por su distinguido consocio y miembro de la Comision Directiva, Profesor Alberto Bertozzi
Ituzaingó, 21 de marzo de 2011.-

Tenemos el agrado de informarle que --en el marco del Ciclo 2011 de los
Cursos, Seminarios y Conferencias que se dictan en el Foro de Pensamiento para
la Acción “Ituzaingó Siglo XXI”-- el próximo sábado 26 de marzo, a las 17.30 hs, el
Prof. ALBERTO BERTOZZI disertará sobre “¿HAY QUE CONOCER LA HISTORIA?
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ?”.

El Encuentro se llevará a cabo en la sede del Foro (Belgrano N° 21.871, ex
2da. Rivadavia, entre Soler y R. Fragio, a 50 mts. de la estación Ituzaingó), y será
moderado por su Presidente, el Dr. (LE y CP) Rodolfo Farberoff.

domingo, 13 de marzo de 2011

VISITA Y AGRADECIMIENTO

El instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas de Gral. San Martín” tuvo el agrado de recibir en el Museo Regional Brig. Gral. Don Juan Manuel de Rosas de Gral. San Martín, el día sábado 12 de marzo del corriente año, a la Dra. MARIANA PAOLA DE SANTIS, “Avvocato del Foro Di Roma”, inscripta al “Consiglio Dell`Ordine Degli Avvocati di Roma”, y miembro de “El Colegio de Abogados de Madrid”.-
Luego de visitar las instalaciones del Museo, los integrantes de la comisión Directiva y asociados presentes, dialogaron con la visitante y le hicieron entrega de un diploma como reconocimiento por su difusión de la Historia Argentina en la comunidad Europea.-
LA COMISION DIRECTIVA.-

sábado, 12 de marzo de 2011

Batalla de Mobroré

Por Alberto Umpiérrez

Un 11 de marzo de 1641 nacía la Banda Oriental como frontera entre el

Virreinato del Perú español y el Brasil portugués. Una fecha muy

importante que debería estar en el calendario de fechas patrias, más considerando

que Brasil implantó el 19 de Abril como su Día de la Nacionalidad y del

Ejército, en conmemoración de la batalla de Guararapes contra los ocupantes

holandeses de Pernambuco, ocurrida esa fecha del año 1648.



"Artículo 9º.- Que los siete Pueblos de Misiones (San Francisco Borja, San Luis Gonzaga, San Nicolás, San Lorenzo, San Miguel, San Juan Bautista y San Angel), los de Batoví, Santa Tecla, San Rafael y Tacuarembó que hoy ocupan injustamente los Portugueses y a su tiempo deben reclamarse, serán en todo tiempo territorio de esta Provincia."

José Artigas, Instrucciones del Año XIII



Batalla de Mbororé - 11 de marzo de 1641 - Día olvidado



A pedido del Gobernador de Asunción, Hernando Arias de Saavedra, por

Real Cédula de 1608 comenzaba la instalación de Misiones Jesuíticas en

la región del Guayrá (norte del actual Estado de Paraná, Brasil), en

las costas del río Paraná. Poco tiempo después comienzan a llegar las

bandeiras de Sao Paulo, procurando capturar indios para someterlos a la

esclavitud en las plantaciones.



Frente al recrudecimiento de las bandeiras, hacia el año 1632 se

produce el éxodo masivo de 12.000 guaraníes liderados por los jesuitas

hacia el sur, dejando la región del Guayrá prácticamente desierta. Los

emigrados se instalan Paraná abajo en las reducciones de San Ignacio

Miní y Loreto, extendiéndose luego en la región del Tape (noroeste del

actual Estado de Rio Grande do Sul, Brasil).



Considerando que las incursiones de los bandeirantes lejos de cesar

aumentaban su agresividad y frecuencia, en el año 1638 los Padres

Antonio Ruiz de Montoya y Francisco Díaz Taño viajaron a España con el

objetivo de dar cuenta al rey Felipe IV de lo que ocurría en las

Misiones y pedir un apoyo militar. Se obtiene del Rey la autorización

para que los guaraníes cristianos reciban entrenamiento militar con

armas de fuego, bajo la conducción y responsabilidad de los Padres

Jesuitas. Asimismo se gestionó y obtuvo del Papa Urbano VIII, la bula

del 22 de abril de 1639 donde se condenaba la caza y el trafico de

esclavos, fueren indios o negros, pues la señala como una privación de

la libertad, condenando a la pena de excomunión a los traficantes y

explotadores. Esta bula no solamente fue aplicada por los misioneros

jesuítas en América, sino que también en África predicaban en contra de

la esclavitud y su comercio.



A fines de ese mismo año 1638 se produce el primer enfrentamiento

armado entre guaraníes y bandeirantes, siendo derrotados estos últimos

en la reducción de Apóstoles de Caazapaguazú.



En 1640 comienza la rebelión portuguesa contra la Corona Española, que

culminaría en la obtención de la independencia del Reino de Portugal

bajo la dinastía de Bragança.



Los bandeirantes organizan en Sao Paulo la contraofensiva armando un

pequeño ejército con 450 mercenarios holandeses y portugueses, apoyados

por 2.700 indios tupíes. Por su parte los Misioneros organizan en su

defensa un ejército de 4.200 guaraníes con 300 arcabuces al mando del

cacique Nicolás Ñeenguirú, secundado por los capitanes Ignacio Abiarú,

Francisco Mbayroba y el cacique Arazay, y respaldado por los Padres

Jesuitas y 11 oficiales del ejército español enviados desde Buenos

Aires.



La batalla comenzó el 11 de marzo de 1641 en el arroyo Mbororé con

resultado favorable a los guaraníes. La persecución y masacre de los

portugueses y holandeses continuó hasta el 16 de marzo en la

desembocadura del río Tabay. Varios cientos de tupíes desertan y pasan

a engrosar las filas misioneras. Muy pocos sobrevivientes fueron

llegando a Sao Paulo en días sucesivos.



A partir de las batallas de Caazapa Guazú y Mbororé, las Misiones

jesuíticas guaraníes se convirtieron por decisión del Gobernador de

Buenos Aires en Milicia de frontera al servicio del Rey de España,

siendo sus habitantes exonerados del régimen de mita y reducidos sus

tributos a 1 peso anual. Estas milicias de guaraníes cristianos no

solamente fueron guardia de frontera contra los bandeirantes y contra

el ejército portugués, sino que también contribuyeron a mantener a raya

a los intereses de los encomenderos paraguayos y correntinos.

Participaron con una fuerza de 6.000 hombres en la represión de los

Comuneros de Asunción (Antequera), bajo el mando del Gobernador Bruno

Mauricio de Zabala, participaron también en la fundación de Montevideo

y en las varias guerras por el dominio de Colonia del Sacramento, en la

costa uruguaya.

martes, 8 de marzo de 2011

La Avenida más larga del Uruguay

Por Eduardo Galeano

Una matanza de indios inauguró la independencia del Uruguay.
En julio de 1830, se aprobó la Constitución nacional, y un año después el nuevo país fue bautizado con sangre.
Unos quinientos charrúas, que habían sobrevivido a siglos de conquista,
vivían al norte del río Negro, perseguidos, acosados, exiliados en su propia
tierra.Las nuevas autoridades los convocaron a una reunión. Les prometieron
paz, trabajo, respeto. Los caciques acudieron, seguidos por su gente.
Comieron, bebieron y volvieron a beber hasta caer dormidos. Entonces
fueron ejecutados a punta de bayoneta y tajos de sable.
Esta traición se llamó batalla. Y se llamó Salsipuedes, desde entonces, el
arroyo donde ocurrió.

Muy pocos hombres lograron huir. Hubo reparto de mujeres y niños. Las
mujeres fueron carne de cuartel y los niños, esclavitos de las familias patricias
de Montevideo.

Fructuoso Rivera, primer presidente del Uruguay, planificó y celebró esta
obra civilizadora, para terminar con las correrías de las hordas salvajes.
Anunciando el crimen, había escrito: Será grande, será lindísimo.
La avenida más larga del país, que atraviesa la ciudad de Montevideo, lleva
su nombre.

lunes, 7 de marzo de 2011

Adolfo Saldías: el Padre del Revisionismo Argentino

Por Julio R. Otaño

Nació en Buenos Aires, el 6 de septiembre de 1849.
Se recibió de abogado en 1875 y realizó su tesis sobre el tema del Matrimonio civil. Comenzó a actuar en política a través del popular Partido Autonomista de Buenos Aires, liderado por Adolfo Alsina, enfrentado a Bartolomé Mitre, junto con Aristóbulo del Valle, Leandro Alem y Bernardo de Irigoyen, entre otras personalidades con las que formará en el futuro la Unión Cívica Radical.
Al subir Roca al poder, se cumplían casi treinta años de la caída de Rosas y hacía tres que el Restaurador había muerto en Southampton. Sólo los que andaban arriba de los cuarenta podían recordar de primera mano su gobierno. En ese treintenio se impuso dentro de la enseñanza un cuadro negativo de dicha etapa histórica, sobre la que todos parecían estar de acuerdo.
La Historia de Domínguez impuso el tono, que sólo se modificó para cargar las tintas en los posteriores libros de López, Es­trada y Pelliza.
En cuanto a Mitre, si bien no escribió espe­cíficamente sobre Rosas, su actitud y su modo de pensar no diferían para nada de aquéllos, a los que apoyaba con su autoridad.
Sería en 1881, y a través de la pluma de un joven de treinta y un años de familia unitaria, que Rosas entraría de lleno en la historiografía bajo una nueva luz, mucho más histórica en estructura.
En ese año Adolfo Saldías publicó el primer tomo de su “Historia de Rosas”, basado en enorme caudal de documentos y en un riguroso método heurístico.
Prácticamente sin an­tecedentes, la autoría de este libro lo consagró, no sólo en su tiempo, sino en la posteridad. Como señala Julio Irazusta: "Aunque dejó muchos escritos y publicó antes de morir una obra de aliento, Adolfo Saldías ha quedado como el hombre de un solo libro: su Historia de Rosas. Y este hecho es tan­to más significativo cuanto que nada, en los antecedentes del autor, permitía esperar esa armonía entre el escritor y su tema de la que surge, por lo general, la obra maestra".
Con la aparición del tercer tomo en 1887, quedó com­pletado el trabajo de Saldías sobre el Restaurador. En las primeras páginas afirmaba: "... estoy habituado a ver cómo se derrumban en mi espíritu las tradiciones fundadas en la palabra autoritaria que, atando el porvenir al presente, echan al cuello de las generaciones un dogal inventado por el demonio del atraso. Pienso que aceptar sin beneficio de in­ventario la herencia política y social de los que nos prece­dieron, es vivir de prestado a la sombra de una quietud que revela impotencia. La prédica de los odios constituye, por otra parte, un verdadero peligro para el porvenir de las ideas, cuyo desenvolvimiento retarda, lanzando en senderos extra­viados a la juventud, en vez de iniciarla en la experiencia saludable de la libertad, o en las lecciones moralizadoras que presentan los propios infortunios políticos". Y termina con estas palabras: "He escrito lo que tengo por verdad a la luz de los documentos, y lo que pienso que es conveniente se sepa para ejemplo y experiencia".
Tan pronto como apareció la obra, Saldías se apresuró a enviarle un ejemplar al venerado maestro, Bartolomé Mitre, del que era irreductible adversario político, pero al que ad­miraba intelectualmente sin retaceos.
Esperaba la palabra crítica pero alentadora que consagrara su largo trabajo.
Lo que recibió fue un baldazo de agua fría, con el balde incluido.
La carta de don Bartolo lleva fecba 5 de octubre de 1887, y comienza con un verdadero elogio: "He pasado parte del día y casi toda la noche leyéndolo", lo cual, teniendo en cuenta las 920 páginas del grueso volumen, es casi un aplauso ce­rrado.
Pero de inmediato venía el descuento: "Es un libro que debo recibir y recibo, como una espada que se ofrece galantemente por la empuñadura; pero es un arma del adver­sario en el campo de la lucha pasada, y aun presente, si bien más noble que el quebrado puñal de la mazorca que simboli­zaría, por cuanto es un producto de la inteligencia".
Y con­testando al prólogo de la obra, le descarga: "Si por tradi­ciones partidistas entiende usted mi fidelidad a los nobles principios porque he combatido toda mi vida, y que creo haber contribuido a hacer triunfar en la medida de mis fa­cultades, debo declararle que conscientemente los guardo, como guardo los nobles odios contra el crimen que me animaron en la lucha".Ya estaba todo dicho.
Como señala Irazusta, la actitud de Mitre "asombra por su voluntad de incomprensión".
En esa carta, rapsodia a la intolerancia, está ausente el historia­dor.
Sólo habla el irreductible político que se niega a bajar las banderas de guerra.
No hay una sola crítica a la heurís­tica, ni una palabra sobre el método, no se rebate un solo punto, no se discute nada, es pura y simplemente un ¡NO! cerrado.
Saldías no intentó polemizar con Mitre, ni disminuyó su respeto hacia el que consideraba maestro indiscutido.
Cuan­do en 1892 reeditó el trabajo, le cambió el nombre, en lo que algunos quieren ver una concesión al ambiente poco propicio a la reivindicación de Rosas; de ese modo el libro pasó a lla­marse “Historia de la Confederación Argentina”.
La actitud de Saldías la explica Irazusta: "No fue por ninguna razón subalterna que don Adolfo prodigó en libros posteriores sus elogios (matizados con discretas reservas) al vencedor de Pavón y organizador de la nación reunifícada; sino por firme convicción. Su silencio ante las censuras del maestro respon­dían al respeto, pero también al hecho de que compartía con Mitre, más que con el caudillo por él historiado, el pensa­miento de fondo sobre la realidad nacional".
Lo cual es perfectamente exacto. Saldías era un liberal neto, cuyas diferencias con Mitre podrían ser de matiz, pero no de fondo.
Por ello, si destaca con vigor la acción política externa de Juan Manuel de Rosas, su defensa de la soberanía y su gallardo enfrentamiento con Francia e Inglaterra; si es el primer historiador que, al decir de Ricardo Rojas, intro­duce la simpatía federal en la historiografía nacional y al mismo tiempo intenta comprender a las masas del Interior y sus caudillos, nada de lo anterior disminuye en un ápice su admiración por Rivadavia y los unitarios, a los que empalma con don Juan Manuel en un mismo plano de elogio y respeto.
En ello Saldías es canónicamente liberal.
Aparte el valor intrínseco de la obra, Saldías alcanzó un notable éxito de público por la agilidad y vigor del estilo li­terario.
Señala Irazusta: "... el arte de la composición, más importante para la gran literatura que el don del estilo, Saldías lo poseía en un grado extraordinario. En él radica el secreto de su éxito, porque es lo que más ayuda a hacerse leer". Pero además Saldías tenía estilo, un estilo que luego perdió en libros posteriores, cuya prosa fría y precisa,, im­personal, hace echar de menos el picante sabor de la Historia de la Confederación”.
Tras la andanada de Mitre había callado La Nación; calló también el Quijote, callaron todos.
El joven promisorio de 1877 era el fracasado de 1887.
Debieran serle un gran consuelo las cartas entusiasmadas de Manuelita escritas con sus trémulas manos de anciana: "Realmente esa obra es ¡colosal! Estamos leyendo el primer tomo, yo en alta voz para que mi pobre Máximo no pierda el hilo, la comprenda bien y no fatigue su cabeza. Las verídicas referencias a los antecedentes y hechos gloriosos de mi finado padre, bien me han conmovido" le escribe desde Londres. O el apoyo efusivo del viejo coronel Prudencio Arnold de Rosario, el aliento de Antonino Reyes desde Montevideo o la simpatía con que Bernardo de Irigoyen le hablaba, en su salón privado (pintado de rojo punzó), del extraordinario valor histórico de su libro, y el más extraordinario coraje de su autor al editarlo.
Nadie comentaba en público el Rosas, pero desaparecía de los anaqueles.
Al año de ponerse a la venta el tercer tomo, ya no quedaba un solo ejemplar. ¿Éxito genuino o maniobra de algunos para hacerlo desaparecer?
Lentamente se iba conociendo la verdad sobre Rosas; Pero el mayor efecto de la Historia de la Confederación se producía fuera del país. Aquí resultaba difícil romper la barrera de intereses que impedía conocer o juzgar al pasado. Saldías tuvo un éxito completo y perdurable. En sus páginas comprendió la verdad el mejicano Carlos Pereyra, que inicia su Rosas y Thiers con esta frase apoyada en el libro de Saldías: "A Rosas no se lo ha historiado ; se lo ha novelado. Y se lo ha novelado en folletín. Otros hombres públicos odiados y maldecidos, han tenido la fortuna de no merecer en tan alto grado la atención preferente de las comadres de ambos sexos, amantes de explicarlo todo por la fístula".
Saldías participó activamente en la Revolución del 90 y fue uno de los primeros en entrar al Parque de Artillería, junto a Leandro Alem, siendo detenido y desterrado a Uruguay.
Uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical en 1891, volvió a ser parte de una insurrección armada en la Revolución de 1893, siendo nuevamente detenido, encarcelado en Ushuaia y nuevamente desterrado a Uruguay.
En 1898 fue Ministro de Obras Públicas y en 1902 Vicegobernador de Buenos Aires, junto a Bernardo de Irigoyen.
Falleció en La Paz, Bolivia el 17 de octubre de 1914. Su Obra es Inmortal.

Bibliografía:

Irazusta, Julio “Adolfo Saldías”
Rosa, José María “Historia Argentina”
Scenna, Miguel Angel “Los que escribieron nuestra Historia”

Sarmiento y USA

Por José María Rosa

Sarmiento no solamente se sintió chileno y quiso tomar carta de naturalización en Chile; sobre todo se sintió norteamericano y quiso hacernos tomar a todos los argentinos carta de naturalización en los Estados Unidos.
Se le despertó una gran admiración por los Estados Unidos durante el breve viaje de tres meses realizado en 1847; que se renovaría con su estada de tres años como ministro diplomático entre 1865 y 1868. No era la admiración comprensible de alguien que quisiera emular a los yanquis; no, era la sumisión de quien consideraba a los hombres de su suelo y de su sangre muy por debajo de ellos y creía que el mejor destino para la Argentina era su incorporación total, o en parte, a los Estados Unidos.
De eso nos ha dejado algunas lamentables muestras en sus cartas y escritos. Por ejemplo:
El 1º de abril de 1868, poco antes de ocupar la presidencia de la República Argentina, formulaba un proyecto para colonizar los territorios nacionales, entonces despoblados. “Formar en el Chaco una colonia norteamericana – escribe en una carta publicada por la Academia Argentina de Letras y reproducida por Manuel Gálvez – puede ser el origen de un territorio y, un día, de un Estado yanqui... pues yo cuidaré que conserve su lengua.”
Por la misma fecha escribe a Mrs. Mann solicitándole que su hijo acepte el cargo de Rector de una Universidad norteamericana, que impartiría la enseñanza en inglés y habría de funcionar en San Juan (ídem); pues tratándose de universidades yanquis, Sarmiento era partidario de la enseñanza libre. O mejor dicho: de la enseñanza estatal y laica, pero norteamericana.
Como presidente propuso que en los conflictos entre la Argentina y los Estados Unidos fuera árbitro ¡ la Suprema Corte norte-americana! Afortunadamente sus ministros no le hicieron caso.
Llenó de maestras yanquis las escuelas normales. Una de ellas, Mary O. Graham de La Plata, ponía obstáculos para desfilar con la bandera Argentina. En fin, tomó la enseñanza normal como manera de “educar al soberano” en beneficio de los americanos del norte sobre los americanos del sur. La confesión más completa y absurda del yanquismo de Sarmiento se encuentra escrita en Conflicto y armonía de las razas en América, libro que consideraba “el Facundo llegado a la madurez”, la obra cumbre de su vida como escritor. Compara la raza latina con la sajona, en detrimento – claro es – de la primera. Para peor nuestros gigantes padres fueron tan estúpidos que en 1806 y 1807, cuando se vinieron los ingleses, no se dejaron conquistar y los vencieron en la Reconquista y la Defensa. Pero los disculpa porque seguro “no conocían las instituciones inglesas ni la idea de libertad”, pues."
si no se habrían arrojado a los brazos de Beresford y Whitelocke que les traían “los beneficios de la civilización inglesa, las ventajas del comercio y el seguro, el privilegio de tener asambleas electivas como las colonias inglesas”. Todo eso habría valido más que la menguada independencia iniciada en 1810.
Ya que no fuimos colonia inglesa – sigue Conflicto y armonía, etc.– por la tontería o la ignorancia de nuestros mayores, deberíamos acercar este país absurdo nacido en 1810 a la raza sajona por el lado que tuviéramos más cerca: esto es, por los Estados Unidos. Preparar las cosas por la educación – esto llama “educar al soberano” – para que un día llegue “la ansiada unidad de toda América, bajo la generación sajona.” Y termina el libro con estas encendidas palabras: “No detengamos a los Estados Unidos en su marcha; es lo que en definitiva proponen algunos (los partidarios de un nacionalismo “bárbaro”). Alcancemos a los Estados Unidos. Seamos la América como el mar es el Océano. Seamos los Estados Unidos.”
Comparto la opinión que entre Sarmiento y la Argentina (la Argentina como nación) hay una oposición inconciliable, y no se puede estar con ambos a la vez. Lo malo, lo irremisiblemente malo de Sarmiento no es su militancia política antirrosista, ni su posición religiosa, ni su salvaje y autoritaria acción de gobierno, ni las “falsedades a designio” sembradas en sus libros. Es su profundo, meditado y constante antinacionalismo; su desprecio (más que desprecio: odio) por las cosas argentinas; su extranjerismo, y su triste encono contra el pueblo que quiso exterminar primero (“no ahorre sangre de gauchos”), y darle después una educación deprimente – allí vino la falsificación de la historia – a fin de incapacitarlo para su destino nacional y hacerle seguir el papel de Texas o Puerto Rico.
Pero no estoy de acuerdo con la idea de que Samiento sea un traidor.
No traiciona quien sirve honesta y lealmente una causa que entiende buena: Sarmiento creía con toda buena fe en la civilización sajona, en los Estados Unidos, en los beneficios del comercio libre; y descreía de su tierra, de sus hermanos de sangre, de la propia historia.
Gran escritor, infatigable luchador, de absoluta sinceridad hasta cuando “miente a, designio”, es algo muy distinto a aquel general que se sentía muy argentino, muy entrerriano, muy federal, muy afín con los suyos, pero que les puso precio y los vendió a Brasil por algunos millones de patacones. Sarmiento no traicionaba al escribir y obrar como lo hizo, porque no amaba a la Argentina, sino a una entidad futura que hablara inglés y formara parte de sus admirados Estados Unidos.
Tuvo grandes condiciones como escritor y político ¡lástima que no estuvieran al servicio de la Argentina, precisamente! Fue tal vez la primera figura intelectual de esa modalidad que llamamos antipatria, propia de los países semicoloniales. Contribuyó de gran manera a la profunda desargentinización de la Argentina que se consiguió en la segunda mitad del siglo pasado.
La mejor manera de combatir las ideas de Sarmiento es difundir los libros de Sarmiento. Escritos para una época cuya mentalidad aristocrática y extranjerizante sobrevive, confesadamente, en muy pocos, la lectura de los libros de Sarmiento constituye hoy un precioso antídoto para contrarrestar el veneno liberal vertido por los libros oficiales de historia. Nos presentan un Sarmiento tan antiargentino, oligárquico, autoritario, de insensibilidad feroz para masacrar
gauchos, extranjerizante sin pudores y hasta con jactancia, que basta tener una fibra de argentinidad para sentirse indignado.
Lo malo es que, fuera de algunos capítulos del Facundo (precisamente aquellos escritos para acusar la “barbarie” nativa) leídos hoy como descripción amena de nuestra realidad criolla, nadie conoce los libros de Sarmiento. Los cincuenta y dos tomos de sus Obras Completas juntan polvo en los sótanos y las ediciones posteriores duermen en los anaqueles de las bibliotecas escolares con las páginas sin abrir. La verdad es que fuera de algunos envenenados revisionistas para criticarlo, nadie arremete con los libros de Sarmiento. Creo que es de Groussac, y para Alberdi, esa frase tan certera: “Los libros de nuestros grandes próceres constituyen el alambrado de púas que cuida sus estatuas ¡guay con cruzarlo!”.

sábado, 5 de marzo de 2011

Juan Bautista Alberdi el ironista

Por el Profesor Roberto Lizarazu

Juan Bautista Alberdi nació en 1810 y Domingo Faustino Sarmiento en 1811. Con motivo de esta circunstancia, desde hace varios meses se trabaja en algunos medios académicos y universitarios afines con la trascendencia de ambos personajes y empresas editoriales para reimprimir las obras de ambos; y dedicando el 2010 a Alberdi y el 2011 a Sarmiento.
Igualmente durante ambos años se proyecta y de hecho, algunos de ellos ya se han llevado a cabo, efectuar actividades de diversa índole que conmemore a los dos intelectuales que han tenido mayor trascendencia en nuestro país en el siglo 19. Alberdi y Sarmiento.
La coincidencia ideológica, la visión y proyecto de país que pretendían ambos, era casi idéntica. Tenían la misma edad, eran de la misma generación. Si se analizan las concepciones políticas, económicas y sociales; eran casi las mismas. Cuando ambos estaban en Buenos Aires, concurrían a los mismos círculos sociales simultáneamente. Deberían haber sido íntimos amigos. Para mi resulta incomprensible el porqué fueron enemigos declarados desde jóvenes y hasta la muerte. Nunca comprendí porqué lo que debería haber sido Alberdi y Sarmiento, de hecho se transformó en Alberdi vs. Sarmiento.
El Alberdi ironista y antisarmientino. Conocemos de Juan Bautista Alberdi, la parte “jurídica” de su obra. Su pertenencia a la generación romántica del 37, sus acuerdos y desavenencias dejadas por escrito con otros del mismo grupo como Marcos Sastre, Esteban Echeverría o Domingo Faustino Sarmiento. De años posteriores y ya en el terreno de la doctrina política, sus permanentes desacuerdos con Bartolomé Mitre, y obsesivamente contra Domingo Faustino Sarmiento.
Conocemos que tras la caída de Rosas, Alberdi publicó sus “Bases” en 1852 con el objeto de orientar a quienes habrían de integrar el Congreso Constituyente que se planeaba realizar. En sus “Bases” rechaza la tesis de Sarmiento como explicación de los conflictos que afligían a la Argentina en la fórmula “civilización y barbarie”. El borrador del Facundo es de 1845 y Alberdi tenía en su poder copia del mismo. No niega que existan llamativas diferencias entre los hombres de la ciudad y los hombres del campo, pero considera que no pueden condensarse en la fórmula de la dicotomía sarmientina.
La diferencia principal que halla Alberdi, de los dos modelos, es el contacto que las regiones del litoral de nuestro país, han mantenido con los países europeos, en contraste con el aislamiento del interior. El atraso de los pueblos del interior, netamente hispánicos, demuestra según Alberdi, la incapacidad de la cultura y de la raza hispánica para lograr los adelantos materiales y políticos que la vida moderna exigía.
Alberdi sostiene en las “Bases” que mientras la población siga siendo la misma, nada se logrará con cambiar las leyes o proclamar principios democráticos. Y así Alberdi que en las páginas iniciales de las “Bases” habla de la necesidad de adaptar el gobierno y la organización social a la población, termina afirmando en la misma obra que se debe adaptar la población al sistema de gobierno fomentando la inmigración anglosajona, pues “sin la cooperación de esa raza es imposible aclimatar la libertad y el progreso material en ninguna parte”. Menos mal que Alberdi en las dos invasiones inglesas, aún no había nacido.
Regresando a Alberdi como ironista. Se le debe a Enrique de Gandia, quien publicó “La ironía de Alberdi” en el Jornal of Inter-American Studies, Vol. VIII, Nº 4, Florida, University of Miami, octubre de 1966. En el cual Gandia, nos explica que “Alberdi fue el más grande y sutil ironista de la literatura argentina”. Como no podía ser de otra manera el centro de sus ataques irónicos resultaba ser Sarmiento.
Efectivamente en su período romántico, Alberdi escribe varias piezas cómicas, denominadas comúnmente como de género bufo, de uno o dos actos en las cuales utilizando la ironía y el grotesco, se burla de distintos personajes y situaciones con las cuales el no estaba de acuerdo políticamente o tenía diferencias de otro tipo. Algunas comerciales o profesionales.
En 1843 escribe “El gigante Amapolas y sus formidables enemigos”, de un solo acto y en la cual hace una formidable crítica a la política de Rosas y en particular critica a los generales encargados de combatirlo. En verdad es extraño el proceder de Alberdi. Si es opositor a Rosas, en vez de hacer una obra irónica en contra de Rosas, hace una obra en contra de los que combaten a Rosas. Mal o bien, pero lo combatían aquí mientras el estaba exiliado en Montevideo trabajando de periodista en “El Nacional” de su amigo Miguel Cané.
Los personajes de esta obra “El gigante Amapolas y sus formidables enemigos” eran el Teniente Guitarra, el Capitán Mosquito y el Mayor Mentirola. Según la interpretación que hace Gandia, corresponderían a las siguientes personas: General Juan Galo de Lavalle, Brigadier Pedro Ferré y a Fructuoso Rivera respectivamente.
En 1844 Alberdi escribe “Tobías o la cárcel a la vela”, en la que el autor se burla de las opiniones de los socialistas de ese momento y por los cuales Alberdi profesaba una inocultable antipatía. Henri de Saint-Simón había fallecido en 1825 y sus obras se encontraban en plena expansión. Su “Nuevo Cristianismo” es precisamente de 1825, poco tiempo antes de morir y la teoría de su planteo era realmente original y sumó adeptos en la intelectualidad europea. El ex positivista, ayudante de Auguste Comte, estaba creando las bases del socialismo moderno. Además Alberdi ironiza en esta obra sobre la igualdad sexual y sobre las modas de la vestimenta poco femenina y poco masculina que se promueven con las ideas socialistas, que tendía a la igualdad, incluso en la vestimenta.
Hay que reconocer que sobre este tema de la vestimenta Alberdi era todo un experto. En 1837 editó en Buenos Aires el periódico La Moda. Por medio de este periódico se ocupó de divulgar la moda de la vestimenta femenina y masculina, como así también la buena música, las buenas costumbres y las adecuadas normas de urbanidad.
Finalmente en 1871, ya de mayor edad, Alberdi publica “Peregrinación de Luz del Día o viaje y aventuras de la verdad en el Nuevo Mundo”, y que a juicio de Gandia es la obra más irónica del autor mencionado. “La que conmovió e hizo reír a todo Buenos Aires y le dio en su época más renombre”. Cuando no, Sarmiento aparece en ella con el nombre de Tartufo y es el personaje principal de la obra. Quien es según el texto de la misma: “la mentira personificada, la hipocresía posesionada de la educación y la corrupción generalizada hecha carne”. Alberdi en Peregrinación…, le hace decir a Tartufo (Sarmiento) varios disparates, mucho más cerca de los discursos demagógicos de nuestros días que los que Sarmiento podría jamás haber mencionado. También en esta obra aparecen, además del malvado Tartufo, tres personajes más: Basilio de Sevilla, Gil Blas de Santillana y Fígaro. Gandia no aventura cuales eran los verdaderos nombres de ellos. Otros autores arriesgan los nombres de: Dalmacio Vélez Sársfield (Ministro del Interior de Sarmiento), Bartolomé Mitre y Adolfo Alsina (Vicepresidente de la Nación acompañando a Sarmiento).
Si viviera mi madre, seguramente haría este comentario: ¿Qué raro no, este hombre que parecía ser tan serio? Y yo personalmente que leí las obras opino que: ironista por ironista, prefiero al Conde de Che Roga. Su ironía es mucho más profunda y además lacónica. ¿Qué más se puede pedir?

miércoles, 2 de marzo de 2011

3 de Marzo: un nuevo aniversario de la muerte del Almirante.....

Por el Prof. Jbismarck

Guillermo Brown nació en junio de 1777 en Foxford, un pueblo al noroeste de Irlanda. Su nombre está íntimamente vinculado a las luchas por la independencia argentina, a la guerra contra el Imperio del Brasil y a las luchas civiles y por la Soberanía del período de Rosas.
La persecución religiosa contra los católicos, el hambre y la pobreza lo llevaron a buscar nuevos horizontes. Llego a Filadelfia (USA) en 1787, con su padre, quien falleció de fiebre amarilla. Tenía sólo 10 años, no tuvo otro camino que ingresar como grumete a una nave de guerra inglesa comenzando su carrera naval.
Apresado por los franceses fue encarcelado dos años (1803-1804) consiguiendo finalmente fugarse.
En 1809 conoció a Elizabeth Chitty, con quien se casó en 1809 y tuvo tres hijos: Guillermo, Ignacio Estanislao y Eduardo y dos hijas, Eliza y Martina.
Se dirige a Buenos Aires donde compra una goleta llamada “Industria” para realizar el servicio comercial entre Buenos Aires y Montevideo".
Al llegar al Río de la Plata Guillermo Brown se comprometió en cuerpo y alma con el proceso de emancipación. Desde el primer momento fue un gran patriota", expresa Pacho O´Donnell. Tanto es así que el 1º de marzo de 1815 Posadas firmó el decreto por el que era designado Guillermo Brown, Teniente Coronel y Jefe de la Escuadra. Aquel momento señalaba una hora decisiva en el glorioso destino de la marina de guerra argentina y de quien sería entonces y para siempre su Almirante inmortal.
"Ante la falta de marinos, los hombres de Mayo se enteraron de la experiencia de Guillermo Brown y le ofrecieron la dirección de la escuálida escuadra de Buenos Aires", agrega el historiador.
El 10 de marzo se enfrenta con la escuadra realista en las cercanías de la Isla Martín García, dirigida por el capitán de navío Romarate en un combate encarnizado en el cual Brown queda varado con su nave capitana Hércules, que recibe 80 impactos en su casco y sufre graves pérdidas. En ese momento, reordena a sus naves y ataca de nuevo. Logra tomar la isla y vuelve las baterías contra los buques realistas, que se escapan.
El 17 de mayo un cruento combate naval frente a las costas de Montevideo concluye con una gran victoria de Brown sobre los españoles y el bastión realista capitula. Alvear aprovechará esto para su prestigio pero el mérito es indudable del Alte Brown.
Un año más tarde inició una campaña de corso por las costas americanas del Pacífico (una esquirla lo dejará cojo para toda su vida) y, en 1822, regresó a sus tareas de agricultura en "la kinta" -así llamaba a su casa en Barracas-, sus actividades comerciales y la vida en familia.
Hasta que la Gloriosa campaña de los “33 orientales” y la consiguiente Primera Guerra (la segunda concluye en Caseros) contra el Imperio del Brasil lo hacen volver al servicio activo.
La relación de fuerzas con era monstruosa: 84 buques brasileños de distinto porte contra sólo dos bergantines y 13 cañoneras argentinas.
Pero nadie conocía los secretos del Río de la Plata como el insigne y valiente Guillermo Brown. El 11 de junio de 1826, al mando de once naves mal pertrechadas derrota a 31 naves imperiales en Los Pozos. “Marinos y soldados de la República: ¿Veis esa gran montaña flotante? Son 31 buques enemigos. Mas no creáis que vuestro General abriga el menor recelo, pues que no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la “25 de Mayo” que será echada a pique antes que rendida. Camaradas: confianza en la victoria, disciplina y tres Vivas a la Patria.” Arengó a sus hombres…
Pero la acción de Quilmes desborda los límites del heroísmo. Al amanecer del 30 de julio, 22 naves imperiales aparecen formadas en línea. Brown tiene entonces... sólo tres buques, de los cuales uno es poco más que un bote. Su plan consiste en batir a cada nave por separado. La misma maniobra de Nelson en Trafalgar, pero con muchos menos barcos a favor. Lanza el ataque, pero las otras naves no lo siguen por quedar rezagada… Entonces Brown pronuncia su épica amonestación a un oficial dubitativo: “¡No conozco más valientes que Brown, Espora y Rosales!”. “Es preferible irse a pique antes que rendir el pabellón”. Brown se ve obligado a abandonar la “25 de Mayo” que es remolcada a Buenos Aires y sigue la batalla a bordo del bergantín “República”. Al despejarse el humo del combate se vio que la fuerza enemiga se retiraba.
Al año siguiente vence en Juncal (allí muere Drummond su yerno…Elisa su hija se suicida arrojándose al río Este hecho marca en la vida psíquica del marino una de las etapas decisivas de la neurosis que llegó a dominarlo).
Por cinco meses, se hizo cargo del gobierno de Buenos Aires (1828-1829). "Hasta ese momento no se metía en disputas políticas. Pero cuando Lavalle hizo el golpe de Estado contra el Gobernador Dorrego, Brown lo apoyó. Su alto prestigio militar hizo que muchos opositores a Lavalle no se rebelaran, hasta que Dorrego fue asesinado, en contra de la voluntad de Brown, desencadenando la guerra civil", expone el historiador Gabriel Di Meglio. Este hecho sangriento y desgraciado, desprovisto de todo derecho originó la Guerra civil en el País.
El fusilador fue vencido, al igual que el otro General golpista: José María Paz.
Don Juan Manuel de Rosas crea a través del “Pacto Federal” la “Confederación Argentina”.
En 1837 Brown hace un viaje a su país natal. Su pais adoptivo enfrenta victoriosamente a los franceses quienes en el Pacto Arana-Mackau reconocen la Soberanía Argentina. A principios de 1841, Rosas le confía la misión de crear una escuadra para hacer frente a los buques extranjeros que apoyaban al general Fructuoso Rivera (el pardejón lo llamaba Rosas).
Brown solicita a Rosas nombrar “El Restaurador” a la nave insignia, pero aquel le ordena designarla “San Martín” en homenaje al Libertador, quien exiliado en Francia era así homenajeado en vida….En mayo derrotó a los riveristas frente a Montevideo y en 1842 venció a la escuadra adversaria en la batalla de Costa Brava (15 de agosto de 1842) mandada por el corsario Garibaldi (quien habia saqueado Gualegaychú), a quien le propina una derrota total y le perdona la vida… "Déjenlo escapar, ese gringo es un valiente" es la orden que Brown imparte a sus subordinados cuando pretendían perseguirlo para ultimarlo.
En 1843 bloquea Montevideo por orden de Rosas, bloqueo que la intervención británica hizo fracasar.
En 1845, las dos potencias más poderosas del mundo mandan sus flotas para atropellar la voluntad de la Confederación Argentina de determinarse a sí misma.
Como siempre, enfrentó a los enemigos de su patria adoptiva sin ningún reparo, pero su escuadra fue apresada. Pero otro Brown, su hijo Eduardo, combatió y fue uno de los Héroes de Obligado al mando de una batería.
El anciano almirante envía entonces al general Rosas estas palabras llenas de amargura: “Tal agravio demandaba el sacrificio de la vida con honor y solo la subordinación a las supremas órdenes de V.E., para evitar la aglomeración de incidentes que complicasen las circunstancias, pudo resolver al que firma a arriar un pabellón que durante treinta y tres años de continuos triunfos ha sostenido con toda dignidad en las aguas del Plata”.

El Historiador José María Rosa cita la opinión de dos importantes diarios brasileños frente a este atropello Imperialista:
“Triunfe la Confederación Argentina o acabe con honor, Rosas, a pesar del epíteto de déspota con que lo difaman, será reputado en la posteridad como el único jefe americano del sur que ha resistido intrépido las violentas agresiones de las dos naciones más poderosas del Viejo Mundo”; decía “O Brado de Amazonas”. (De Río de Janeiro, el 13 de diciembre de 1845).
“O Sentinella da Monarchia”, del mismo origen, del día 17, se expresaba así: “Sean cuales fueran las faltas de este hombre extraordinario, nadie ve en él sino al ilustre defensor de la causa americana, el grande hombre de América, sea que triunfe o que sucumba”.
Ya retirado es visitado por el destacado marino Joao Pascoe Grenfell en su quinta de Barracas, quien había sido su adversario en la guerra contra el Brasil. Al manifestarle aquél sobre las ingratitudes de las Repúblicas, el anciano Almirante le contesta "No me pesa haber sido útil a la patria de mis hijos, considero superfluos los honores y las riquezas cuando bastan seis pies de tierra para descansar de tantas fatigas y dolores".
Fallece el 3 de marzo de 1857. Sus últimas palabras fueron: “Con el principal abordo, ya puedo cambiar de puerto”. En su discurso de despedida, Mitre lo homenajeó: "Brown en la vida, de pie sobre la popa de su bajel, valía para nosotros por toda una flota".